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Mis padres tienen dos grandes pasiones en la vida: la religión y las hamburguesas. Por eso en el cuadro frente a mí Dios sostiene una triple con queso y huevo en lugar de la hostia.
Virburgers fue inaugurado en 1997, el año en que nací. Es un local de comida rápida con una decoración de los años setenta: pisos tipo ajedrez, luces neón, taburetes y cabinas rojas. También tiene un toque renacentista con el techo en forma de cúpula del que te saludan perezosos ángeles acostados en las nubes. Hay cuadros con personajes bíblicos modificados: Moisés abre un mar de Coca-Cola en lugar de agua, María y José arropan un sándwich de pollo a falta del niño Jesús... Tenemos una telaraña de cristal con luces multicolores y velas en cada mesa.
—¿En qué piensas, Vir? —pregunta papá cuando el tintineo de la campanilla anuncia que el último cliente acaba de salir—. Apenas tocaste tus papas fritas, y son tu obsesión.
La mención a las hortalizas me recuerda a la noche con Teodoro. Enderezo la espalda y niego con la cabeza, avergonzada. No quiero tener flashbacks sexuales frente a mi padre.
—Estaba repasando mentalmente algunas cosas para el próximo examen. —No es una mentira del todo—. Hay mucha teoría, pero tengo poca práctica.
Por ahora tengo un desaprobado en Sexo 101.
—Pero esa evaluación no está a la vuelta de la esquina, ¿verdad? Tienes tiempo.
Observo las papas frente a mí. Tomo una y la levanto para estudiarla.
—¿Y qué si la práctica no me alcanza? Puedes estar muy preparado y fallar.
Se oye la risa de mi madre desde la cocina. Se inclina sobre el mostrador donde deposita los pedidos para que papá los entregue. Tiene una espátula en la mano que brilla debido a los restos de aceites.
—¿Por qué crees que las carreras universitarias duran años? —Enarca una ceja detrás de sus puntiagudas gafas rojas—. Cuando hay tanto por aprender necesitas tiempo. Cuando hay tanto que practicar necesitas múltiples intentos para hacerlo bien, por eso existe la posibilidad de rendir un examen más de una vez o recursar una materia... Y una vez que te recibas seguirás aprendiendo otras cosas de otras formas.
Santa Claus —así lo apodan, todos creen que se parece a él— asiente para darle la razón a su esposa antes de abrir la caja registradora y contar la recaudación del día:
—¿Y sabes por qué los patos bebés nadan en fila detrás de su madre, Virgi?
—¿Porque es adorable? —advino cuando mamá desaparece.
—Porque las olas que genera la mamá chocan contra el patito que va detrás y así este debe esforzarse menos, es física. Lo mismo con el resto. Es como si ella creara una ola para que ellos la surfen.
—¿Patos bebés que surfean? —Gimo con ternura—. Eso es incluso más adorable.
—Ir en fila también les sirve para dispersarse de forma fácil y sin atropellarse cuando aparece un depredador. —Mi madre reaparece con la bolsa que lleva mi cena—. Una clienta que alimenta patos en el Cock Lake nos lo contó hoy, ¿ves?
