Capítulo 1: Doce Años Después

1.4K 95 14
                                    

No podía creerlo. Iba a llegar tarde, muy muy tarde. Lo último que ella necesitaba era tener que escuchar los sermones del Maestro Roshi o de Krilin sobre cómo administrar mejor su tiempo. Bulma agarró su bolso, deteniéndose frente al espejo de la puerta principal para inspeccionar su apariencia. Habían pasado años desde la última vez que había visto a sus amigos, pero ella no había cambiado demasiado. Su cabello estaba más corto, mucho más práctico para trabajar en los laboratorios de la Corporación Cápsula. Llevaba ropa más holgada, pero eso era más para protegerse de las inapropiadas miradas de Roshi. "Tal vez piense que soy demasiado vieja ahora, y me deje en paz." Aquel pensamiento le produjo una desconocida combinación de miedo y alivio. Bulma no parecía de 28 años. Al menos, eso opinaba ella. Claro, su estilo había madurado mucho, dejando atrás los enormes lazos y los vestidos cortos, pero ella no tenía arrugas ni marcas de edad. Lo cual era una bendición tomando en cuenta su trabajo.

Si había pensado que viajar con Gokú y los demás había sido estresante, fue porque no tenía idea de lo que sería trabajar junto a viejos charlatanes todo el día. A la mitad de ellos le importaba un bledo su opinión, a pesar de ser la vicepresidenta de una de las compañías más ricas del mundo, y la otra mitad hacía a Roshi lucir como un monje. Las reuniones de junta eran un gran desafío para su naturaleza verbal y agresiva. Pero si ella tuviera opción, preferiría mil veces quedarse encerrada en su laboratorio, trabajando en alguna invención útil hasta que sus ojos ardieran por el agotamiento.

Pero ¿a quién quería engañar?

Si ella realmente, realmente, tuviera opción a elegir, estaría viajando por el mundo de nuevo. Aire fresco. Nuevos desafíos. Parecía no haber límites, cuando había estado junto a sus amigos en su tan aclamada juventud. Su vida había caído en picada después del último Torneo de las Artes Marciales. Gokú se había casado con esa chica, mientras que el resto de sus amigos habían regresado a sus respectivos entrenamientos. Bueno, todos excepto Yamcha, si es que él contaba como amigo. La mujer apretó los dientes inconscientemente, pensando en él. "Qué imbécil. ¡Cómo fue capaz!"

Bulma estaba contenta de haber podido dejar un mensaje en su máquina contestadora, diciéndole que, si se le ocurría aparecer en la reunión de hoy, ella no descansaría hasta verlo castrado. Ellos habían sido sus amigos primero. Y de ninguna manera los compartiría con un bastardo infiel y mentiroso.

Habían estado saliendo desde hace diez años. Diez años. Ahora que lo pensaba, eso era más de lo que duraban muchos matrimonios. Había sido algo tonto al principio, tratar de integrar a un bandido del desierto a la vida cotidiana de un habitante de la Capital del Oeste. Bulma y su familia se habían reído mucho cuando Yamcha conoció a los dinosaurios que su madre tenía como mascotas, o cuando fue introducido por primera vez a las películas de cine. Esa había sido su primera cita verdadera, el chico ruborizado, sosteniendo su mano, mientras ordenaban una gran porción de palomitas, sentados uno junto al otro e intercambiando miradas durante las escenas más románticas. La chica estaba feliz de que él finalmente se relaje un poco a su alrededor. No quería que su novio tuviera un ataque de asma cada vez que ella lo tocara. Y no fue así. Yamcha había superado muy bien sus temores. El una vez tímido y torpe ladrón del desierto, pronto se había convertido en un galán de ensueño. Comenzó a traerle rosas y chocolates, como cualquier novio normal. La llevaba a buenos restaurantes, le compraba osos de peluche que cantaban cursis canciones de amor, y nunca olvidaba su cumpleaños. Era prácticamente perfecto. Hasta que lo jodió todo.

La chica pensó que debió haberlo visto venir. Las citas canceladas, las pobres excusas, aquel perfume barato que lo hacía oler como una atolondrada adolescente. Pero no sucedió hasta que fue a su apartamento sin avisar, el denso olor a sudor y humedad golpeándola en la cara tan pronto como entró en la habitación, que todo comenzó a cobrar sentido.

Deseos Peligrosos (Vegebul)Where stories live. Discover now