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Era tarde. La mayoría de los alumnos ya se habían ido a casa, así que la escuela se encontraba casi vacía. Era el momento perfecto para verter mi corazón en aquella sala donde alguna vez ella me acompañó.

Saqué mi libreta y comencé a anotar a la vez que tocaba. Las hojas del cuaderno estaban un poco arrugadas por las lágrimas que lo cubrían cada vez que lo abría.

Salí casi al anochecer, siendo la hora indicada para ver el fantasma que estaba frente a mí. Una mata de cabellos castaños y el perfil de una diminuta nariz, tan pequeña que te hacía preguntar cómo cargaba con esas gafas.

Intenté correr tras aquella aparición, queriendo disipar mis dudas y confirmar que no me estaba volviendo loco.

Al final no pude hacerlo, mi cuerpo no me respondió. Pero el silencio que inundó el lugar sí.

Acababa de perder la cabeza.

Unknown wordsWhere stories live. Discover now