32. Cuidados (Agustín)

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Sofía llega al hospital con una bolsa llena de cosas que fuimos a comprar al pueblo, anoche se quedó dormida luego de mucho rato, estaba muy cansada por el día tan intenso que tuvimos, pero hoy se despertó temprano y salió con una sonrisa en el ro...

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Sofía llega al hospital con una bolsa llena de cosas que fuimos a comprar al pueblo, anoche se quedó dormida luego de mucho rato, estaba muy cansada por el día tan intenso que tuvimos, pero hoy se despertó temprano y salió con una sonrisa en el rostro.

No la comprendo.

Desde que llegué a este lugar sentí mucha tristeza, no quiero ser una carga para ella y estaba seguro de que encontraríamos mi cuerpo, pero sin vida. No sé si estaba preparado para la realidad que descubrimos y no tengo idea de cómo manejarlo, ella tampoco lo sabe, dijo que nunca escuchó de algo así, pero no le importa, solo lo enfrenta de la mejor manera posible.

—¿Vas a necesitar ayuda, Sofy? —inquiere Martha al verla.

—No, no te preocupes —responde ella con una sonrisa.

Martha se acerca a ella y suspira.

—No me da el tiempo para cuidarlo como se merece, somos pocas y a veces se acumula el trabajo —explica.

—No te preocupes, yo lo cuidaré, tú solo dime qué hacer...

Martha nos acompaña a la habitación y acaricia mi cabeza con ternura.

—Lo bañamos cada dos o tres días, es decir, lo voy limpiando con un trapo húmedo para que no huela mal —explica—. Tiene pañal —añade—, avísame si apesta para cambiarle —explica—, y si le cortas el pelo o lo afeitas, ten cuidado con los cablecitos.

La veo salir y miro a Sofía con los ojos bien abiertos.

—¡Pañal! ¡Tengo un pañal! —exclamo.

Ella sonríe.

—¿Qué pensabas? ¿Qué habías dejado de hacer tus necesidades? —pregunta con diversión.

—No quiero que pases por esto, Sofía, es una vergüenza —suplico.

Ella me mira, se sienta en el sofá y me pide que me siente a su lado.

—Escucha, Agustín Latorre —dice y me sonríe—, nada de lo que digas hará que me vaya de aquí.

—¿No lo comprendes? Es vergonzoso —susurro.

—Lo sé, pero también tú me has encontrado en situaciones vergonzosas —dice y se sonroja.

—No es lo mismo, no es para nada lo mismo —me quejo.

—¿Vas a volver a ponerte pesado? Voy a mandarte afuera si te pones así —añade—. Pondré una nueva regla que no puedes entrar aquí si te pones pesado...

—No puedes, mi cuerpo está aquí —discuto.

—No me importa... las reglas las pongo yo —zanja y luego busca la tijera que compró de la tienda.

Saca el celular y busca un video de YouTube para saber cómo cortar el cabello.

—¿En serio? —pregunto.

—¿Quieres que te corte la oreja?

Decido que será mejor hacerle caso y me marcho, dejándola sola con lo que sobre de mí en la cama de esa habitación.

Me dirijo a la playa y me siento en la arena, estoy triste, realmente triste y me siento muy impotente. Si hubiese sabido que acabaríamos así, hubiera preferido que no viniéramos... Habría preferido simplemente desaparecer un día cualquiera a exponerla a esta situación tan humillante.

Lo peor de todo son sus esperanzas, las puedo ver en sus ojos, lo puedo sentir cuando estoy cerca, está llena de ellas... y no, no voy a salir de esto... Era más sencillo cuando ella creía que yo estaba muerto y que no había nada que hacer, ahora será doloroso para ella y no sé cómo evitarlo.

No sé cuánto tiempo transcurre, pero regreso a la habitación y la encuentro sentada leyendo un libro. Lo baja cuando me ve y me sonríe.

—Mira... —dice y señala mi cuerpo.

Ha cortado mi cabello y se ve prolijo, me ha rasurado y ha cortado las uñas de mis dedos de las manos y de mis pies.

—¿Estás guapo? —pregunta.

—Sofy...

—Yo creo que sí —dice ella con una sonrisa.

Bufo y me siento a su lado en el sillón, ella voltea a mirarme y levanta la palma de la mano, yo coloco la mía sobre la suya y ella sonríe cuando el calor se expande entre nosotros.

—Te lo agradezco, de verdad... pero

—Agustín, ¿quieres que vayamos a dar un paseo? —pregunta interrumpiéndome.

Asiento porque no me gusta estar aquí.

Salimos y buscamos la moto, vamos hasta una playa un poco alejada donde casi no hay gente, está anocheciendo ya y el fresco del mar nos envuelve.

Ella se sienta sobre la arena y yo lo hago a su lado, entonces juguetea con sus dedos y yo solo la miro y me pierdo en su belleza, en su inocencia, en su bondad. 

¿Qué piensan?

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¿Qué piensan?

¿Qué piensan?

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