Capítulo 7: No Hay Razón Para Arrepentirse

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La tercera semana en el palacio fue la peor.

Empezó cuando un día fui al baño y pude ver unas gotas rojas en la tasa. Con horror comprobé que se trataba de sangre. Me acababa de venir el periodo, lo que dejaba en claro que no estaba embarazada como tanto temía.

Encolerizada golpeé la mesa del lavamanos con mis puños. No me lastimé, aunque mis manos se sintieron adormecidas el resto del día. Por los días posteriores sufrí de algunos cólicos típicos del periodo; pero por lo menos Rashta no los tenía tan dolorosos como yo los tenía en mi vida anterior.

"¿Ahora qué debo hacer?"

Eso era una pregunta que tendría que ir resolviendo sobre la marcha.

Lord Farkas me hizo otra visita. Desde que estoy en recuperación esta sería su sexta visita.

Delice, Evely, Pix y la Vizcondesa Marsha ya sabían que debían retirarse para dejarnos platicar a solas. De vez en cuando intercambiando algunas palabras con él sobre el caso.

Esta vez vino a informarme acerca de que el encargo que le encomendé estaba rindiendo frutos y que se había asegurado de que se supiera que yo era la que estaba detrás de eso. Saberlo que al menos algo de lo que quería estaba resultando bien me alivió.

Antes de que se retirara lo detuve.

- Espere, Lord Farkas. Debo hacerle una pregunta. - él me miró expectante. Con algo de vergüenza me aventuré a preguntar. - Existe emm... ¿Existe una manera de saber si un hombre es... estéril? - mi pregunta lo hizo alzar una ceja. Me ruboricé arrepintiéndome de inmediato por hacer semejante pregunta. - ¡No! Olvídelo.

- Mmm No sé nada al respecto. Yo... - aunque no pudiera ver del todo su rostro sabía que se sentía incómodo. - Podría tratar de reunir información, si desea.

Aun mortificada escondí mi rostro con las manos y asentí.

Hizo un ademan de disculpa con las manos antes de caminar hacia la puerta.

- Hasta la próxima, mi lady.

- Hasta la próxima, Lord Far... kas. - mi voz se entrecortó al ver a Sovieshu parado afuera de la habitación mirando a mi confidente de pies a cabeza.

Tan cortés y formal como debía ser un caballero Lord Farkas hizo una reverencia ante el emperador y salió al pasillo donde lo esperaban sus hombres.

Sovieshu lo observó retirarse en silencio, cerrando la puerta tras de sí. En ese momento, fui muy consciente que era la primera vez que estaba a solas con él desde el banquete.

- ¡Bienvenido, su majestad! - lo saludé con emoción y una enorme sonrisa.

Por dentro me moría de nervios. Buscando una especie de salvavidas me aferré a Ian con fuerza.

Sovieshu me miró con cierta seriedad. Fue hasta que reparó en la presencia de mi bebé que sus rasgos de inmediato se suavizaron y me devolvió la sonrisa, ¿Acaso sospechó que pudo ocurrir algo entre Lord Farkas y yo? Ninguna mujer decente o en su sano juicio mantendría encuentros carnales con sus hijos en la misma habitación. Mucho menos tratándose de un bebé. Debía ser la razón por la que Sovieshu descartó el pensamiento.

- Lady Rashta, el médico real me informó que te has recuperado por completo.

- ¡Sí! - exclamé eufórica. Dejé a Ian sobre la cama y me levanté de un salto, dando una vuelta sobre mí misma de manera infantil con los brazos extendidos. - ¡Lo ve! ¡Rashta está como nueva!

Sovieshu sonrió encantado y se acercó a mí, tomando mis manos con suavidad. El inmediato desagrado que sentí hizo que mi sonrisa flaqueara; pero lo camuflé fingiendo timidez.

¡¿Soy Rashta?!Where stories live. Discover now