Capítulo 31

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Cuando se ama por primera vez
Cuando te fuiste mas allá de un beso
Descubres la pasión
Ya no es solo un momento
Solo quieres estar a su lado
Y comernos en tu pensamiento

El aroma de tu cuerpo
Acaricia lo perfecto
Nos fundimos piel con piel
Los dos

Se detiene el tiempo
Se agita la respiración
And then you're here with me
Girl it feels so right


Primera vez, Prince Royce

Franco observó a Daniela con fiereza, aunque también trataba de luchar contra los nervios que lo atacaron

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Franco observó a Daniela con fiereza, aunque también trataba de luchar contra los nervios que lo atacaron.

En el pasado, después de que Erika salió de su vida, tener encuentros sexuales con algunas mujeres no le era dificultoso, como tampoco recordaba haber tenido ni una pizca de nervios ante del acto.

Pero ahora se trataba de Daniela, su ratona. Es por esto que sentía una mezcla de emociones, por el simple hecho de imaginarse tener tal intimidad con ella.

Él tragó pesado ante la invitación de Daniela y la miró con deseo, uno fuerte e irrefrenable; uno que esperaba poder saciar porque no creía que podría reprimirlo más.

En silencio, ambos se dirigieron hacia la habitación de Daniela y, una vez adentro, se quedaron estáticos en su lugar por un rato. De momento, los dos se miraron a los ojos y se sonrojaron, entonces Daniela empezó a hurgar entre las gavetas.

—Toma; aquí tienes una toalla y un cepillo dental. —Le extendió los objetos—. El baño está allí. —Apuntó en dirección a un rincón que quedaba en la parte derecha de la alcoba, donde había una puerta de madera fina.

Franco asintió y se dirigió hasta allí, pero a medio camino ella lo detuvo.

—¿Vas a entrar con la ropa? —Daniela se le colocó al frente y empezó a desabotonar la camisa que él llevaba puesta.

Este la miró con picardía y a la expectativa.

Los ojos de Daniela tomaron un brillo intenso cuando ella descubrió el pecho fornido de su chico. Se relamió los labios y empezó a tocar cada músculo que estaba descubierto a ella.

—Nunca he estado con un hombre tan sexy como tú. Pareces una fantasía.

Franco sonrió coqueto y la miró a los ojos con un deseo que a ella la ponía a temblar.

—Yo tampoco he estado con una mujer tan hermosa como tú. Espero llenar tus expectativas, Ratona. —Le dio un beso casto sobre los labios.

Daniela continuó desnudándolo hasta que él se quedó en calzoncillo, entonces Franco empezó a hacer lo mismo con ella.

Con lentitud y delicadeza, iba quitando las prendas costosas de ella, hasta que su enamorada se quedó solo con la lencería puesta.

Franco se lamía los labios mientras detallaba cada curva del hermoso cuerpo. Le acarició el cabello y los dedos bajaron con roces superficiales, desde el rostro hasta los pechos. Se detuvo allí y empezó a acariciar por encima del sostén, al tiempo en que la observaba como depredador a su presa.

El cuerpo de Daniela fue azotado por varios temblores y la respiración se le tornó irregular. Se preguntaba: ¿Qué era aquello que la sumía en ese trance delicioso, pero tortuoso a la vez? Todo por un simple toque.

—V-Vamos al baño —tartamudeó ella, con obvio nerviosismo.

Ellos se condujeron al aseo con un poco de timidez, pero pronto esa tensión se desvaneció cuando empezaron a lavarse los dientes, uno al lado del otro.

Las risas llenaron el baño, debido a los jugueteos y empujones leves, asimismo, acompañaban sus juegos con miradas furtivas y atrevidas.

Después de que terminaron de lavarse los dientes, se miraron con timidez y sonrojo, anticipando lo que vendría. Daniela fue quien rompió el hielo cuando le atacó la boca y tuvo que ponerse de puntitas para alcanzarlo. Como respuesta a su invasión, Franco la agarró por los glúteos y la levantó un poco para poder tener más acceso a ella.

Él le desabrochó el sostén y se lo quitó, entonces la admiró por unos segundos con expresión fascinada. Disfrutó de la piel sensible por un rato, acción que puso a Daniela a temblar y a gemir mientras le apretaba el cabello.

Las prendas que les quedaba puesta fueron a parar en el piso, entonces debajo de la ducha, ellos se acariciaban y se besaban.

El agua se escurría entre sus cuerpos, al tiempo en que el jabón era regado por toda la piel. Ambos disfrutaban de su desnudez con calma, como si jugaran a descubrirse.

Fuera del baño, Daniela secaba a Franco y este a ella. Una vez secos, él la cargó entre sus brazos y la acostó en la cama.

Daniela permitía que el viajara a través de su cuerpo, que invadiera su piel con besos y caricias, asimismo, expresaba sin vergüenza los sonidos de su disfrute.

La boca de él le pareció habilidosa mientras ella se rendía al placer que él le brindaba con gemidos roncos. Él, por su parte, gruñía ante la delicia que emanaba de ella, perdiéndose en el dulce de su miel y en la suave textura.

Espasmos la sacudieron y esa fue la señal para él detenerse y colocarse a su lado. Los dedos de ella rozaban la espalda de él, al mismo tiempo en que sus bocas se unían.

—Te amo, Ratona —dijo él extasiado.

—Yo también te amo, Franco —respondió con voz entrecortada, puesto que todavía estaba bajo el efecto del orgasmo.

Después de que se puso el preservativo, Franco se le iba a colocar encima, pero ella lo detuvo, entonces lo cabalgó con destreza y sus cuerpos se unieron en un exquisito placer. Sus gemidos y jadeos se combinaban, junto a los sonidos que hacían los movimientos de sus cuerpos al frotarse.

La danza de caderas se tornaba cada vez más intensa y placentera, mientras que sus sudores se volvían uno.

Una sensación electrizante les recorría la piel, asimismo, el cosquilleo era fascinante. Se sentía bien tal intimidad y complicidad, donde ellos disfrutaban del placer sin inhibiciones y en total entrega.

Franco le apretó las caderas y se incorporó con ella encima. Su boca se adueñó de los pechos redondos mientras él agilizaba el movimiento brusco y preciso.

Se mordió los labios ante el esfuerzo que hacía para no estallar, puesto que no quería terminar hasta que ella llegara. Él aferró su cabeza en la clavícula de ella mientras repartía besos en toda el área y le acariciaba los senos.

De repente, Daniela le enterró las uñas en la espalda y dejó salir un gemido sonoro que inundó la habitación. Los espasmos y las contracciones de parte de ella le dieron luz verde a Franco, para dejarse envolver por el arrollador orgasmo que lo hizo jadear y gruñir.

Con temblores en sus cuerpos húmedos y enrojecidos, ellos se abrazaron fuerte, al sentirse más cercanos y apegados.

—Eso fue genial, Ratona. —Franco la besó en los labios.

—Ay, Franco, ahora me has enamorado más. ¿Qué harás conmigo si ya me he aferrado tanto a ti?

—¿Qué haré? Amarte, mi bella Daniela.

Ellos se besaron como si la pasión aún no se hubiera apagado y, al cabo de unos minutos, repitieron su ejercicio de amor.

PenuriasWhere stories live. Discover now