1. Ralph

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No soy ni nunca he sido un santo, pero podría asegurar que tampoco he sido un idiota

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No soy ni nunca he sido un santo, pero podría asegurar que tampoco he sido un idiota. He terminado muchas relaciones fugaces, tantas como me las han terminado a mí, sin embargo, esta es la primera vez que cortan conmigo por medio de un mensaje.

Vale, Mía y yo no llevamos mucho tiempo saliendo como para esperar algo más formal, pero creo que al menos merezco una llamada y su propia voz.

Pero bueno, quién soy yo para juzgar.

Supongo que cuando se accede a una relación abierta, no viene incluido un protocolo más respetuoso para las rupturas. Aunque a decir verdad, cuando soy yo el que termina una relación, tengo la decencia de hacerlo en persona; decir «hasta aquí llegamos, pero fue divertido» es menos descortés cara a cara.

Guardo el teléfono luego de responder el mensaje de Mía con un simple sticker de un gato sonriendo y me recuesto en el sofá de mi hermano, suspirando. Una vez mi atención queda en el aire, escucho la risilla femenina proveniente de la cocina y, unos segundos después, veo a mi cuñada salir con un gran tazón de puré, seguida por mi hermano con algunos platos en sus manos.

Estoy a solo unos metros, pero parece que ni siquiera notan mi presencia. Y eso está bien, no creo que sea grosero porque no lo hacen adrede, es solo que estando juntos, se olvidan de que existe más universo fuera del que ellos forman entre sus miradas.

Los observo en silencio. Verónica entra y sale varias veces de la cocina con distintos tazones cada vez y en las ocasiones en que se cruza con Noah, se rozan suavemente los antebrazos antes de mirarse a los ojos dos segundos. Sonrío, aunque una ligera punzada de envidia me pica en el pecho.

Mi hermano es mayor que yo por algunos años y aunque he estado en cada etapa de su vida, en cada relación que ha tenido, es la primera vez que lo veo... así. Es un cambio sutil en su personalidad desde que está con ella; no es precisamente visible, es algo más como de su energía y cómo esta cambia cuando Vero lo rodea. Me hace darme cuenta de que, o bien Noah tiene una forma de amar especialmente única... o yo jamás había visto el amor en persona.

En realidad la opción correcta es irrelevante, lo único que sé es que yo nunca he sentido eso. Que no es una queja, eh, porque tampoco lo he buscado ni lo añoro como para sentirme mal al respecto.

Pero la punzadita de envidia está ahí... palpitando.

—La cena está lista —anuncia Noah, y a los pocos segundos su hijo sale corriendo desde la habitación para sentarse en el comedor—. ¿Te lavaste las manos?

Mi sobrino lo mira y blanquea los ojos antes de ponerse de pie de nuevo e ir hasta el baño para lavárselas. Yo camino hacia el comedor y miro a Noah con las cejas enarcadas, retándolo a que me pregunte si me he lavado las manos. No lo hace.

Camden regresa a la mesa y mira con deleite los tazones dispuestos.

—Ralph —me llama Vero—. ¿Te gustan las piernas o las pechugas?

Las raíces de Ralph •TERMINADA•Where stories live. Discover now