Amistad

41 3 0
                                    

No me dice nada y yo tampoco deseo decir nada, decir algo significa que mi persona grite todo lo que siente por eso mismo tomo aire sin moverme de lugar con la mirada en la ventana observando a la gente pasar corriendo huyendo de la lluvia.

Mis manos buscan calor y las brotó contra la taza de café recién colocada en la mesa, el calor se expande, quiero quitarme el amargo sabor de mi boca y pruebo el pastel de fresa. Lo miro después de unos minutos, toma del café negro sin importar que este caliente tampoco nota mi mirada en él.

A sido una coincidencia encontrarme con él después de casi un año, estoy feliz por eso, mas sus palabras me han hecho enojar, no quiero arruinar el momento de reencuentro por eso mismo decido no decir más.

Sus labios se separan va a decir algo pero al final se retrata, yo no insisto. Finalmente me conformo con su presencia a mi lado, no sé que decir para romper el silencio a nuestro alrededor, suspiró.

—El pastel sabe bien —me mira curioso y se que es su manera de decirme: no podías decir otra cosa.

Sí, son bueno aquí —se ve forzado a decirme, sonrió ante su intento de seguir la conversación.

—¿Tienes dónde quedarte?

—Comparto departamento con un compañero de la universidad.

—Vaya, así que una beca.

—Sí, me independice y mis padres dejaron de apoyarme, dado que tengo buenas nota solicite una beca y me permitieron viajar aquí.

No es necesario que me lo diga, aun recuerdo los mensajes excesivos de parte de su hermano en donde me pedía hablar con él para hacerle entender que era mala idea irse de la casa, poniendo de excusa varias situaciones ilógicas y diciendo que solo era un niño a pesar de ya haber cumplido la mayoría de edad. Igualmente jamás le dije nada sobre eso.

Terminamos lo que pedimos y salimos de la cafetería, camina a mi lado y notó más sus cambios, es aún más alto, su cabello creció y cae sobre su nunca parte del mismo cubre su ojos izquierdo, se ve más fuerte y sus facciones sin duda alguna maduraron. Me molesta que sea tan alto, yo apenas y crecí algunos centímetros, desventaja de la anatomía femenina.

Pasamos debajo de los techos para evitar mojarnos, el nuevamente no dice nada, frustrante pero soportable. Lo sigo por el simple motivo de que deseo seguir hablando con él. Él mira de reojo para saber que  sigo ahí, yo solo sonrió. Han pasado meses desde que nos vimos aun así él cambió más de lo que imaginé, pero no deseo recordar, no por ahora se que en el futuro, en otra ocasión hablaremos sobre ello, estoy segura que ese conversación llegará.

Me pierdo en la melodía que toca un hombre mayor debajo de la lluvia, no parece importarle mucho ese detalle puesto que sonríe con melancolía mirando a la gente pase mientras sigue tocando la flauta, se ve triste pero feliz, ¿eso es posible?

—Karin.

Es como si esperara algo ese hombre, algo que nunca llegara pero que seguirá añorando, tal vez ambos compartimos ese sentimiento.

—Es muy melancólico —suelto y siento su mirada en mí, sé que no me entiende y hasta me mira con extrañeza, yo jamás he sido así, pero este país, este tiempo y este reencuentro hace salir a flote estos sentimientos.

—Lo es, es melancólico —nos miramos, compartiendo asombro — Nos vamos.

Asiento con la cabeza y lo sigo, ahora ya no hay más techo que cubra mi cuerpo de las pequeñas gotas de agua, apresuro el paso y él también lo hace. Sonrió ante la imagen de él huyendo de la lluvia, intentando no pisar los charcos de agua. Yo lo imitó.

Heridas Viejas (Sasusaku)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon