Capítulo Cuarenta y Uno

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En la tibia sombra de los árboles caminan Erick y Eva, abrazados, como dos novios enamorados, hasta llegar al castillo que los aguarda. Encuentran a Eclipse en las afueras, sentada sobre una roca, acariciando al Phalmagor que la trajo sobre su fuerte lomo.

—Espero no te hayamos hecho esperar mucho —dice Eva, ruborizada.

—Descuida, carezco de apuro —responde Eclipse.

—Sean bienvenidas —les dice Erick—. Mi hogar también será el suyo.

Se acerca a las colosales puertas de madera que guardan su castillo, a pesar de su tamaño él las abre como si no pesaran nada. Las armaduras encantadas se hacen presentes y todo el lugar resplandece en desorden y destrozos, lo que borra a medias la sonrisa de la cara de Erick.

—Supongo que tendré que trabajar un poco —dice viendo como las recientes invasiones hicieron estragos en todo su castillo.

—No creo que haga falta —responde Eva.

Usando su magia logra reestablecer aquellos muebles y alacenas de madera destruidos, luego invoca distintas corrientes de aire, para acumular toda la suciedad que cubre el suelo en un solo punto.

—Listo, como nuevo —dice ella con orgullo al ver su labor—. Desde aquí también puedo ver que las habitaciones están destruidas —menciona recordando inevitablemente aquella batalla con Eclipse que causó tantos estragos—. Las repararé

—Mis poderes están también serán de ayuda —dice Eclipse, sintiendo responsabilidad por los daños.

Erick las mira, sin más remedio las sigue, esperando a ver lo que harán con esos escombros. Con sus talentos reconstruyen aquellas paredes, dejándolas sin huellas, haciendo que la batalla pasada solo sea un mal recuerdo.

—El mana nos conecta con todo —dice Eva—. También con la piedra y el barro que usaste para construir tu castillo.

—Para ustedes todo parece muy fácil —comenta Erick.

—Deberías estar contento —responde Eva—. Todo tu castillo está a salvo y no tuviste que mover un pelo.

—Iré a cortar leña —anuncia él.

—Te ayudaría con mi magia —responde ella—. Pero me encanta ver como manipulas esa hacha pesada y dura.

Finaliza con una sonrisa pícara viéndolo irse, mirando su espalda, trabajada y marcada, para morderse el labio inferior del gusto. Luego mira a Eclipse con unos ojos más inquisidores.

—Ahora tenés que contarme lo que pasó en Charmintong —dice Eva—. ¿Quién era ese demonio?

—No suelo hablar de esto —dice Eclipse—. ¿Podemos conversar afuera? Necesito un poco de aire.

Eva solo asiente y ambas salen al patio, siendo iluminadas por el tibio sol que agracia su día, junto con algunas frutas que tomaron para comer y ahogar el hambre. Una frente a la otra se posan en el césped, como dos confidentes a punto de contar sus secretos.

—Aunque no me guste mencionarlo —comienza Eclipse—. Su nombre es Trómos, y como él te dijo, es mi padre. Las brujas nacen de la relación de un demonio con una humana. Normalmente dos especies diferentes no podrían reproducirse, pero ellos usan, lo que llaman, una maldición sanguínea; así la concepción es posible, al nacer por medio de una maldición las brujas son rechazadas y desterradas.

—¿Pero por qué los demonios querrían hijos humanos? —pregunta Eva.

—Para volver a pisar la tierra —responde ella—. Los demonios fueron desterrados hace siglos por su maldad sin precedentes, la única forma que vuelvan a la tierra es a través de uno de sus hijos, solo nos usan como portales o puentes a este reino. Con mi mantra puedo evitar que él pase a este mundo, pero cuando estaba encerrada la roca lunar impidió que pueda usar mi poder, y así fue como él apareció.

El Destello y La SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora