Capítulo 14; Cazadores

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El capítulo ya está listo, hice uno que otro ajusto para que lo disfruten mejor.

Todos estaban ocupados llevando su duelo, haciendo lazos, uniendo fuerzas y resignándose a la verdad

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Todos estaban ocupados llevando su duelo, haciendo lazos, uniendo fuerzas y resignándose a la verdad.

Narrador:

—Okay, pero me toca hacerte unas preguntas —le mencionó Elizabeth a Luzbel.

Él puso los ojos en blanco, incómodo.

Quería saber lo que pudiese sobre el hombre con el que había dormido. Al cual le pertenecía su alma.

—¿Tienes que hacerlo? —Luzbel se colocó una ramera delgada, casi se podía apreciarse su piel. Su sonrisa se amplía cuando estaba con ella.

Los dos estaban en aquel sofá, ella tomaba café mientras él acariciaba sus piernas.

—Pues ya que eres Lucifer —dijo burlona.

—¿Aún no me crees? —masculló indignado.

—¿Vas a responder o no? —murmuró ella.

Retaba al diablo a responder sus preguntas y eso la hacía sentir en confianza. Pero él lo había sentir vivo por primera vez.

—¿Qué desea saber, señorita Willer? —enarcó la ceja, regalándole una sonrisa mordaz.

Pues para él era inevitable coquetear en cualquier oración.

—Bien... —decía ella, muy pensativa— ¿cuándo te dan un bebé sacrificado tú lo aceptas o no eres parte de eso?

Él comenzó a carcajearse, le causaba gracia que creyera semejante cosa, pero a ella le molestaba su incapacidad de darle importancia a lo que decía. Lo miró con mala cara y él hizo un puchero para compadecerse de su conexión.

—Okay, no me mires así —dijo, Luzbel al ver que la chica lo fulminaba con la mirada—. No, yo no hago parte de eso, sólo los castigo por hacerlo.

La chica parecía confundida.

—¿Y cuando dicen que les hablas al oído? —enarcó la ceja.

El entusiasmo de la chica era visible, y él lo disfrutaba.

—Sí, es verdad —la miró acercándose un poco a ella, pero el sofá se lo impedía—. A ti también te he susurrado —tocó su oreja para acomodar un mechón, sintiendo que la electricidad recorría su cuerpo.

Ambos se miraban como si sus almas fuesen la misma y, así era.

—¿Has hecho que hagan cosas malas? —dijo un poco nerviosa.

—No, sólo hacen lo que sus deseos más profundos quieren, y yo los castigo por ello —confesó sin remordimiento.

—¿Es verdad lo del mesías? —indagó, temerosa de la repuesta.

El alma en su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora