04 | Confusión

64 37 29
                                    

—¡Ahh! —jadeo—. Ya no puedo más.

El viento choca con mi piel, es helado, pero se siente bien. El olor a tierra mojada invade mis fosas nasales y el sol comienza a salir por el horizonte. Me gusta siempre venir a entrenar a esta hora del día, ya que el clima me da tranquilidad y me hace olvidar lo que pasa a mi alrededor. Antes de comenzar de nuevo, observo por última vez los colores del cielo, deseando poder ser libre como las aves.

—¡Vamos! —dice mi padre, animándonos—. Una más.

Comenzamos a correr alrededor de la gran fuente en ruinas que está en el campo Hydra. Mi padre nos obliga a venir a correr aquí al menos, tres veces a la semana. Desde que tenía nueve años, he venido aquí con mi padre. En ese entonces, yo venía sola, ya que Parys aún era un poco pequeña. Cuando por fin cumplió la edad suficiente, mi padre la obligo a ir con nosotros. Se resistió al principio, pero después, ella es quien nos obliga a ir.

Después de ella, siguió Flynn, quien se ha resistido desde ese entonces. Odia venir. Prefiere estudiar con mi madre, en la tranquilidad del edificio abandonado frente al campo, donde se pueden ver las ruinas de este. Finalmente, Aidan comenzó a venir hace un par de años y aunque aún es pequeño, fue el más rápido de nosotros en su primer día. Muchos recuerdos de mi niñez los tengo ya muy borrosos en mi mente. Apenas si puedo recordar un par de cosas.

Justo al centro de Hydra, hay una enorme fuente de piedra, con una figura cortada a la mitad en su punta. No he logrado descifrar que es. El patio central es enorme, que, de ser habitable, podría hacerse una gran fiesta en este lugar. Alrededor, a varios metros de distancia de la fuente, se pueden observar bellos edificios, perfectamente construidos —en su mejor época—. Actualmente, están totalmente en ruinas y abandonados. Pareciera que este lugar fue sede de una guerra.

—Ya no puedo más —dice Aidan, con la voz entrecortada, recargándose sobre sus piernas, que están ligeramente flexionadas.

—Yo tampoco —se le une Flynn.

—Por favor, chicos —anima mi padre, acercándose hacia donde estamos nosotros—. Son unos Corbett y nosotros nunca nos damos por vencidos tan fácil.

—¿Quién dice eso? —replico, deteniéndome en seco e intentando recobrar el aliento.

—Yo lo digo —aparece de pronto mi madre.

Mi cara de asombro es muy notable, puesto que mi madre no viene con regularidad a este lugar —a excepción del edificio donde nos da clases, claro—. Me siento sobre el frio y húmedo pasto, junto a Aidan, que amarra los cordones de sus zapatos.

—Animo chicos, en dos semanas se irán al campamento y...

—No nos veremos en tres meses —dice Flynn, con frustración, interrumpiendo a nuestro padre.

Tiro ligeramente de su pantalón, intentando que guarde silencio y cambie su tono de voz. Parece que no le importo y me ha ignorado. Flynn suele tener un mal carácter, pero esta vez ha ido lejos.

—Ya estoy cansado de entrenar. Lo hemos hecho durante años —confiesa, mientras camina rodeando a mí padre, quien se mantiene quieto—. Solo quiero descansar, al menos estas dos semanas.

Mira a mí padre, suplicante. En su mirada se ve que está cansado de esta situación. Realmente, yo también lo estoy.

—¡Ni siquiera puedo comprender por qué nos obligas a hacer esto!

Flynn comienza a caminar hacia donde se encuentra el edificio de estudio. Seguramente se ira a merodear por ahí, mientras se tranquiliza. Mi padre se mantiene cabizbajo, mientas mi madre se acerca a él y le susurra algo, que por supuesto no logro escuchar. Se aparta.

REVOLUTION: La Primera NaciónWhere stories live. Discover now