Apéndice: Falacias del des-centralismo.

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El descentralismo es una ideología que afirma que el problema de base en toda forma de autoritarismo es el TAMAÑO del estado. Medido tanto en territorio y habitantes como en recursos de todo tipo. La libertad, por lo tanto, necesita antes que ninguna otra cosa de estados más pequeños: formas de gobierno, líderes y partidos son secundarios.

En nuestros días, a medida que el R.U. y la U.E. se hunden aceleradamente en el totalitarismo y EE.UU. se convierte en una democracia de bromas de estilo latinoamericano, el descentralismo se ha vuelto a poner de moda.

Los descentralistas nos dicen que, en un estado pequeño, la democracia es realmente un gobierno del pueblo, porque cada voto cuenta. Y, si un estado pequeño NO es democrático, sus habitantes pueden "votar con los pies" y emigrar. Un estado pequeño elimina las dos semillas del totalitarismo estatal: el ejército profesional y la burocracia. Nos dicen que una liga de pequeños estados es a la vez más eficiente para la defensa y menos propensa a las aventuras imperialistas que un solo estado grande. Que las guerras entre estados pequeños son infrecuentes, breves y poco sangrientas. Y señalan que las dos peores guerras de las que hay registros históricos fueron provocadas por el nacionalismo de estados colosales.

Si confrontamos estas afirmaciones con la realidad, veremos que prácticamente todas son falsas.

Históricamente, la inutilidad de las ligas ha sido la principal causa de su transformación en imperios. Cada miembro de la liga busca contribuir con lo mínimo posible a los objetivos comunes y, cuando no tiene modo de eludir sus responsabilidades, prefiere aportar dinero y/o mercenarios que no a sus propios hombres. La apatía de las ligas las vuelve poco propensas al expansionismo, esto es verdad; pero, por la misma razón, son igualmente apáticas para lanzar ataques preventivos claramente necesarios. Las ligas dejan crecer a sus enemigos hasta que estos se vuelven una amenaza existencial y, aún entonces, las divisiones internas, los traidores, la corrupción de sus dirigentes y la apatía de los miembros secundarios les impiden ofrecer una resistencia seria.

Es doblemente falso que "las dos peores guerras de la Historia" hayan sido causadas por el nacionalismo. Es falso que las Guerras Mundiales hayan sido "las dos peores guerras en la Historia". En las Guerras del Opio y en la Guerra Civil Rusa murió indudablemente más gente que en la PGM. En la Guerra Civil China murió probablemente más gente que en la SGM, aunque por la censura del régimen no podemos saber esto con certeza. 3 de los 5 conflictos más sangrientos de la Historia enfrentaron a compatriotas. Y es falso que las otras dos hayan sido provocadas por el nacionalismo: La PGM fue una guerra entre imperios coloniales por mantener el control de sus colonias y sus rutas comerciales, mientras que la SGM enfrentó principalmente a un partido pan-europeo con un partico cosmopolita. Ambos compartían la creencia de que el partido estaba por encima del estado. Uno subordinaba la nacionalidad a la raza y, el otro, veía a los nacionalistas como "tontos útiles". Además, la Guerra del Pacífico entre los nacionalistas japoneses y americanos fue tan sangrienta como puede serlo una guerra; pero terminó en la firma de un armisticio y esas naciones han vivido en paz por casi 80 años desde entonces. Porque la existencia de una nación no representa, en sí misma, una amenaza para otra nación. Los cosmopolitismos, en cambio, son como los inmortales: "Solo puede haber uno".

