Prólogo

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Antes de que la era del hombre de sus primeros pasos, las fuerzas de la luz y la oscuridad estaban en guerra, derramando el caos por la fas de la tierra. Los soldados que tenían la luz como estandarte, resplandecían de ella, con dos alas nacientes de sus espaldas surcaban los cielos por la victoria. Serían llamados ángelus por las primeras generaciones, para luego pasar a llamarse ángeles.



Sin embargo, sus enemigos destilaban odio y fuego, revistiéndose en su propia sangre, llamados démon por los primeros historiadores, termino que sería conocido como demonios. Ellos portaban una fuerza que los antiguos llamaron Katáres, lo que se traduce como maldiciones. Poder que los ángeles no lograban contrarrestar, hasta que la Luna acudió en su ayuda.



La diosa Luna les brindó su luz. Con ella los seres alados pudieron crear una fuerza superior a todo lo que habían conocido, denominada Evlogíes, lo que significa hoy en día bendiciones. De esta forma desterraron a los demonios a la tierra, quedándose con el cielo que guardan las nubes. Desde entonces, ambos seres estarían fríamente enemistados.



Los siglos pasaron y reinó una paz relativa en toda la tierra y en los animales que la habitaban. Sin embargo, la diosa Luna sentía que faltaba algo más, necesitaba a otra especie sobre el planeta. Así que, desde lo alto, donde duermen las estrellas, formó con su luz a los primeros humanos, no les puso nombres, sólo los moldeó con el polvo de la tierra misma. En un principio eran primitivos, hasta que evolucionaron, y se expandieron por cada rincón, formando múltiples imperios. Su propio avance hizo que se posaran sobre ellos muchos ojos, hambrientos de codicia.



Los demonios descubrieron que los humanos eran manipulables, por medio de los oscuros deseos que se esconden en sus mentes, comprendieron el funcionamiento de la mente humana, y sus sentimientos, empujándolos a hacer cosas horribles aprovechándose de la debilidad de su carne y de su alma, para así tomar venganza de la Luna por atreverse a brindarle ayuda a los ángeles.



Estos seres oscuros atacaban a los imperios construidos por el hombre, derribándolos en cuestión de minutos, para torturarlos hasta que rogaban por su muerte. Cualquier intento de lucha era en vano, las armas de la tierra no servían contra su fuerza.



De esta forma, los demonios extendieron el fuego y la ceniza por el mundo. La diosa Luna clamó con amargas lágrimas a los ángeles, para que actuaran en defensa de la humanidad, y los liberaran de las garras de sus enemigos.



Los seres de luz contemplaron el sufrimiento de la diosa, y acudieron a su pedido, bajando de lo alto, para pisar la tierra, decididos a dar batalla. Sin embargo, los demonios no estaban dispuestos a retroceder, así que nombraron a un líder para que los guíe de nuevo a la batalla, era el más bárbaro y hambriento de sus hermanos, así como el más inteligente, conocido por el nombre de Trómos.



La guerra fue brutal, pero la luz logró imponerse sobre la oscuridad. La fuerza de los ángeles, volvió a ser superior al poder de los demonios, así decidieron desterrarlos a un lúgubre poso subterráneo, llamado por las primeras lenguas humanas como ínferus, termino que se conocería como infierno.



Trómos fue el último en caer, clamando venganza a los cuatro vientos, gritando hasta que sangrara su garganta.



Los demonios ya no podrían volver a pisar la tierra, gracias al poder de los ángeles. Con la divina gratitud de la Luna, los seres alados ascendieron de nuevo sobre las nubes. Aunque el mal se había ido, la diosa sabía que encontrarían la forma de volver, así que decidió que la humanidad no debía quedar indefensa, y desde lo alto les transmitió su poder, llamado maná, que también sería conocida como fuerza mágica, y los conectaría con todos los elementos de la tierra.



Dentro de este mundo es donde se desarrollará la siguiente historia.


El Destello y La SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora