Capítulo 34

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Narra Roma 

Han pasado 2 semanas desde que Valerie ingresó al hospital. Los médicos aún no son capaces de identificar qué es exactamente lo que provoca su psicosis por lo que su condición no ha variado mucho. 

Los primeros días fui al hospital para estar con ella en las tardes y parte de la noche, aunque, para ser honesta, estaba más motivada por la culpa que sentía por sobre todo lo demás.

Valerie estaba sedada casi todo el tiempo, pero una noche -la última noche que fui a verla- estaba todo lo lúcida que podía estar, por lo que me reconoció inmediatamente. Me gritó e insultó tanto como pudo, alegando que él -asumo que se refería a William- solo necesitaba de ella, pero no la amaba y eso era por mi causa.

Gritaba, lloraba y se golpeaba a sí misma con tanta rudeza que intenté acercarme para consolarla mientras le aseguraba que lo que decía no era cierto, pero desistí cuando quiso golpearme a mí también. 

Tuvimos que llamar a los doctores para que le dieran calmantes, pues la situación salía de nuestras manos y Valerie cada vez se ponía más violenta.  Sin duda fue una escena muy difícil de ver, especialmente para Dalia quien, por cierto, me rogó que no volviera más allí.
Desde entonces no lo he hecho.

Suspiro con resignación y me dejo caer en la silla de mi escritorio con toda la poca gracia que se puede. Hoy es viernes por fin, pero ni eso me hace sentir menos cansada. Luzco como una foca deforme sin zapatos sobre una silla de la que fácilmente podría caer.

—Estamos en el trabajo, señorita Curie— habla William con todo frío mientras sale del elevador. Él sí luce más cansado que yo. Tiene ojeras profundas, su perfecto cabello está despeinado y no tiene corbata. Aun así se ve de los mil demonios— ¿Debo recordarse?—

Hablando de demonios, hablemos de su genio: Está tan mierda como siempre.

—No, señor— Hablo resignada y me acomodo en la silla.

—Póngase los zapatos— 

—Sí, señor— Repito en automático y me calzo los malditos zancos 

—Eres exasperante, Roma Curie— Vuelve a hablar

 ¿Qué hice?

—¿Cuál es tu problema, Galloway?— lo enfrento poniéndome de pie —Te molesta que hable y que no. Te molesta que te conteste de mala forma y también de buena forma. Te molesta que mire a un hombre guapo...— No alcanzo a terminar la idea, porque un muy exasperado William Galloway camina veloz hasta ubicarse frente a mí reclamando por repuestas y cruzando las barreras del espacio personal.

—¿Qué hombre guapo? ¿Uno más guapo que yo? ¿Dónde? Jamás, señorita Curie, vuelva a mirar a ningún un hombre -no importa si es guapo o no- que no sea yo— habla otra vez en tono amenazante, que me suena más a súplica. 

—¿Celoso, jefe?— Me acercó otro poco a él y le susurro con la intención de molestarlo un poco más.

—Cómo no tiene idea, cariño— Susurra también. —Se supone que solo tienes que verme a mí y suspirar de amor. Solo por mí— recalca— ¿Entendido?

—¡Já! Ya quisieras, William Galloway. Eres hermoso y toda la cosa, pero con tu genio de mier...—

De nuevo no logro terminar de hablar porque el muy odioso hombre acorta la distancia entre ambos y me besa. Es un beso delicado, suave y cálido y aunque sé que eso es jugar sucio me encanta

—Tramposo— Suelto después del beso.

—Lamento haberte gritado, cariño. No hay excusa para justificar mi genio de mierda— Dice y me da un pequeño beso en la nariz.  Yo solo sonrío en respuesta y es que el muy hijo de puta sabe cómo ganarme.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2023 ⏰

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