NORMALIDAD

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Capítulo 42

Desde que me casé con Alec hace casi ya siete meses había descubierto un par de cosas, entre ellas que despertar con su boca sobre mis pechos o mi coño eran uno de los mayores placeres de todo el puto mundo.

La noche anterior después de todo el desfogue en la pared nos dormimos casi que enseguida, pero en la madrugada mi apetito me había levantado y terminé montando a mi marido dos veces más. A él no parecía molestarle, así como tampoco le molestaba levantarme de la misma forma la mañana siguiente.

Desayunamos con mis padres y mi hermano que en cuanto llegó a la ciudad por la mañana se dirigió a verme. El resto del día se desapareció envuelto en reuniones y trabajo del cual si era sincera necesitaba desconectarme, así que lo dejé ser y me dediqué a pasar el tiempo con mi madre y mi abuela que se unió poco después del desayuno a nosotras.

Seis días después de haber regresado a casa mis padres por fin se quedaron tranquilos y planeaban partir de regreso al ducado la tarde del día siguiente junto a mi abuela, aquello quería decir que necesitaba cuanto antes organizar el tema de la noticia de mis bebés, así que aquí estaba, entrando a la oficina de mi muy ocupado y estresado marido envuelto en pilas de papel.

No entré por la puerta del frente, me colé por el saloncito de té junto a su oficina y me quedé en el umbral de la puerta observando su perfil. Tenía una camisa blanca de lino medio abierta en su pecho, las mangas las tenía recogidas sobre sus codos y sus brazos se tensaban mientras él con una regla trazaba lo que suponía eran líneas sobre un lienzo de planos. Alec soltó la regla y comenzó a escribir, remojó sus labios con su lengua y frunció el ceño mientras borraba y regresaba a escribir.

—¿Tiene un minuto para mí, majestad? — pregunto aún sin moverme de mi sitio. Su cabeza gira en mi dirección y mi corazón se acelera con la media sonrisa que me da.

—Podría sacar los minutos, sí — sonrío y avanzo hasta el enorme escritorio que rodeo y paso a sentarme en la esquina de este frente a Alec que me abre espacio alejando un poco la silla.

—¿En qué estabas tan concentrado? — me inclino a él y coloco mis manos presionando sus hombros con fuerza haciéndolo soltar un suspiro.

—Estoy harto de manejar tanto maldito papel, el prototipo del computador tiene un par de fallas que debo mejorar para hacerlo funcionar y verificar que tanto necesito incorporar, quiero terminar eso cuando antes pero las múltiples reuniones y tácticas de guerra apenas y me han dado espacio — el hecho de que me dijera de golpe todo aquello demostraba lo mucho que necesitaba compartir la carga.

—¿Por qué no me había dicho aquello? Podría haberte ayudado todos estos días con el tema de papeleo y demás, no estoy haciendo nada productivo.

—No te quiero recargar de trabajo que me corresponde, estoy más tranquilo sí sé que estás descansando lejos de toda la mierda que nos está rodeando — suspiro negando.

—Pues yo estaría más tranquila sí sé que mi marido no está hasta el límite del estrés con todo lo que ha pasado esta última semana. No puedo estar tranquila si sé que tú no lo estás, somos un equipo, ¿recuerdas? — él asiente de mala gana — no estás durmiendo lo suficiente, y sé que apenas comes cuando lo haces conmigo, te encierras a trabajar hasta tarde, me haces el amor y regresas a trabajar justo apenas se asoma el sol, eso no es descansar.

—Al menos saco tiempo para hacerte el amor — me río cuando sus manos se posan en mi cintura y él acerca más su silla a mí.

—Follar sería una menor palabra, eso es lo que has estado haciendo todos estos días.

Ríndete a Ella (LIBRO 2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora