Sukius

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—Les deseo la mejor de las bendiciones. — sus mechones taparon su rostro cuando inclinó su cabeza para corresponder el deseo de aquella mujer y sus hijos.

El pueblo estaba de buenas entre la mañana del bello día soleado. Los residentes hacían sus quehaceres entre la comodidad del hogar, campesinos y familias paseaban por los caminos de piedra, pero cuando veían a la divinidad pasar, bajaban sus cabezas con la reverencia que demostraba el respeto hacia su importante persona y él los correspondía con toda la educación. Cius Otonami pasaba por las humildes calles del pueblo, dejando el asombro plantado por la razón de mostrar su presencia como el dios que se hacía llamar o le hacían creer. Era muy poco visto que un espadachín del rayo y trueno caminara por los barrios, es más, casi nunca pasaba, los imponentes dioses del rayo no gastaban su tiempo en paseos absurdos con personas de clases bajas, pero para el joven Otonami era su mejor pasatiempo.

Las personas no dejaban de verlo, algunas con miedo, otras con admiración o simplemente lo ignoraban. Sus cabellos blancos no dejaban de moverse por la suave brisa en aquella tarde de primavera. Era simplemente un ser divino y de luz.

Sus pasos lo llevaron hasta el mercado, le gustaba curiosear entre la variedad de productos y aunque no le tenían permitido adquirir cosas ajenas, a Cius le gustaba comprar lo que su gente brindaba. Sus riquezas eran abundantes, por lo que la mayoría de productos eran alimentos que su boca moría por probar. Su presencia era destacada, la mayoría de personas lo halagaban, deseándole un futuro y bendición que el mismo Cius no llegaba a comprender. ¿Por qué le deseaba buenos deseos? ¿No serían ellos los que tendrían que bendecir a estas pobres personas?

Su voz agradeció ante la bendición. Su clase era una fábrica de orgullo, no dejaban de regocijarse por su poderoso poder regalado y solo estaban ahí para mostrar respeto a través del miedo. Pero tal vez habían jóvenes diferentes como él, condenados por esta maldecida carga, alejándolos de esa preciosa vida llamada juventud. ¿Podría vivir ese sueño? Deseaba con todas sus fuerzas que en otra vida, su libertad pudiera estar en sus manos.

Sus pensamientos callaron abruptamente al ser nuevamente el centro de atención. Sus ojos azules miraron curiosos a una hermosa joven, tal vez de su misma edad, acercándose con mucha timidez a su importante presencia. La chica bajó la mirada inmediatamente cuando el albino le dedicó atención. —Doy mis gratos saludos a su divina presencia, s-su majestad.— la joven otorgó una reverencia, cosa que Cius imitó a duras penas ya que lo había pillado comiendo. —Quería decirle que soy una gran admiradora de sus leyendas y poder.— la chica confesó nerviosa, anonadada y muy tímida al tener a Otonami en frente. —Y u-usted es uno de mis modelo a seguir.

Cius le miraba plasmado con la boca llena, nunca había escuchado eso de alguien. Siempre recibía los mismos deseos, pero esta vez aquella chica lo dejó con la boca abierta. El joven albino tragó su alimento, limpiando las sobras de su boca y con mucho respeto, Cius le dedicó una suave sonrisa, causando un vuelco de emociones hacia la joven mujer. —Usted es muy buena persona, señorita. — Otonami respondió, feliz. Cerrando sus ojos para complementar la brillante expresión de su pálido rostro. La joven solo lo contemplaba en silencio, gritando en su interior mientras su corazón latía enloquecidamente por el joven espadachín. Cius miró hacia otra dirección, acercándose a un árbol de cerezos para sacar una pequeña flor de colores rosas y con una caballerosidad enorme, se la entregó a la joven, siendo él mismo quien se la acomodó detrás de la oreja. —Agradezco mucho su humilde presencia. — finalizó entre otra preciosa sonrisa ladina. Comenzando a caminar hacia otro rumbo.

Los pómulos de la joven quemaron su piel entre el color. Sus ojos temblaron y su corazón suspiró por el amor que sufría el llamado del joven espadachín. Tenía que hacerlo, no podía quedarse así, tenía que gritarle sus sentimientos aunque le costara la vida. Con desesperación, corrió hacia él, gritando esperanzada. —¡Cius Otonami, yo lo am-

Itirus Shorts... Y SukiusTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon