prólogo

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Hawkins, 1983.

Si hubiese sabido dónde me estaba metiendo, me habría planteado dos veces si esto era una buena idea.

Con solo 16 años yo, Gwen Clemonte, estaba a punto de enfrentarme a una criatura que provenía de otro universo. Sería muy buena trama para una obra de teatro, incluso deseaba que se tratase de aquello o simplemente de un mal sueño. Pero, con tan solo ver cómo Jonathan y Nancy colocaban trampas en el suelo, sabía bien que esto era bastante real.

Desde la desaparición de Will, mi percepción de Hawkins ha dado un giro de 180 grados. Ya no podía distinguir entre lo real y la fantasía, incluso cuando escuchaba a Joyce hablar de todo lo que nos rodeaba mi mente intentaba justificar sus pensamientos como un delirio. Pero, qué equivocada estaba. Las paredes de la casa de los Byers habían empezado a guardar secretos, se habían transformado junto a las luces de colores en un medio de comunicación con el pequeño de la familia. Mi mente se esperaba cualquier cosa, porque no procesaba como una criatura podía llevarse a un niño tan pequeño sin ningún tipo de excusa. Simplemente porque Will pasaba por allí, en el momento menos indicado.

-Ya está colocada. —La voz de Jonathan capturó la atención de Nancy, quien se encontraba a mi lado en silencio. Con un simple gesto, me indicó que la siguiese hasta donde se encontraba el chico, quien con anterioridad había revuelto entre los cubiertos en busca de varios cuchillos. Aquella era la última parte de nuestro plan, la última que podíamos tener planeada a la perfección, pues enfrentarnos a aquel bicho no podía tener una estrategia pensada. —Recordad...

-Directos al cuarto de Will. —Contestó Nancy con determinación. Había empezado a hablar con ella estos últimos días, pues decidió unirse a nosotros tras la desaparición de su amiga Barb. Nunca tuve una idea clara del tipo de persona que era Nancy Wheeler, pero ahora mismo podía confesar que su valentía e inteligencia eran unas de mis mayores admiraciones.

-No piséis la trampa. —Añadió Jonathan con preocupación, mirándonos a ambas. Seguramente me lo decía más a mi, porque montando todo el escenario casi la piso un par de veces. A ver, no es mi culpa que mi destreza no sea esquivar trampas. Por algo se me da mal la Educación Física.

-Esperamos a que se mueva el yoyó. —Añadí yo, acordándome del tercer paso del plan de evacuación.— Y entonces...—Señalé con la cabeza el mechero que tenía en la mano Jonathan, quien permitió que saliese una pequeña llama de él, asegurándose de que funcionase.

-¿Listas? —Nancy y yo nos miramos por varios segundos. Le regalé una pequeña sonrisa reconfortante, calmándola un poco. Las dos asentimos después a las palabras de mi mejor amigo, extendiendo una de nuestras manos al centro mientras en la otra sujetábamos el cuchillo. Sentía como el frío del cubierto se iba convirtiendo en pequeñas gotas de sudor, debido a la tensión acumulada por lo que iba a proceder a hacer. No tengo una resistencia al dolor muy alta, así que la idea de cortarme la mano para que el bicho oliese la sangre no me motivaba mucho. Pero eh, íbamos a tener cicatrices a juego, eso molaba. —A la de tres. Una...—Su mirada viajó hacia mi, cayendo en la cuenta de lo que suponía para mi. —No tienes por qué hacerlo Gwen, sé que no resistes bien el dolor-

TAKE ON ME | STEVE HARRINGTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora