❝ S e s e n t a y u n o ❞

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—¡JiMinnie! —exclamó vigorosamente SeokJin, quien había anticipado su llegada. De pie en la elegante y enorme entrada, sonrió en grande al visualizar a YoonGi y a JiMin salir del vehículo luego de que el chófer se encargara de abrir la puerta por ellos. —Te extrañé tanto, Minnie. Es muy aburrido tener que ir de aquí para allá cuando...-

SeokJin calló de golpe. El emisor fue el único responsable de la interrupción de sus propias palabras, arrugando el entrecejo al estar lo suficientemente cerca del Omega más bajo. El suave cabello platinado se encontraba desordenado, suaves hebras estaban disparadas por allí y por allá, descoordinadas. Jin colocó sus manos en los hombros del menor, y éste parecía ido del mundo que lo rodeaba; una pequeña sospecha cruzó por su cabeza y bajó la vista hacia su ropa, consiguiéndose con que las prendas de vestir se veían impecables, sin arrugas y en el lugar correspondiente.

SeokJin no había notado algo que resaltaba en él, algo que no estuvo allí cuando se marchó, por intentar buscar qué tenía en ese raro estado a JiMin.

El Omega mayor se dirigió en silencio hacia YoonGi, encontrándolo subiéndolos cinco escalones bajos que llevaban al piso elevado de color marfil, directo hacia la entrada y acercándose al par de Omegas. El pálido sólo sonrió hacia él, enderezándose con orgullo, antes de pasar de largo y dejarlo con la duda.

Sin rendirse, Jin examinó con su vista el cuerpo de JiMin, buscando problemas desde la punta de sus pies hasta su cabeza. Quiso reírse al percatarse de los labios hinchados, imaginándose lo sucedido durante el viaje devuelta, pero antes de poder hacerlo su campo de visión detectó algo más. La risa emergente que casi salió de su garganta se desvaneció, pasando a ser un agudo grito repleto de sorpresa.

—¡Te marcó! —exclamó anonadado el mayor, observando la mordida que debía tener apenas un par de días de antigüedad. SeokJin miraba la mordedura de apareamiento que YoonGi puso en él como una noticia difícil de digerir y asimilar. El Omega más alto carraspeó su garganta un minuto más tarde. —Así que... ¿El viaje a Busan estuvo bueno, eh?

—¡SeokJin hyung! —vociferó molesto, mostrando su creciente vergüenza. Jin río y JiMin gruñó bajito.

—No me gruñas, Park JiMin. O debería decir... Min JiMin. —bromeó. El nombrado refunfuñó y se apartó de él de manera brusca con el propósito de irse, haciendo reír de nuevo a SeokJin.

—¡No es divertido! —gritó JiMin desde el salón principal, debido a que desde esa distancia todavía lograba oír las risas de su Omega Cría. Rígido y enfurecido, fingió ignorar todas las miradas que caían sobre él, iniciando con los murmullos de los sirvientes fisgones.

Aquello sería el nuevo chisme fresco que todos los curiosos morirían por saber. La marca que resaltaba en su cuello se transformaría en la noticia más sonada de Daegu por los próximos tres días. Y eso sin hacer mención de las manadas vecinas y aliadas, las cuales probablemente darían rienda suelta a las típicas visitas para dar sus respectivas felicitaciones de cortesía.

Pero ese no era el problema dentro del asunto. Una mordida de apareamiento significaba que el Alfa y el Omega habían consumado su relación, uniéndose; más temprano que tarde, toda Daegu percibiría la demora en anunciarse la concepción del heredero y comenzarían a dudar.

Él tendría que prepararse para ese día, ya que no existirían excusas cuando la hora llegase. Tendría que decir la verdad y enfrentarse a lo que eso conllevaría.


• • •


YoonGi abrazó a JiMin, apoyando a su Omega en silencio. Apenas pudieron darse un descanso dentro del dormitorio cuando JiMin pensó que era un buen momento para relatar lo que había sucedido en su última búsqueda relacionada a su familia en Busan, sobre su imprevisto encuentro con su abuela y la historia que ella le contó. 

(••𝖉𝖚𝖑𝖈𝖊••)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora