17. Ralph

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Una enorme disculpa a los comentarios previos que no he respondido. Me pondré a ello este fin de semana, he tenido unos días caóticos ♥ Muchas gracias por su apoyo y cariño. Y a los nuevos que andan leyendo, gracias por estar acá ♥ Y a los antiguos, gracias x1000 por seguir acá ♥

Mi rostro debe ser del todo revelador porque cuando cuelgo la llamada, Mariam me mira con una ceja enarcada

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Mi rostro debe ser del todo revelador porque cuando cuelgo la llamada, Mariam me mira con una ceja enarcada.

—¿Está bien tu amiga?

En treinta segundos la puse al día sobre quién es Montserrat y por qué está acá, así que de inmediato mi angustia fue traspasada a ella también.

—Dice que sí, que solo quiere irse.

—Y te irás con ella.

—No sonaba muy estable como para irse sola.

Mariam me observa unos segundos y lentamente entrecierra los ojos. Sus pensamientos son un enigma, pero sé que la mayoría tienen alguna burla en medio. Y, sin saber por qué, me sonrojo.

—Así que solo la acompañarás porque eres un buen samaritano —dice, sarcástica.

—No, la voy a acompañar porque es la mejor amiga de mi cuñada y sería muy grosero no ayudarla.

—De acuerdo, ignoremos el elefante en la habitación.

—No hay...

—No me molesta que me dejes plantada. —Cambia el tema abruptamente—. Pero tú pagas la cena.

—Puedes venir con nosotros.

—Soy buena en muchas cosas, pero hacer mal tercio no es una de ellas. —Voy a objetar, pero con una sonrisa burlona, Mariam me calla—. Está bien, la noche es joven y ya buscaré qué hacer luego de cenar.

Saco de mi billetera varios billetes, los dejo sobre la mesa antes de ponerme de pie y darle un beso en la mejilla.

—Te lo recompensaré.

—Más te vale.

Le sonrío y miro la mesa donde la cita de Montserrat sigue comiendo como si nada. La chaqueta de Mon está en el respaldo de su silla, la verdad es que no pienso un plan antes de ponerme de pie y caminar hasta allí. A medio camino veo a un camarero con bebidas que se cruzará conmigo y con la mesa del hombre, así que cuando estamos justo en la intersección, me tropiezo sin querer con el camarero, cuyas bebidas caen ceremoniosamente sobre la cita de Mon, sobre su plato, su camisa y su cabello.

—¡Lo lamento mucho! —me disculpo, levantándome, mirando al afectado—. Dios mío, lo siento, señor, fue un accidente...

En reflejo el hombre se ha levantado; pese a que se ha sonrojado y se ve la furia en sus ojos, le concedo crédito por no explotar e insultar o golpear a alguien. Solo se mira a sí mismo, el desastre rojo que es ahora su camisa para luego dar un rápido repaso a todo el restaurante, al resto de comensales que lo observan en silencio.

Las raíces de Ralph •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora