Capítulo 12: Conversación

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Sovieshu se frotó las sienes ante la inminente migraña que amenazaba con atacarlo.

- La hija del Vizconde Lotteshu, Lady Lebetti, acaba de llegar al palacio, su majestad.

- Gracias por avisarme, Marqués Karl. - pronunció soltando un pesado suspiro. Sus emociones estaban en un conflicto emocional en esos momentos. - "Entiendo que Rashta se sienta en deuda con Lady Lebetti; pero después del abuso sufrido por la Familia Limwell pensé que no querría estar relacionada de ninguna manera con ellos."

El recuerdo de Rashta suplicando que no la matara ni le arrebatara a su hijo todavía le retorcía el corazón, avivando su ira y preocupación. El miedo que reflejaron esos ojos oscuros fue tan genuino que sintió a su alma helarse. Hizo que odiara mucho más al Vizconde Lotteshu.

Desde ese día Rashta se mostró más temerosa en su presencia, ¿Podría haber revivido algún viejo trauma debido a su inmadura reacción? Sovieshu se sentía tan culpable.

- ¿Se encuentra bien, su majestad? Debería ir a descansar.

Ante la sugerencia Sovieshu miró la pila de papeles sobre su escritorio. - Debo terminar esto o se acumulará. Después descansaré. - expresó con cansancio y retomó su escritura. Faltaba muy poco para que fuera Año Nuevo y eso solo acrecentaba los asuntos de gobierno que debía atender, siendo otro dolor de cabeza que dificultaba su investigación sobre el ataque en la fiesta de debutante de Rashta. - ¿Lady Lebetti fue escoltada adecuadamente? - preguntó retomando la conversación.

- Fue escoltada al interior del palacio por Lady Darta y luego de instalarse fue recibida por el personal de Lady Rashta.

La imagen de la joven comandante llegó a su mente. Si bien Lord Farkas no era de su agrado debía reconocer que Lady Darta era una mujer con una reconocida reputación y la comprobó cuando el día en que el vizconde se reunió con Rashta ella permaneció a su lado haciéndole compañía en todo momento, cuidando de ella. Según el guardia que escoltó al Vizconde Lotteshu para estar en su presencia luego de su conversación con Rashta, estaba muy alterado, posiblemente tras ser amenazado por la ruda mujer.

El Emperador tenía dominio sobre todo el Imperio Oriental; pero los Caballeros Transnacionales poseían el poder y reconocimiento suficiente para interceder en asuntos de gobierno si creían que su gobernante estaba realizando actos ilegales o no estaba lo suficientemente capacitado. Fue por esa razón que al Lord Farkas y su escuadrón inmiscuirse en el caso de Rashta sintió que lo estaban atacando. No solo parecía que se le estaba tachando de incompetente a medida que las semanas pasaban sin hallar pista alguna del motivo del ataque, también acrecentaba su temor de que, mientras más investigaran, los Caballeros Transnacionales se enteraran del Fenómeno de Reducción de Magia y quedaran expuestos como una nación débil ante el resto del mundo, lo que les convertiría en el blanco de cualquier ataque.

Por si fuera poco, Lord Farkas y Rashta se volvieron muy cercanos en esas semanas. No podía culpar a Rashta, Lord Farkas era el hombre que salvó su vida y la de su familia, aquel que trajo a su hermana e hijo a la capital exclusivamente para verla. Y para su irritación tampoco podía culpar a Lord Farkas, Rashta era una persona demasiado encantadora para no quedar fascinado con ella, con una increíble facilidad para hacer amistades, ¿Eran celos o envidia lo que había despertado en él? No importaba que nombre pusiera a esa emoción, no cambiaba el hecho que odiaba sentirse de ese modo.

El temor a que los problemas en su imperio quedaran expuestos junto a ese insano sentimiento lo orillaron a tomar el impulsivo acto de prohibir la entrada al palacio a Lord Farkas, bajo la excusa de que no quedaba nada que investigar allí. Ahora que sus emociones se habían calmado empezaba a arrepentirse. No hubo mayores progresos en la investigación por mucho que indagara, ¿Qué iba a decirle a Rashta? ¿Qué el causante de la casi muerte de sus padres y su intento de secuestro no recibiría un castigo? Luego de salir de una vida llena de miserias y que en el instante en que creía haber encontrado la felicidad, solo para darse cuenta que su vida nunca dejó de estar en peligro... ¡Ella estaría tan devastada! Sus gritos suplicando por su hijo y su hermana ese día que despertó, malherida y ardiendo en fiebre, eran imposibles de olvidar.

¡¿Soy Rashta?!Onde as histórias ganham vida. Descobre agora