El día que todo empezó

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—¿Por qué nadie nos ha dicho que el hotel estaba tan lejos del aeropuerto? —Josh llevaba quejándose más de quince minutos.

—Porque entonces estarías quejándote justo como ahora pero más rato. —Rió Exon.

Era nuestro primer viaje juntos. El primero desde que ganamos Benidorm Fest, y esta sería la primera actuación en la que no teníamos que competir. Habíamos venido a al Festival de la Cançao de Lisboa, y estábamos tan emocionados que nos sentíamos como niños pequeños el día de Reyes. Nos alojábamos en un hotel bastante céntrico y el camino desde el aeropuerto había resultado ser más pesado de lo que habíamos pensado en un primer momento. Llevábamos casi 45 minutos de autobús y el tráfico parecía no acabarse nunca. A mí, sin embargo, el viaje en autobús me estaba resultando de lo más placentero mientras dejaba que Chanel me hiciera cosquillitas en el brazo. Por mí, podía no acabar nunca.

—Uy, se te ha puesto la piel de gallina... —Rió Chanel, su voz susurrada cerca de mi oído hizo que también se me erizara el resto del vello.

—Es que me da mucho gustito. —Me encogí de hombros.

Chanel me miró, mordiéndose el labio, y me abrazó con fuerza dejando un beso en mi mejilla.

—Pero qué guapa eres. —Dijo sin poder contenerse.

Yo sonreí para mí, acobijada en los brazos de Chanel, y dejé caer mi cabeza sobre su pecho.

—Puedes seguir con las cosquillitas. —Musité.

Ella rió y reanudó las caricias en mi piel.

—Qué mimosa eres...


Llegamos al hotel sobre las doce del mediodía. Dejamos las maletas en las habitaciones y yo aproveché para darme también una ducha, necesitaba despejarme un poco después del madrugón. Habíamos quedado en ir todos juntos a buscar algo para comer y después descansar un rato.

Fuimos cerca del hotel, nada lujoso, y nos sentamos en la terraza de una cafetería, hacía buen tiempo como para estar incluso en manga corta. Buscamos una mesa y entramos por turnos a pedir la comida, y no es que yo quisiera hacerme pájaros en la cabeza, pero Chanel siempre se mantenía cerca de mí. Yo también la buscaba, pero con cierta distancia, porque entendía que aunque habíamos tenido un acercamiento muy íntimo en nuestros primeros tiempos, eso había pasado ya y ella tenía pareja, había quedado claro. Nuestro tonteo no había pasado nunca de un tonteo sano, un poco intenso en ocasiones, pero sin cruzar la línea.

Por supuesto yo no era ciega, y me sorprendía a mí misma mirando, o más bien admirando, la figura de la morena cuando ella no miraba, repasando con mis ojos sus labios cuando cantaba o guardando mi respiración cuando su perfume se quedaba en el aire.

Si me preguntáis, no, no estaba enamorada. Era puro y duro encoñamiento.

O eso me gustaba a mí pensar.

Precisamente estaba pensando en eso, en qué pasaría si un día ella me descubriera, si un día la línea se cruzara, cuando ella literalmente empujó a Exon para sentarse a mi lado en la mesa.


—¡Joder! —Gritó Exon. —¡Que me tiras la Coca-Cola, tía!

Chanel sonrió y lo miró inocentemente. Pol, que estaba sentado justo enfrente, rió pasándose la mano por el pelo.

—¡Qué hambre! —Exclamó Chanel al sentarse a mi lado, juraría que mirándome a mí. —¿Qué has pedido?

—Pizza y unas patatas.

Tiempo muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora