Ejércitos democráticos y ejércitos aristocráticos.

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"Cada uno pelea con las armas que le dieron los dioses. A ti te dieron tu velocidad y tu fuerza. A mí me dieron la astucia" – (Ulises a Aquiles), Homero –

La guerra es la continuación de la política por otros medios. Y deberíamos añadir: "...y viceversa". La política es la manifestación, en todas las esferas de la vida social, de instituciones cuya función primaria y más importante es la guerra. La guerra y la paz no son antagónicas, sino simbióticas. La guerra se hace para defender algún interés económico, pero es la economía la que paga el costo de la guerra. La guerra se hace para defender alguna religión y los sacerdotes dan ánimos a los soldados diciéndoles que los dioses están de su lado. La tecnología civil encuentra su uso militar y la tecnología desarrollada para la guerra encuentra su uso civil. El cohete y el misil se inventaron el mismo día: un cohete y un misil son la misma cosa, apuntando hacia arriba o de costado. Hay una dependencia recíproca entre el modo en que vive y en que pelea una sociedad. Ulises debe haber sido un rey muy distinto que Aquiles, no solo en el campo de batalla. En la guerra, los cartuchos de dinamita que se usaban para obras de ingeniería se convierten en granadas; los rieles de ferrocarril viejos se usan para fabricar erizos checos; los fertilizantes, para fabricar bombas; se instalan ametralladoras en las camionetas 4x4; las fábricas y monasterios se convierten en fortalezas; los cazadores se convierten en francotiradores, las prostitutas en espías, los atletas en mensajeros. Pero sería un error creer que esto se limita a los objetos materiales y los oficios prácticos. En la guerra, cada bando usa todo lo que tiene a mano para buscar la victoria, y esto incluye su organización social, su estilo de vida, su religión, su cultura popular, su ciencia, su arte.

El modo de luchar de una sociedad se funda en el modo en que funcionan allí las cosas. De ahí que una estrategia militar efectiva solo puede ser imitada al 100% por otra sociedad donde las cosas funcionen de modo similar. Una sociedad diferente puede estudiar sus estrategias y tomar de ellos ideas útiles, pero no pueden imitarlos por completo. Viceversa, los cambios introducidos en la organización de las milicias se convierten más temprano que tarde en cambios sociales. Las personas que se han vuelto más importantes en el campo de batalla reclaman un status social más importante en la paz, y hay un sentimiento generalizado de que ese reclamo es justo.


La infantería es la democracia. No en un sentido metafórico, sino literal. La multitud de hombres armados con armas individuales se funda en el mismo principio que el régimen de un hombre=un voto. Quienes tienen armas van a reclamar derechos civiles y, si les quitan los derechos que tenían, los van a recuperar con las armas. Por esto es que todo el que aspira a convertirse en tirano lo primero que hace es desarmar a la población. Por esto es que la caída de la democracia se traduce de modo invariable en una decadencia de la infantería y por esto es que los regímenes despóticos tienen muy mala infantería (exceptuando a una pequeña fuerza de élite, que son básicamente caballería sin caballos). Hay un indicador histórico inconfundible que delata una mala infantería: los héroes. Un héroe es un hombre que combate individualmente fuera de las filas, desobedeciendo órdenes o habiendo perdido la comunicación con sus superiores. Los héroes son el indicio más claro de un ejército desorganizado, amateur e indisciplinado. Los griegos de la Edad Oscura tuvieron a sus Aquiles y sus Áyaxs. Los romanos de la monarquía y los primeros años de la república tuvieron a sus Horacios y sus Coriolanos. Después, ya no conocemos más el nombre de ningún soldado individual; lo único que hay son falanges de hoplitas o manípulos de hastati, en donde el abandonar las filas para batirse en combate singular está penado con la muerte. 

Las pequeñas fuerzas "legendarias" de infantería de élite aristocráticas, cubiertas de adornos lujosos y enamoradas de su propia leyenda, son básicamente héroes producidos en serie. Esparta tiene a sus hómoioi, Persia a sus inmortales, la Europa medieval cristiana a sus templarios, los nórdicos a sus berzerkers, los aztecas a sus hombres-leopardo, el Japón feudal a sus samuráis. Todas estas fuerzas tienen un elemento en común: eran pocos. Y, además, tampoco eran algo del otro mundo. Mezclados entre ejércitos de campesinos mal armados y sin entrenamiento militar, ese puñado de guerreros profesionales parecían la encarnación del dios Marte; pero haciendo un balance imparcial y racional de sus méritos, todas esas fuerzas "legendarias" están claramente sobrevaloradas. Cuando los romanos y sus aliados de mediados del siglo V se enfrentaron a los hunos de Atila, el emperador envió a la guardia pretoriana a sumarse a la batalla y los documentos de la época describen la admiración que ese cuerpo de guerreros profesionales inspiró entre quienes iban a combatir a su lado, mientras que en tiempos de Augusto (cuyas legiones, heredadas de la república, todavía no habían decaído visiblemente) los pretorianos eran considerados "citadinos gordos disfrazados de soldados". Los berzerkers se parecen, en su aspecto y en sus tácticas, a los vélites, la infantería ligera de Roma: que nunca fue lo mejor de sus legiones. Los hómoioi eran simples hoplitas. Es verdad que todos los griegos los consideraban los mejores. Pero Esparta nunca tuvo otra cosa que valiera la pena y dependió de sus aliados para casi todo lo demás. La espada larga, común a los caballeros medievales europeos y a los samuráis japoneses, es otro indicio inconfundible de batallas desordenadas y ejércitos mediocres. 

Las armas que nos dieron los dioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora