23. Ralph

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Noah revisa el horno —mucho más pequeño de los que acostumbra a usar en su pastelería— y asiente para sí mismo, complacido con lo que ve

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Noah revisa el horno —mucho más pequeño de los que acostumbra a usar en su pastelería— y asiente para sí mismo, complacido con lo que ve.

—En unos minutos el pollo estará listo.

Devuelvo la mirada del tazón de ensalada y añado más trozos de pepino en cuadritos. Al parecer es una buena idea hacer una cena de bienvenida cuando uno se muda solo por primera vez, así que con ayuda de Noah cocinamos la cena y su novia y Montse están invitadas.

No es nada formal, ni tan grande como para ser una fiesta, pero sí me emociona la idea de decir «hoy cenamos en mi apartamento». Como mi lista de seres realmente queridos es cortísima, solo seremos los cuatro y me parece perfecto.

Aunque... a decir verdad tengo un cosquilleo de nervios en el estómago desde que Montse dijo que sí vendría. Ha pasado más de una semana desde que me acompañó a comprar cosas para el apartamento, una semana desde que algo pasó entre nosotros. Y mis nervios son precisamente porque no sé qué pasó, ni siquiera sé si puede contarse como algo, después de todo solo fue un pequeño accidente en la sala en el que ella terminó cayendo sobre mí y entonces le dije que olía delicioso.

No fue nada y sin embargo...

Sin embargo.

La forma en la que me miró o al menos la forma en que creo recordar que me miró. Le he dado tantas vueltas en la cabeza que siento que estoy sacando completamente de contexto algo que en realidad no pasó. Quizás darle importancia es estúpido de mi parte y para ella ocurrió sin pena ni gloria, a lo mejor ni lo recuerda. Pero lo cierto es que desde ese día no la he visto y eso solo ha incrementado mis dudas, ¿habrá algo incómodo entre nosotros hoy? Hemos hablado con frecuencia por mensajes, mayormente de ella contándome los avances de su lectura de «La sombra del viento» y no parece que haya nada raro.

¿Entonces por qué me acelera el corazón pensar que hoy la veré en persona?

Aquella tarde, luego de que llegó el domicilio, comimos entre charlas intrascendentes y todo estaba bien; terminamos de sacar los utensilios nuevos, me ayudó a poner los empaques plásticos y de cartón en una gran bolsa para sacar al contenedor de reciclaje, estuvimos un rato armando un pequeño librero que acomodé en mi habitación y cuando cayó la noche, la acompañé hasta su edificio. Nos despedimos con una sonrisa y eso fue todo.

Luego, cuando llegué a mi apartamento, me acosté en mi sofá —la cama llegaría del almacén al día siguiente—, miré las cortinas que Montse puso y empecé a pensar en ella. En la forma en que se me disparó el corazón al ser consciente de que la tenía encima de mí, en mi mano viajando a su rodilla sin que yo le diera permiso, en ella tragando saliva al mirarme a los ojos. Me tenté de llamarla o escribirle esa misma noche pero desistí cada vez al no saber qué podría decirle.

Las frases "¿Tú sentiste algo o fui solo yo?", "no dejo de pensar en ti", "tu aroma se quedó en mi cabeza" o similares, aunque sinceras, sonaban completamente fuera de lugar en mi mente. Así que simplemente lo dejé ir... hasta ahora.

Las raíces de Ralph •TERMINADA•Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum