El amor todo lo cree, todo lo sufre, todo lo espera y todo lo soporta:
-Esta arepa está muy buena, papi. ¿Por qué no te compraste una?
El joven hombre miró a la niña con una sonrisa fingida y le limpió la boca con la servilleta que vino en la bolsa...
Si tal vez Pudieras comprender Que no sé Cómo expresarme bien Si tal vez Pudiera hacerte ver Que no hay otra mujer Mejor que tú para mí Si tal vez Me harías muy feliz Si tal vez Me lo podrías decir Si tal vez Detalle a detalle Podrías conquistarme Sería tuya
OV7, Te quiero tanto
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La cara se le puso tan roja a Franco que pareciera que esta le iba a estallar. La vergüenza que sintió en ese momento provocó que él posara los ojos en dirección al suelo, cuya mirada quedó enfocada en sus zapatos viejos como manera de evadir la situación embarazosa; sin embargo, ver lo demacrados que estos estaban, lo hizo sentir peor.
—¡Qué cosas dices, Ashley! —soltó con voz temblorosa—. Solo le traje un presente a la profesora, como solemos hacerlo; ¿o se te olvida que a tu antigua maestra también le hacíamos regalitos?
—¡Ay!, ¡qué mentiroso! Fue una sola vez y porque yo te lo dije. ¡Claro! Como la otra profe estaba viejita, ya no podía ser tu novia. Pero la profe Dani te gusta.
Ese era un momento, en el que él deseaba que se lo tragara la tierra.
Las risas de parte del portero rompieron un poco la tensión, debido a que Daniela lo acompañó con las carcajadas.
—¡Los niños se inventan unas películas! —exclamó ella para que Franco se relajara, puesto que había notado lo aturdido que el comentario de su hija lo dejó—. Ashley, deja de molestar a tu papi; además, a tu mamá no le va a gustar que le estés buscando novias a su esposo. ¿Qué es eso, pollita?
Franco, al notar la intención disfrazada de Daniela, sintió que el corazón le palpitaba muy fuerte en el pecho porque, si su instinto no le fallaba, ella estaba interesada en saber si este tenía pareja.
—Mi papi no tiene novia, así que yo no tengo una mami —respondió ella con ojitos tristes.
Al instante, Daniela se sintió culpable por haber mencionado el tema; no obstante, en ella surgió la necesidad de saber acerca de la vida de Franco y de su pequeña. ¿Quién era la madre y por qué la niña dijo que no tenía una? ¿Acaso Franco era viudo?
Pero también, ¿cómo era que tenía una niña de casi seis años si él apenas llegaba a los veinticinco, justo como ella? Sacando cálculos, la madre debió haber quedado embarazada poco tiempo después de que ellos dejaran de verse, lo que significaba que él pudo haberla tenido con la novia, a quien le presentó antes de que ella dejara la capital.
—Ya basta de charlas, debemos irnos —espetó Franco, un poco incómodo.
—Yo los llevo. Dejaré a este niño en la dirección y voy por mi vehículo —ofreció ella con una sonrisa.
Franco sintió que podía colapsar en cualquier momento. En ese instante, en el que su orgullo —o el poco que le quedaba— se podía ir a la borda, si Daniela veía dónde y bajo qué condiciones vivía él con la niña, Franco se preguntaba por qué rayos ella tuvo que ser la maestra de su hija.