Capítulo 40. Vuelvo a ver brillar la luz del sol

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En la Puerta del Sol, como cada vez que pasaba por esa zona, los turistas se hacían miles de fotos y los trabajadores con el cartel de <<Compro oro>> no dejaban de agobiarle. Una mujer se le acercó para darle una ramita de laurel para que tuviera suerte, también intentó leerle la mano.

—Señora, si ya sé que mi futuro es morirme. No necesito saber más.

Siguió caminando entre las personas disfrazadas de Spider Man y Mario Bros hasta llegar al portal. En cuanto estuvo en la puerta, revolvió el pelo rubio de Chloé y se dirigió hasta la habitación donde Clara pintaba.

— ¡Eh, tú! Lárgate, no quiere hablar con nadie— Íker le lanzó una mirada de desprecio.

—Cállate, guapito. Que tú no sepas animarla, no significa que los demás seamos iguales. Cumple con tu función de padre y déjame en paz.

Cuando iba entrar, unas diminutas manos le agarraron la pierna.

—Tío Rafael, quiero ver a Josey— pidió Chloé con una dulce sonrisa. Era como su madre, pero en pequeño. Aunque el color de ojos los había heredado de su padre.

El chico sonrió.

—Por supuesto. Primero tengo que hacer una cosa, luego te llevo— sacó una piruleta del bolsillo del pantalón y se la dio. La niña saltó de alegría.

Por fin consiguió entrar en la habitación. La luz que se deslizaba por la ventana, iluminaba la estancia dejando a la vista la imagen de Clara pintando en un lienzo absorta en su trabajo. Se podrían ver distintos trazos de tono rosa claro hasta llegar a un color más oscuro, finalizando con negro. Rafael no descifró bien lo que significaba, aunque se hizo una idea.

—No era mi intención besarla. Lo siento— no dejó de dibujar en ningún momento. Parecía incapaz de enfrentarse a la situación. El chico se acercó hacia ella y colocó las manos en su hombro.

—Mi gran compañera de maldades disculpándose por hacer lo que quería en ese momento— la giró para tenerla cara a cara—. No tienes que pedir perdón. Tengo una novia demasiado irresistible, cualquiera desea besarla. Dime que te ha gustado.

Las mejillas de Clara ardieron.

—Estuvo bien, pero no lo repetiría. Me gustan los hombres, aunque muchos sois unos cabronazos. Es lo que hay, supongo— alzó los hombros.

Rafael se rio.

—Podríamos ir a emborracharnos para olvidar las penas. Obviamente, de eso nos olvidamos porque tenemos una gran responsabilidad en miniatura a la que hay que dar ejemplo— se cruzó de brazos. La camiseta negra que llevaba, se estiró también—. No obstante, eso no impide que podamos hacer otras cosas... Una gentuza que por desgracia aún respira, tienen una casita muy mona en un lugar perdido que yo conozco. Tengo bidones de gasolina y mecheros, no digo más— sonrió con maldad.

Clara le miró con incredulidad. Sin duda alguna, ese día estaba lleno de emociones.

—Me apunto, vámonos.

Cogió las llaves y después de despedirse, fueron a iniciar el plan.


2 años después

Raúl admiró el paisaje que le rodeaba y cogió aire. Era un sentimiento maravilloso el poder ver de nuevo aquellas vistas que conocía de memoria. Su hogar le estaba esperando, abrió la puerta decidido a tirarse en el sofá durante un rato después de finalizar su larga aventura por Milán. Reconocía que echaría de menos los eventos, las pequeñas confusiones con el idioma, su trabajo y toda la gente que había conocido allí. Sobre todo a Chiara, ella siempre estaba dispuesta a ayudarle en cualquier cosa. Incluso extrañaría a Fedez, que a pesar de lo poco sociable que era, le trató bien.

Abrázame como si nadie nos vieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora