Capítulo 42

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Varios años atrás...

Franco luchaba con Erika, quien jalaba su valija con fuerza mientras le gritaba que la dejara ir.

—¡No puedes ser tan egoísta y cruel! —profirió él desesperado.

—¡Eres un exagerado! ¡No quiero seguir viviendo en esta pobreza! Tú no eres capaz de mantener esta casa. ¡Poco hombre!

—¿Vas a abandonar a tu hija? —Franco continuaba jalando la maleta para impedir que ella se marchara.

—¡No quiero tener una hija! ¡Mírame, Franco! Soy joven y hermosa, así que me merezco vivir como una reina. Esta no es la vida que deseo. Que me vaya a ir es tu culpa porque no has sido capaz de darme ni para mis gustos.

—¡Trabajo solo para ustedes! Todo mi sueldo lo utilizo para ti, Ashley y mi mamá. Para mí no compro nada. —Él soltó la maleta y se apretó el cabello con impotencia. Después de unos segundos de silencio y tensión, Franco suavizó su semblante y la miró con ruego—. Estaremos mejor, te lo prometo. Cuando termine mis estudios...

—¡Por favor, Franco! Solo eres un tonto soñador. ¿Crees que de verdad lograrás graduarte? Además, esa estúpida carrera no te servirá de nada en la vida real. ¡¿Cocinero?! ¡Bah!

—Debes ayudarme con Ashley, es tu obligación —le reclamó con tono firme.

—¡No me da la gana! —profirió.

Ella salió de la casa arrastrando la maleta, mientras que Franco le suplicaba que no se fuera.

Solo, con una bebé y su madre convaleciente, Franco lloraba por la impotencia, el desamparo y la incertidumbre que lo estaban enloqueciendo.

—¿Qué haré ahora? ¿Cómo podré trabajar, estudiar y cuidar a mi madre y a la niña? —se lamentó mientras se apretaba el cabello, sentado en el piso con expresión de derrota.

—¿Qué haré ahora? ¿Cómo podré trabajar, estudiar y cuidar a mi madre y a la niña? —se lamentó mientras se apretaba el cabello, sentado en el piso con expresión de derrota

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Presente

Con dos canastas llena de empanadas, Franco se subió a un autobús que lo dejaría frente al instituto, donde tomaba sus lecciones. El delicioso olor inundó el lugar, y más de uno le preguntó si él tenía en venta lo que llevaba allí.

Cuando Franco salió del transporte, ya había vendido todo el contenido de una de las dos canastas.

Después de que terminó su lección, él se sentó afuera para terminar de vender las empanadas que le quedaron. No pasó mucho tiempo para que estas se le acabaran y las personas se quedaran buscando más.

Eso le dio una idea a él que pronto compartiría con Daniela.

—Hola, amor. —Como si la hubiera invocado con su mente, ella se apareció de forma repentina, se le tiró encima y lo llenó de besos—. Hoy te llevaré a un lugar especial.

PenuriasWhere stories live. Discover now