01 | El Comienzo

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—¡Debes correr y no detenerte! —Grito, mientras intento correr a su par lo más rápido que puedo—. Debes llegar a la torre Meln y entrar a la oficina de Mason.

Asiente ligeramente. Suelta mi mano y comienza a correr más rápido. Me detengo y solo observo como se aleja lentamente. Limpio una lagrima que amenaza con salir y doy media vuelta. Los soldados vienen por mí, justo como imaginaba.

—¡Por aquí, estúpidos!

Giran su vista hacia mí y comienzan a correr en mi dirección. Me adentro por los pasillos del laboratorio e intento esconderme detrás de un anaquel.

Mi corazón late muy rápido y mi respiración esta agitada. El laboratorio está en absoluto silencio y solo hay pequeños destellos de luz, salientes de los monitores. Cubro mi boca con la palma de mi mano, intentando controlar mi reparación. Escucho pasos acercándose. Me desplazo lentamente hacia atrás, intentando que no me miren con la luz de sus linternas. Grave error.

—¡Esta por acá! —Grita uno de ellos.

Uno de mis pies se ha atascado entre los cables y he tirado un monitor. Me levanto rápidamente y comienzo a correr de nuevo. Salgo por la otra puerta del laboratorio. Miro a todos lados y no tengo salida. Estoy justo en la entrada a la Habitación Blanca. Mierda.

—No tienes escapatoria, querida —dice, aquella voz que odio demasiado—. Sera mejor que no pongas resistencia alguna.

—¿Crees que me entregaría tan fácil? —La miro retadora, mientras sonrió ligeramente.

—Es lo mejor que podrías hacer —plantea.

Lo dice tan tranquilamente que no puedo contener mis ganas de apretar mi puño. Solo quiero golpearle una vez. Recuerdo que la última vez que lo hice, me golpearon cinco soldados, al grado de dejarme casi inconsciente. Sin duda alguna lo haría de nuevo, sin importar las consecuencias.

—Ni en tus mejores pesadillas —mascullo.

Doy un paso hacia atrás y corro hacia los soldados que le cubren. Me arrojo sobre ellos y los lanzo fuertemente hacia los costados, ocasionando que se golpeen con las paredes. Cierro mi puño y lo estampo fuertemente en su cara, haciendo que se tambalee y de unos pasos hacia atrás. Agito mi mano, intentando calmar el dolor debido al impacto contra su cara. Duele demasiado. «Espero aprenda a que no se debe meter conmigo.»

—¡Atrápenla! —Grita, torpemente.

Intento correr de nuevo, pero los soldados son más rápidos que yo y me sujetan fuertemente de los brazos, inmovilizándome totalmente.

—Ya saben qué hacer con ella.

Se da media vuelta y comienza a caminar hacia los laboratorios. Los soldados abren la puerta y me empujan hacia la Habitación Blanca. Intento correr hacia uno de ellos, pero inmediatamente me apuntan con un arma. Me siento lentamente en el frio suelo.

—¡Demonios! —Mascullo.

Siento de pronto mi mejilla arder y mi cabeza girar hacia la izquierda. Me han abofeteado. Les dedico una mirada amenazante. Vuelven a golpearme.

—Ya no tienes salida, estúpida.

Me apuntan con un arma y por instinto, cierro los ojos. Escucho un fuerte estruendo y siento mi cuerpo golpear contra el suelo.

—¡Noo!

Abro los ojos de golpe y miro a mi alrededor, algo confundida. Mí respiración esta agitada. Me siento sobre el borde de la cama y froto ligeramente mis ojos. Esa maldita pesadilla, otra vez.

La mañana es cálida, el sol ilumina toda mi habitación y el café de mi madre indaga en mis fosas nasales. Todos los días, a esta hora de la mañana, se comienza a escuchar el fragor peculiar de la ciudad; y aunque puede molestar en algunas ocasiones, también me causa tranquilidad y en estos casos, me da calma, después de tener una pesadilla.

REVOLUTION: La Primera NaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora