Insoluble

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Insoluble



Mis ojos se abrieron mirando el frío amanecer en aquella habitación blanca. Mi vista se iba acostumbrando poco a poco al entorno, cuando un sonido metálico me hizo girar la cabeza, era Wayne encendiendo y apagando un mechero plateado.

- Buenos días, preciosa.

Intente incorporarme despacio en la cama mirando todo a mi alrededor, estaba en la clínica de la que había intentado huir con aquella carpeta. Los recuerdos de anoche vinieron de golpe a mi mente, me habían apuñalado y quitado la carpeta. Fruncí el ceño y palpé mi vientre, estaba vendada con varias vías endovenosas en el brazo y un pulsioxímetro en mi dedo. Mi pulso era normal y lo miré a él. Aún adormecida y débil por culpa de lo que seguramente me habían administrado, empecé a quitarme las vías viendo como la sangre salía y poco me importaba, tenía que salir de allí. Estaba empezando a hiperventilar pensando en lo que me habían podido hacer mientras me tenían inconsciente.

- Oh no, Eva no hagas eso.

Wayne se levantó acercándose hasta mí intentando volver a ponerme todo el material médico, no me deje y con las pocas fuerzas que tenía, lo empujé. Me quité poco a poco la cánula nasal y me levante, sujetándome del borde de la cama, arrastrándome llegue a la pared y me dirigí al baño cerrando la puerta a mi espalda. Me apoyé en el lavabo y miré mi reflejo en aquel espejo, estaba horrible. Tenía cortes y raspones por todas partes y los ojos tan rojos que parecían inyectados en sangre. Empecé a negar con la cabeza y palpé con mis manos toda la parte del vendaje para saber hasta donde llegaba, el de la puñalada ocupaba toda la parte baja del abdomen y suspiré asustada mientras mis manos seguían hacia arriba. Empecé a llorar cuando sentí el otro vendaje más arriba, me deshice del camisón azul que llevaba y entonces lo vi. Aquel otro vendaje ocupaba toda la parte de mi pecho, estaba temblando y me sentía tan débil en aquel momento que no sabía de donde estaba sacando las fuerzas para sostenerme en pie. Con mis manos temblorosas empecé a quitar el vendaje poco a poco hasta quitarlo del todo. Aquella cicatriz ocupaba toda la parte central de mi pecho, la herida estaba fresca y con miedo, puse mi mano en mi pecho. Trague saliva, sintiéndolo, un nuevo corazón latía en mi interior, uno fuerte y sano.

- No...

Susurre apoyándome de nuevo en aquel lavabo. Mire mi reflejo durante un momento y volví la mirada. Me lavé la cara con cuidado de no agacharme demasiado, la cicatriz empezaba a tirarme y mi mente empezó a atormentarme. En aquella clínica eran pocos los casos limpios que se hacían, todo tenía un precio bastante caro y no me refería al dinero. Mire mi reflejo fijándome en aquella cicatriz, estaba asustada y aún me sentía entumecida por culpa de seguramente los tranquilizantes que me habrían puesto. Estaba atrapada en aquella clínica y no podía conseguir ayuda. Me pasé las manos por mi cara quitando un poco del agua que goteaba por mi barbilla pensando, ¿qué haría para salir de aquí?

¿Quién habría sido el donante? Que yo supiera no había donantes compatibles conmigo, lo sabía por qué yo me encargaba de todo lo que era hacer las pruebas necesarias para los trasplantes. Llevaba esperando esta oportunidad seis meses, desde que me dijeron que mi corazón no estaba respondiendo bien al tratamiento para mantener mi pulso estable. Lo que más me asustaba era que le hubieran hecho daño a alguien más, que alguien hubiera pagado el precio con su vida para mantener la mía.

- Eva, no es bueno que estés tanto tiempo de pie ahora, tienes que descansar. Sal de ahí, vamos.

La voz de Wayne sonó detrás de aquella puerta junto a sus nudillos. No quería ni ponerme a pensar en lo que me estaba pasando en este momento, sabía que el hombre que esperaba detrás de aquella puerta me necesitaba y que al parecer haría lo que hiciera falta por mantenerme allí con él y con vida, aunque solamente fuera hasta que dejara de hacerle falta, claro. Tenía miedo, estaba asustada y las lágrimas no paraban, necesitaba salir de allí y saber que es lo había pasado y que me habían hecho. Que le habían hecho a la persona a la que le pertenecía el corazón que latía dentro de mí ahora. Suspire, recogiendo despacio el camisón y poniéndomelo de nuevo, tenía que encontrar la manera de salir de allí.

- Eva, si no sales de ahí tendré que entrar a la fuerza y sabes que es mejor que eso no pase.

Abrí la puerta encontrándome de cara con él. Como era posible que alguien con su apariencia pudiera ser ese tipo de monstruo, no tenía explicación. Parecía el mismísimo diablo, cara de ángel, pero un demonio al fin y al cabo. Intento ayudarme y me aparté.

- No seas terca, estás débil ahora mismo y de verdad que no te conviene enfadarme.

Me sujeto del brazo y me llevo hasta la cama en donde me acostó y empezó a ponerme las vías y todo el material médico de nuevo. Me quedé quieta mientras le miraba, había estado tan engañada... lo creía un verdadero ángel que había aparecido para ayudarme con mi sueño, yo le admiraba. Cuando le conocí en aquella consulta y le presenté mi trabajo, consideraba que iba a trabajar con una de las personas más maravillosas de la tierra. Era el doctor Wayne Smith el director y fundador de la mayor clínica de milagros cardiólogos de Estados Unidos.

- ¿Quién ha sido mi donante?

Mi voz apenas era un hilo de susurros rotos, apenas mantenía los ojos abiertos, pero necesitaba saberlo. Él solo me miro y sonrió con aquella sonrisa seca tan característica suya.

- Fue una persona realmente magnífica, una verdadera luchadora. Deberías estar agradecida, no fue fácil hacerlo todo en la misma noche, recuerda que esa noche tuve la presentación a la que tuviste que venir y desapareciste. Luego tuve que ir corriendo a rescatarte de aquellos dos idiotas y operarte para hacerte el trasplante, todo en la misma noche, aparte también dejemos a la mujer a la que tuve que sacarle el corazón para dártelo a ti. Tuviste suerte.

Me quedé helada en ese mismo momento, ¿había confesado que había matado a alguien? Aquel pensamiento empezó a martillear en mi mente una y otra vez, alguien habría perdido la vida por culpa de este ser y él estaba tan tranquilo contándome todo esto. No tenía remordimientos ni conciencia, ni siquiera hacía gestos de arrepentimiento alguno. Me acerqué a él incorporando un poco la cabeza en su dirección para que me pudiera escuchar bien.

- Te van a encerrar a ti y a tus cómplices. Vais a pagar por todo lo que estáis haciendo.

Él sonrió enseñando sus dientes, sentándose en la cama junto a mí, se acercó tanto que su respiración me daba de lleno en la cara. Se me quedo mirando durante un momento y se apartó como si se hubiera arrepentido de lo que me iba a decir.

- ¿Sabes una cosa? Tu madre no ha dejado de llamar durante los últimos cuatro días que llevas aquí inconsciente. Tu padre ha llamado a la policía y te están buscando ya sabes, por los sitios que frecuentas y esas cosas. Incluso vinieron aquí y les tuve que decir que no te había visto desde la noche de la presentación. Es más, les he dicho a todos que ni siquiera te vi aquella noche, cosa que no es mentira, ya que desapareciste antes de dar tu discurso. Eso me quita como sospechoso, ¿no crees?

- Eres un hijo de puta.

Wayne se acercó a mi rostro de nuevo, con sus brazos a cada lado de mi cabeza. Sus ojos se oscurecieron y su respiración se volvió lenta, me miraba como si quisiera matarme. De pronto sonrió y se alejó levantándose y cogiendo el pequeño mando de la cama para pulsar el botón de emergencias para llamar a la enfermera.

- Oh, también les he dicho que estabas teniendo problemas para dormir y que te había visto tomar algunos medicamentos que no te convenían por tu condición y que yo, por su puesto como tu doctor, te recomendaba no tomarlos. Eso no te ha hecho quedar muy bien, ya sabes con la policía y con tu familia, pueden pensar que algo grave te ha pasado.

Empecé a llenarme de rabia, lo tenía todo planeado. Mientras mi familia y las autoridades me buscaban, él ni siquiera era sospechoso, estaba aquí atrapada. Empecé a llorar en silencio mirándolo con ira cuando entró la enfermera con una pequeña bandeja en sus manos. Wayne cogió en sus manos una jeringa metálica y reaccioné, intente quitársela de las manos y él se apartó. Me quedé paralizada durante un momento cuando empecé a sentir el tirante dolor que venía de mi pecho. Me miré y la mancha de sangre en el camisón me indicó que se me habían desprendido los puntos de la herida.

- Oh... mira lo que has hecho, pequeña Eva. Ahora vas a descansar mientras nosotros te ayudamos, confía en nosotros.

Dijo desinfectando la jeringuilla con alcohol. Mire de nuevo a mi alrededor buscando algo con lo que defenderme, pero no había nada. Me estaba retorciendo de dolor cuando la enfermera me sujeto por los hombros para que me quedara quieta. Wayne puso la inyección en el gotero que tenía conectado a mi cuerpo y en pocos segundo me sentí adormecida. Luche por quedarme despierta y estar alerta a todo lo que hacían ambos, pero mi cuerpo se rendía al tranquilizante y me dormí viendo como ellos salían de la habitación.

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