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No me arrepiento de haber madrugado el día de hoy, y creo firmemente que Katsuki Bakugō tampoco lo hace, a pesar de que son sólo las 21:00 horas cuando nuestros agotados cuerpos ya no pueden más y se dirigen a nuestra habitación para ir a descansar.

Y es que, el haber configurado nuestra alarma a las 6:30 horas nos permitió despertar situándonos en el presente, y asumir la realidad que nos enfrentaba y nos dolería por el resto del día.

Madrugar nos dio el tiempo suficiente como para abrir los ojos y sentirnos agradecidos de despertar a un lado del otro, permitiéndome también compartir miradas con aquel rojo carmesí al que le acompañaba una expresión de cansancio y unas profundas ojeras que muy probablemente no desaparecerían hasta dentro de un par de días.

Tal vez semanas.

El haber madrugado nos regaló minutos que no desaprovecharíamos, pues el inicial calor que desprendían nuestros cuerpos en estado de reposo -y que nos brindaba un acogedor confort alrededor de nuestras sábanas-, se convirtió lentamente en un ambiente que nos invitó a unir nuestros cuerpos con necesidad.

...Hacer el amor sin prisas en un contexto como este es algo que jamás podrías olvidar...

La luz del sol hace su aparición a través de las cortinas de nuestra habitación con timidez, haciendo juego con los silenciosos y cohibidos suspiros que se pueden escuchar únicamente si nuestros labios están cerca de los oídos del contrario.

Hacer el amor en este contexto es extraño, porque inicialmente pareciera que está mal.

Pero no es así.

Hacer el amor en este contexto es lo que ambos necesitamos para comenzar este día con la esperanza que se nos fue arrebatada, porque el acto de unir nuestros cuerpos con profundidad y lentitud comunica mucho más que las pocas palabras que podría obtener de Katsuki Bakugō.

Hacer el amor sin prisas responde a un contexto especial;

Uno que nos permite ser consciente de qué tanto somos capaces de comunicar con nuestros cuerpos...

...Y somos capaces de comunicar mucho.

Los brillantes rayos de este sol en invierno iluminan nuestros rostros dando el toque de ternura en nuestras expresiones serias y ceños ligeramente fruncidos.

Y de pronto el sol está firmemente instalado en el cielo matutino, mientras nuestros tímidos suspiros de convierten en quejas que son ahogadas por los labios del otro.

Encontramos en estas acciones -y en nuestras manos que aprietan firmemente el cuerpo del otro- el más puro gesto de amor y ánimo que necesitamos para enfrentar el día, y tan pronto como despegamos nuestros cuerpos, me levanto de la cama para tomar una ducha y darle un pequeño respiro al rubio que ha sido más golpeado que yo por toda esta situación.

Los minutos pasan...

Salgo de la ducha, e inicio mi aburrida y tediosa rutina de maquillaje únicamente vistiendo un calzón.

Pienso que esta vez será difícil ocultar la hinchazón de mis ojos, pero de todas formas hago el intento. Y para cuando estoy a punto de terminar, Katsuki entra al baño frotándose el rostro con una mano, mientras su otra mano es alzada en el aire para buscar mi cabeza y acercarla a sus labios.

El rubio besa mi cabello húmedo, e ingresa a la ducha...

Puedo ver a través de mi reloj de muñeca sobre el lavamanos que aún nos queda tiempo para desayunar.

Salgo a la cocina ya vestida, portando después de largos minutos de indecisión, un colorido vestido que no cuadraría con el contexto que me envuelve...

Relatos de una vida con Katsuki Bakugō.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora