Zona III: La palabra de Dios.

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Las puertas de la iglesia se encontraban abiertas al público, sin embargo, no había nadie dentro.

Argentina había llegado a su horario de siempre para sus rezos diarios. El ruso estaba detrás de la banca en la que ella solía estar, estaba en silencio, mirando el techo. La mujer se acercó y le dió los buenos días junto con la palabra del señor y una pequeña inclinación. Él volteó a mirarla, asintiendo como forma de saludo.

Ella se ubicó en su lugar, sacó el rosario de madera de su cuello y comenzó con la oración.
Su voz seguía siendo inaudible, pero ésta vez la escuchaba más que antes. Apretó su pecho con fuerza al sentir su corazón saltar fuertemente, como si quisiera escapar de entre sus costillas hacía el exterior. Soltaba suspiros silenciosos al sentir el aire faltante en sus pulmones, con su mano libre apretó una de sus piernas, intentando tranquilizarse.

Un fuerte correteo que resonó por toda la iglesia sobresaltó a la monja, quien se dió rápidamente la vuelta para ver como el ruso corría de manera torpe hacia las puertas, buscando desesperadamente el aire frío de la mañana. Las personas que pasaban por ahí lo socorrieron y para cuando la monja salió a verlo él ya no estaba.

Zonas | RusargWhere stories live. Discover now