Capítulo 30: nuevos comienzos.

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Lizzie Willer

Sentí como me jalaba una ola de energía, y entonces desperté de un suspiro, sus ojos irradiaban alegria, y me sentí a salvo por unos segundos pero después tuve miedo de seguir atrapada y que todo fuese una alucinación

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Sentí como me jalaba una ola de energía, y entonces desperté de un suspiro, sus ojos irradiaban alegria, y me sentí a salvo por unos segundos pero después tuve miedo de seguir atrapada y que todo fuese una alucinación. Sin embargo, Isaac me hizo sentir segura, y por tan loco que suene lo único que quería en ese momento era lanzarme a besarlo, y darme cuenta de que era él. Besé a Thomas porque quería sentir que aún estaba en la preparatoria pero besaría a Isaac para saber que era con el único que quería estar en ese momento. Todos lo sabían, y sólo yo lo ocultaba.

Su piel era tan suave pero a la misma vez tan tosca, su cuerpo me estaba invitando acercarme.

Lo miré a los ojos y planté un beso fugaz, cada poro se me erizó y mi garganta se quedó seca, tenía miedo de la respuesta. Porque creí que después de elegir a Luzbel, y tratarlo como remplazo cuando lo besé no volvimos hablar de eso.

Pero al tocar sus labios con los míos, no creí que fuese un beso cualquiera, lo podía sentir hasta la punta de los pies, y de pronto una explosión en mi interior hizo que me apartara de él, me hizo saber que estaba viva, y que estaba con él, sin embargo creí que era un error y que nos habíamos dejado llevar, pero la verdad es que mientras estaba en su closet y olía su ropa que ahora tenía un ligero aroma a quemado y loción... no me arrepentía.

Salí sigilosamente del closet al escuchar el seguro de la puerta, y abrí la ventana, cuando agaché la mirada vi a una de sus bestias indicando que subiese a su lomo, y aunque en la mayoría del tiempo tenía miedo, esta vez sabía que no me pasaría nada. Brinqué tratando de no caer, y quedé ajustada a su lomo, como si supiera la distancia exacta para atraparme. Me subí, y acomodé dejando ir un quejido. Aún dolía por la herida, alcé la camisa, y aunque ya no había una como tal, parecía un rasguño de mi pecho a mi estómago.

—Bien —resoplé—, no sé adónde quiere llevarme Isaac, pero vamos —acaricié el pelaje.

No tenía miedo pero su pelaje me aturdía, era tan grande que parecía un caballo gigante. Comenzó a andar por el bosque alejándome lo más posible de la casa. Isaac era en extremo cuidadoso, y por alguna razón sentía que esto acabaría pronto. Me sentía adormecida pero cada que cerraba los ojos la bestia daba un ligero salto.

Me bajó en un claro que estaba en el bosque. Aún podía escuchar el lago pero sabía que estábamos lejos, y sin embargo, me dió miedo. Hacia mucho que no entraba, normalmente cosas malas sucedían al hacerlo. El frío de la noche chocaba con mi piel, era una frialdad reconfortante, se sentía como la libertad. Dejé ir el aire de mis pulmones, relajé mis cejas y separé ligeramente los labios para inhalar y exhalar por la boca. Podía escuchar el lago, los pinos y arboles del bosque golpeaban con fuerza. El sonido era tan familiar que podía formular la palabra; hogar.

Me senté y abracé mis rodillas. Comencé a sentir un escalofrío, tenía tantas ganas de llorar. El sentimiento de estar completamente perdida me abrumó.

El alma en su miradaWhere stories live. Discover now