Capitulo 9. Encuentro sorpresivo.

34 5 0
                                    

No pensar en Natan luego de nuestro segundo intento fallido, no ha sido nada fácil y ya han pasado dos días.
Cada vez que recuerdo la amargura de vos y sus palabras mi corazón duele demasiado. Y aun así, sigo creyendo que lo merezco, que merezco su odio y su desprecio.

-Debes entenderlo Mishell, el chico estaba enamorado y de la nada te fuiste, le rompiste el corazón mi reina y ahora que vuelves saca todo su dolor con la persona que causo el daño.

-Me odia, me odia mucho Mara.
Entierro la cara entre mis manos.

-Te aseguro que si le cuentas la verdad dejara de hacerlo, aunque estoy muy segura que no lo hace, solo no sabe como reaccionar, esta dolido.

-No puedo hacerlo, por lo menos no por ahora.

La campanilla anuncia a nuevos clientes, tomo aire y ambas nos levantamos de nuestros lugares.

Me tenso inmediatamente.

Natan...

Deseo ocultarme no se en que extremo de la tierra, que difícil son las emociones que nos hacen querer desaparecer.
Lo escaneo unos segundos.
Trae ropa de fiesta; vaqueros, zapatillas y una camisa manga larga blanca doblada hasta los antebrazos, con los primeros botones desechos, su aspecto desvelado y cansado aseguran que si estuvo en una.

Toma asiento en una de las mesas que están cerca a la ventana y se queda observado la bonita vista sin ganas. Ahora que esta de perfil puedo ver el pequeño moretón en su pómulo, la partidura que tiene en su labio inferior y lo magullado que tiene los nudillos.

Quisiera preguntar que sucedió, si esta todo bien, pero reconozco que no soy nadie en su vida para hacerlo y de hecho me quiere muy lejos de él, y lo respeto.

Tomo valentía para llegar a su mesa, aunque me cueste como a nada.

-Ho-hola.

Me mira por un segundo y de nuevo vuelve su vista a fuera, ni siquiera responde.

Respiro, ¿porque estoy tan nerviosa?

-¿Q-que ha-haces aquí?

Su mandibula se aprieta y sus mirada fria vuelve a mi.

-¿Que se supone que es este lugar?

No entiendo a que se refiere, por eso lo miro con el ceño fruncido y respondo lo que parece ser logico.

-U-un restaurante cafe.

-¿Y que venden?

-Pues Café, otro tipo de bebidas y comidas.

-Entonces porque crees que vendría, tráeme uno.

¡Auch!
¿Donde puedo encerrarme y no salir jamas?.

Mi cara arde de la vergüenza. Me toma mas tiempo del necesario reaccionar y dar media vuelta para ir a la cocina, donde dramáticamente me deslizo hasta caer sentada de culo con la espalda pegada a la pared.

Me siento una tonta por que en algún pequeño segundo paso por mi mente que podría ser capaz de escuchar una disculpa no que me hiciera sentir peor.

Respiro y suelto, respiro y suelto, respiro y suelto. Una técnica perfecta de relajación, repetirme todas las frases que me han funcionado me dan las fuerzas suficiente para levantarme y preparar su cafe.

-Es un Imbecil, no se quien le ha dado el derecho de tratarme como se le venga en gana. Ya no soy una tonta.

Termino por servir el cafe y lo llevo hasta su mesa y repito en automático con voz neutra el mensaje que tenemos para todos nuestros clientes.

-Son trece con cuarenta y cinco señor-no lo mires a la cara.

Dejo el pedido en su mesa, lista para salir corriendo pero su mano me detiene cuando toma la mía. Nos observamos fijamente por un corto segundo, hasta que el pronuncia palabra.

-¿Puedes prepararme otro para llevar?.
Su voz sale en un susurro cansado.

Asiento con mucha rapidez y su mano suelta la mía, y ambos nos observamos con cierta cautela antes de salir despavorida a la cocina.

-Mierda, mierda, mierda.

-No ensucies la cocina, por favor.

El intento de chiste de Mara me es insignificante en estos momentos, ¿Por que todo es tan raro?, ¿Y nunca tan preciso?.

No lo piensas tanto, no lo pienses tanto.
Me repito las veces necesaria para calmar el mar de emociones y pensamientos que empiezan a marearme, y es que es así, siempre sobre pensamos las cosas mas de lo normal, mas de lo habitual, y consume, pensar demasiado me estaba consumiendo, me esta consumiendo de nuevo, y no quiero caer, no quiero volver a tocar fondo, debo aprender a cerrar esa puerta que es la principal entrada a todo lo autodestructivo que detona y explota todo para mal, para un mal sin sentido que nos provocamos, que nos hace olvidarnos de lo bonita que es la vida, de las bonitas situaciones momentáneas, que dejamos de vivir por simplemente empezar a sobre pensar las cosas.

Me apoyo en la mesa mientras su cafe esta preparándose, intentando organizar mis pensamiento, intentando relajarme. Re evaluar donde estoy y donde estaba antes, las ganas que le estoy poniendo y lo mucho que quiero avanzar que deseo ver el sol salir para mi, son la fuerzas necesarias para tomar de nuevo el control sobre la situación, para protegerme.

Reconozco que actúe mal, que hubieron cosas mal entre ambos, que cada uno tomo su camino, y que tal vez no cumplí con algo que él esperaba, pero eso no le da el derecho de querer arrastrarme con su odio o que se yo, no puedo darle el derecho de que descontrole mis emociones, porque ni él ni nadie sabe lo que he pasado, lo que me ha costado estar donde estoy ahora, por eso no puedo darle la oportunidad a nadie de que lo destruya, ni siquiera a él, ni siquiera por nuestra historia inconclusa.

-Aquí esta tu café, ya sabes cuanto es, que pases buen día.

Esta vez, hablo segura, confiada, sin temor a su reacción o a su rechazo.

Me sorprendo cuando su mano toma la mía, y me obligo a girar, a enfrentarlo realmente por primera vez, a observar esos ojos grises que tanto amaba, pero que ya no brillan igual.

-¿Puedes acompañarme...a un lugar?

Su invitación me toma totalmente por sorpresa, de hecho esperaba muchas cosas que podrían pasar pero jamas, jamas, algo como esto.

No pronuncio palabra, porque me he quedado sin ellas al parecer.

Suelta mi mano, y baja su mirada.

-Esta bien, si no quieres, entenderé.

-Esta bien, ¿a donde quieres que te acompañe?.

Ni me lo he pensado y cuando levanta su mirada para verme sorprendido encuentro en sus ojos un toque de emoción, es lo que me ha parecido.

-¿De verdad?.

Asiento. Me mira con los labios entreabiertos, seguro sin entender, así como yo tampoco entiendo porque me invito y peor que todo porque le he dicho que si.

Cuando vuelva a salir el sol. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora