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Pietro desarrolló la costumbre de tomar la mano de Clint todo el tiempo desde entonces.

Sus ojos siempre parecían asustados, y muchas veces Clint tomaba sus mejillas para mirarlo fijamente, los ojos del mayor eran lo contrario, fríos y tranquilos, eran lo único que podía relajarlo.

Y era extraño pero hermoso, cómo el mayor notaba el pánico crecer en el menor, y cómo simplemente tomaba su rostro, aplastando ligeramente sus mejillas y se acercaba hasta que la vista era sólo él, enfocaba los ojos en el otro, conectaban miradas y se quedaban allí largos minutos, sin decir o hacer nada más, hasta que finalmente Pietro lo abrazaba como agradecimiento, cuando aquello funcionaba y se sentía más tranquilo, un poco más a salvo.

Se encargaban de caminar juntos, de la mano, haciendo avanzar los cristales en sus tiempos de aburrimiento, sin más, viendo a la nada eterna e infinita.

—¿Crees que en verdad podremos salir de esto? —era una pregunta que Pietro formulaba cada tanto, que Clint últimamente contestaba de la misma manera.

—Aunque cueste una noche o cien años —decía, asintiendo—. Algún día saldremos de aquí.

Lovely ¦ Hawksilver AUWhere stories live. Discover now