Las guerras entre estados pequeños son breves y poco sangrientas en términos absolutos. Porque una guerra entre estados de diez mil habitantes no puede dejar un millón de muertos. Pero no lo son en relación a su escala. La campaña ateniense contra Siracusa tuvo un saldo de muertos que, en números absolutos, fue una semana normal de la PGM. Pero para Atenas representó una reducción tan importante de su población masculina, que la ciudad se vio forzada a legalizar la bigamia. Lo mismo con respecto al tamaño de sus milicias: Históricamente, cuanto más pequeño es un estado, más grandes necesitan ser en proporción los integrantes de sus fuerzas para compensar la debilidad de su tamaño (ni siquiera el Vaticano es una excepción a esta regla: la Guardia Suiza, de 114 miembros, representa el 16% de la población del estado. En Argentina, eso equivaldría a unas fuerzas armadas de más de 6.500.000 hombres), llegando algunos incluso a tener que reclutar mujeres: como los lesbianos en la antigüedad o Israel hoy.

La idea de que, en un estado autoritario pequeño, la gente puede "votar con los pies" e irse a vivir a otro democrático, presupone que, en los estados autoritarios grandes, es la distancia a la que está la frontera la que le impide a la gente huir. Lo cual es claramente falso. Son las fronteras amuralladas, la policía secreta y el uso de los parientes y amigos como rehenes los que retienen a las personas en países gobernados por regímenes despóticos. Y estos cuentan además con los aliados de facto de los países más libres y, por eso mismo, más prósperos: quienes no tienen ninguna gana de que toda la población de un país de mierda sea vertida dentro de su territorio. Las políticas anti-inmigración de los países libres y prósperos se convierten, de facto, en aliadas de las políticas anti-emigración de las dictaduras. Ninguno de estos fenómenos se ve afectado por el tamaño de los estados.

Por último, aceptemos por hipótesis que el ejército profesional y la burocracia son las semillas del totalitarismo: ¿Es la descentralización un remedio que impide el crecimiento de esa semilla? Los grandes estados se forman para ocuparse de grandes problemas: La defensa de grandes zonas geográficas, el comercio internacional, etcétera. Ahora bien; el estado puede ser pequeño, pero esos grandes problemas no van a dejar de existir. Como esos problemas afectarían a un conjunto numeroso de estados y como ninguno de estos tendría los recursos para solucionarlo por su cuenta, tendrían que formar ligas para ocuparse de toda clase de asuntos: la defensa, el comercio, la investigación tecno-científica, el cuidado del medio ambiente, etcétera. Pero esto no elimina los ejércitos profesionales ni la burocracia, sólo deja esos problemas comunes en manos de la que históricamente es y ha sido siempre la más corrupta e ineficiente de todas las instituciones: la burocracia de las ligas.

La burocracia de una liga se diferencia de la burocracia de un estado nacional en que las leyes que la rigen son, o bien inexistentes, o bien confusas y de aplicación prácticamente nula. El funcionario jerárquico de una liga sabe que no responde ante NADIE. Maneja enormes cantidades de recursos económicos y de todo tipo, muchas veces en secreto y con prácticamente ningún control que mire que está haciendo realmente con esos recursos. El resultado predecible son niveles de corrupción dantescos. Y eso es lo que observamos en toda burocracia de una liga pasada o presente. Ahora bien; si un estado de 100M de habitantes se atomizara en 100 estados de 1M, TODO allí estaría controlado por instituciones como la WTO: no solo la defensa y el comercio, sino el agua corriente, la electricidad, la salud pública, el transporte, la educación, los alimentos,... Quien quiera saber cómo se vería eso: dele un vistazo a cualquier país bajo una ocupación militar.

El descentralismo no sólo es una pésima idea en sí, sino que va en la dirección opuesta a lo que realmente necesitamos.

El gran problema del mundo de hoy es que sólo existe un partido político global y este es oligárquico: mientras que los dirigentes políticos populares y/o democráticos tienen ambiciones modestas a escala nacional. Lo que necesitamos, hoy, no es repudiar el nacionalismo basándonos en la falacia: grande = malo; sino, por el contrario, formar un partido democrático internacional que sirva de contrapeso al globalismo.

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⏰ Terakhir diperbarui: May 25, 2023 ⏰

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