32. Segunda oportunidad

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•••POV Alex •••

¿Sabes quién fue el hombre más listo en el mundo? Y no, no fue Albert Einstein, si no más bien William James Sidis. Escribió cuatro libros (dos de anatomía y dos de astronomía) entre los 4 y los 8 años. A esa edad hablaba ocho idiomas, los que le habían enseñado y los que lo rodeaban en la entonces comunidad rusa en Nueva York: el latín, el griego, el francés, el ruso, alemán, el hebreo, el turco y el armenio, además del inglés.

Sí, fue muy listo y luego, del lado contrario estoy yo. La persona más tonta del mundo.

Debería haberme marchado luego de llevar a Nicky y Lorna a su casa. No debí haber tomado la avenida de regreso a la preparatoria, y tampoco debería haberme quedado a esperar para que saliera de su práctica y sin embargo, el corazón se me contrae de verla sola en la parada de autobuses y no puedo no llevarla a casa.

—¿A dónde vas tan sola, preciosa?— le pregunto de forma burlona.

Su rostro se crispa y sus mejillas se tiñen de rojo sin que una sola palabra salga de sus preciosos y dulces labios. Parece como si acabara de ver un fantasma, se queda inmóvil y no puedo evitar reírme de su timidez. Hace un rato no parecía nada inhibida moviendo su cuerpo de la forma en que lo estaba haciendo para provocarme y tampoco con esas muecas de disfrute que transformaban su inocencia en lujuria que me hizo salivar como un cachorrito viendo un trozo de carne frente a él.

La deseo, ¡Maldición! Mi cuerpo entero está como loco desde que la vi bailando para mí y no puedo evitar querer sobrepasar los límites de su diminuta falda y encontrarme con el paraíso entre sus piernas que llevo ya días extrañando y deseando mimar para hacerla delirar de placer carnal y desenfrenado mientras se corre para mí.

—Alex...— una sonrisa llena de incredulidad se dibuja en sus labios —Pensé que te habías ido y que no podríamos hablar.

—Que esté distanciada contigo no significa que voy a dejarte andar por ahí estúpidamente sola.— repongo con molestia por sus descuidos —Deberías decirle a tu padre que venga por ti.

—Sí...— suspira —Respecto a lo que dije el otro día, de verdad lo lamento... Conocías mi situación, sabías que yo no podía decir lo que creí que estaba sintiendo... Ni siquiera fui valiente para decírtelo a ti antes...

—Eso me queda claro.— asiento —¿Vas a subir al auto o qué?

—Sí.— se apresura a subir y colocarse en cinturón de seguridad —No me gusta como se siente que estés enojada conmigo.

—No estoy enojada.— me río de la forma más cínica que puedo —Solamente entendí mi lugar y tu situación. Estoy dolida, sí, e incluso algo triste, pero eso no es tu culpa, es solo mía porque ya sabía que esto iba a suceder y aún así seguí adelante pasando tiempo contigo.

—Perdóname...

—Claro, ya lo he hecho.— le digo avanzando por la ciudad.

—Pero de verdad...— su mano se coloca sobre la mía en la palanca de velocidades —Quiero que estés conmigo... Que pasemos tiempo juntas como antes... Te necesito.

—¿Y dejar que juegues conmigo?— me río aunque mi corazón grita que me acerque y la bese de una vez —No, Pipes. Debes estar jodiendo.— me niego rotundamente y agradezco estar conduciendo para no tener que verla a sus ojos hermosos —Yo no soy así, normalmente las chicas solo... Ellas buscan algo que yo puedo darles y no dejo que por eso me chantajeen y mucho menos que sus sentimientos entren en juego. Nadie juega conmigo, yo juego con ellas.

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