eleven

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Steve apenas logró agacharse a tiempo cuando le arrojaron un zapato sobre la cabeza. Golpeó la pared detrás de él con un golpe sordo.

—¿Qué carajos? —Se enderezó con una mirada. Dustin y Lucas, que se habían estado persiguiendo alrededor del sofá, se congelaron con los ojos muy abiertos.

—Él empezó–

—Dustin es el que–

—No me importa 'quién', 'qué' o 'por qué' —Steve extendió sus manos a cada lado de sí mismo.— Cualquier zapato debe estar en sus pies —Señaló a los niños.— o en sus bolsos. Vamos.

Se fueron corriendo con disculpas murmuradas. Eran solo las 7 am y Steve ya tenía dolor de cabeza. Tenía un turno a las 3:00 pm hasta el cierre y un viaje de 6 horas antes de eso, y no tenía suficiente café en su sistema.

La sala de estar y junto a la puerta era un desastre de bolsos, toallas y zapatos, la puerta abierta. Max todavía estaba ordenando la habitación de las chicas y Nancy estaba dando vueltas por la casa con Mike, limpiando y asegurándose de que se veía como cuando llegaron. Will no se encontraba por ninguna parte. Dustin y Lucas ahora estaban cargando sus maletas por las escaleras con una discusión en voz baja.

Robin le pasó una taza llena de café con una sonrisa.

—¿Te he dicho alguna vez cuánto te amo? —Steve gimió, tragándose el café sin importarle lo caliente que estaba.

—No, en realidad, no lo has hecho —Robin se encogió de hombros.— Pero lo sabía de todos modos. ¿Tu habitación está lista?

Él asintió con la cabeza.— Toda mi mierda está junto a la puerta, ya que hicimos una carga con todas las sábanas ayer, acabo de hacer la cama y limpié el baño antes de bajar.

—Qué maternal de tu parte, Steve.

—¿No es eso sexista? —Él desafió; una ceja levantada. Robin puso los ojos en blanco y regresó a la cocina para limpiarla por última vez.

Fue una carrera loca y Steve apenas había visto a Eddie en toda la mañana. Se habían despertado abrazados. Era paz, calma, tranquilidad, hasta que Robin irrumpió por la puerta gritando que se suponía que debían irse a las 7:30 am y que ya deberían haberse levantado.

Steve se había mostrado reacio a dejar el lado del hombre.

Ahora, Eddie entraba y salía por la puerta principal, dejando las bolsas afuera ya que en realidad no habían decidido quién iba con quién. Steve pensó que sería más fácil seguir con lo que hicieron en el primer viaje. Eddie dijo que deberían cambiarlo. No tomó más de un batir de esas pestañas y Steve se derrumbó.

Rápidamente enjuagó su taza y corrió hacia la puerta principal para ayudar.

—¡Fuera del camino! —Max gritó repentinamente desde su izquierda. Él respondió antes de que ella lo derribara con una de las sillas al aire libre. ¿Cuándo bajó la chica las escaleras?

—Mierda, lo siento —Él notó el sudor en su frente.— Olvidé por completo que teníamos que guardarlos. Ayudaré.

—¡Solo quedan el sofá y las mesas! —Gritó por encima del hombro antes de desaparecer en el garaje. Asintió y dio la vuelta a la casa para agarrar lo que pudo.

El biplaza estaba luchando para cargarlo solo, pero supuso que las mesas probablemente serían más fáciles para Max como un trabajo de una sola mujer. Tenía los brazos estirados demasiado y se cayó de la cubierta.

—Fácil —Eddie apareció frente a él y maniobró el mueble para que lo llevaran de punta a punta. Su flequillo se le pegaba a la frente. Mala elección de llevar una camiseta con las mangas. Las letras plateadas sobre su pecho eran imposibles de leer.

summer '86Where stories live. Discover now