4. Rey mentiroso

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Charly.

Cayó la noche, y con ella mi pequeño plan comenzaba a ir en marcha. No era un súper operativo de una mente maestra, simplemente iría hasta su apartamento y buscaría algo que me sirviera para demostrar que Tamy Andrade no existe, o mejor aún, algo que me revelara la verdadera identidad de dicha mujer.

Volví a mirar mi reloj por tercera vez de lo que llevaba en el carro. Había estado más o menos una hora en el auto, afuera del edificio de Tamy, estaba esperando el momento preciso para bajarme.

Tampoco quería llegar tan temprano, pero sí unos cuantos minutos antes que me permitieran husmear por su departamento. Esta vez, convencido de que era el momento exacto, me bajé. Para subir no hubo problema, hablé con la recepcionista y no puso objeción.

Una vez ya frente a su puerta, confirmé que mi cabello estuviera intacto y toqué el timbre. La puerta se abrió a los segundos después.

Tamy estaba completamente sudada y con ropa deportiva. Supuse que había estado haciendo ejercicio. Y aquello me venía de maravilla. A decir verdad, no había pensado a dónde la llevaría, sólo tenía pensado en buscar alguna pista en su apartamento y luego llevarla a cualquier restaurante lujoso.

—Charly, disculpame, se me pasó la hora haciendo ejercicio y yo..

—No te preocupés, princesa —la interrumpí de enseguida—. Aún es temprano, te podés bañar y salimos. —De repente, una idea que me favorecía aún más, vino a mi mente —O si estás muy cansada nos podemos quedar aquí y preparo alguito.

—No, no es necesario. Me baño, me cambio y salimos.

—¿Segura? Mirá que mis dotes de chef me sirven para terminar de conquistarte.

O para revisar cada rincón de este lugar.

—No, gracias, otro día terminás de conquistarme. —dijo en medio de risas y aún con la respiración entrecortada por el ejercicio. Para mi desgracia, aún toda sudada se veía preciosa.

Opte por dejar de insistir y apegarme al plan original. Entramos juntos a su departamento.

Por más que me intentara resistir a esa mujer y a sus encantos, la ropa deportiva que llevaba en estos momentos no me estaba ayudando.

—En cinco minutos salgo. —avisó.

—Cerrá con pestillo —advertí—, si no lo hacés lo tomaré como una invitación. —le dedique una sonrisa traviesa, que se borró apenas cruzó la puerta del pequeño baño.

—Lo tomare en cuenta. —gritó desde allí.

En el momento en el que escuché el agua de la ducha correr, no me demoré ni un milisegundo en comenzar a buscar. Partí por revisar la parte del living, pero no encontré nada más que hojas que tenían que ver con Excélsior. Nada contundente.

Pensá, Charly.

¿Donde esconderías algo importante?

Por supuesto, en su habitación.

Sabía que con el ruido que me otorgaba el agua, ella no escucharía. Pero de todos modos subí casi como si fuese un espía digno de una película. Apenas llegué, comencé a revisar cada mueble. No sabía que buscaba exactamente, pero no había nada.

Abrí su mesita de noche cuando hallé una pequeña libreta. Si mi memoria no me fallaba, era la misma libreta con la que estaba escribiendo en Excélsior. De repente, toda la curiosidad que sentí en ese momento, volvió a mí, y no dudé ni dos segundo en abrirla.

"Somos uno solo"

Aquel título resaltaba en el cuadernillo y fue el que se robó mi atención. Bajo de este había un montón de versos imperfectamente perfectos, la letra parecía escrita por una niña de cinco años, con letras tachadas y remplazadas por otras. Pero al leerlas, todas encajaban las una con las otras.

Tu propia trampa (charleimy)Where stories live. Discover now