✶💎⋆｡˚ ⁞ CAPÍTULO SEIS˚.*ೃ 16 de diciembre, 1991 ━━━━━━━━━━━━━━━
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1991
POR PRIMERA VEZ EN AÑOS Clover había podido salir al exterior. No al exterior como dar vueltas por la base o perderse al bosque un rato y luego volver agitada porque creía haber visto algún animal salvaje. Esta vez no era así. Luego de una extensa charla con Wasikowská donde le rogó casi de rodillas que la dejara ir al pueblo, el comandante de mala gana accedió.
De todos modos, la castaña siempre estaba encerrada en la base y merecía dar aunque sea una vuelta por la ciudad y volver.
Decir que Clover estaba contenta era poco, estaba rebosante de alegría a tal punto que era contagiosa.
Se había puesto una chaqueta dos tallas más grande que ella, botas para la nieve, un gorro de lana y guantes que dejaban solo sus dedos libres.
No esperó a que nadie la escoltara y salió corriendo de las instalaciones cuando se le dio la oportunidad y corrió, corrió y corrió con tanta alegría que sintió que su corazón iba a explotar de la emoción. Pudo salir, estaba en la ciudad de Samokov y era tan hermosa como siempre la había imaginado.
Clover desde que tenía uso de razón estaba dentro de las instalaciones de HYDRA, siempre rodeada de concreto y humedad
Había leído muchas veces sus expedientes y sí, había nacido en la base de Somakov, hija de un agente especial llamado Alexei Ivanov y una espía rusa, Anna Ivanova. Ambos murieron en una misión cuando ella tenía 5 años y fue criada por el comandante Wasikowská. Básicamente, toda su vida había estado en HYDRA, y sus únicas salidas eran cuando tenía que ir a otras bases a reparar el brazo del soldado o cuando requerían ayuda con maquinaria o armamento.
Esa era la vida de Clover, vivir y servir a HYDRA con alegría, pero ahora... Ahora su alegría no se comparaba al recuerdo de cuando hizo su primer misil de corto alcance, esta vez era más, mucho más.
Cuando la ciudad estuvo frente a sus ojos decidió recorrerla por completo aunque se perdiera. Fue a la oficina de correos, a un parque lleno de niños y niñas jugando, fue al mercado, pasó por fuera del hospital. Decidió no visitar la estación de policía por seguridad y, al final de su recorrido, quiso ir a una cafetería local, ya que estaba muriendo de hambre.
Cuando entró el olor a café y pastel recién hecho llenó sus fosas nasales, haciendo que un gran suspiro de satisfacción escapara de sus labios.
Se sentó en la mesa más alejada del lugar y notó que en una de las esquinas colgaba un televisor.
Sabia de la existencia de la TV, pero nunca había tenido la oportunidad de ver una por su cuenta.
Sonrió aún más si era posible y se quedó pegada mirando las imágenes en movimiento.
