Capítulo 1

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En un hermoso día, los rayos atravesaban las nubes sutilmente y los pájaros cantaban en los cables de los postes. Un fuerte estornudo en la agencia del detective Mouri logró asustar a los pájaros que se fueron volando lejos.

—¿Estás bien, conan-kun? —preguntó preocupada Ran vistiendo el uniforme de la preparatoria Teitan.

—Estoy bien. —respondió el infante con apenas algo de fuerza, sus mejillas decoradas con un suave rosado debido al resfriado. —La temperatura de mi fiebre no es muy alta, así que si duermo hoy todo el día, me recuperaré. —comentó el tan afamado Conan Edogawa.

—Bueno, entonces yo le avisaré a tu escuela sobre esto. —le dije Ran manteniendo una dulce sonrisa. —Y... —fue interrumpida por un grito a la distancia.

—¡Ran! Si no nos damos prisa, llegaremos tarde. —fue Sonoko la habló.

—¡Ahora voy! —le contestó antes de volver su atención a su pequeño protegido. —Ya le encargue a papá tu almuerzo así que tú mantenté abrigado y duerme bien, ¿de acuerdo? —explicó con calma.

—Entendido, nos vemos. —respondió el niño con una suave sonrisa, mirándola de forma cansada aún en su futon.

—Entonces, me voy. —se despidió con una sonrisa al ver al pequeño despedirla con una sonrisa, de esa forma se fue de la habitación de su padre dejando al pequeño detective solo. —Perdón por la demora. —se disculpó con su amiga al llegar afuera.

—¿El mocoso se resfrió o algo así? —preguntó la niña rica.

—Así es. —respondió mostrando su preocupación. —Él dijo que estaba bien, pero no puedo evitarlo. —murmuró.

—Y además tu padre será quien lo cuide. —continuó Sonoko, solo para aumentar su preocupación.

—Si...

Conan

Mi nariz estaba tan congestionada que era insufrible, una vez me la sone salí de la habitación con un paso lento que hasta parecía zombie.

—Oye, ¿últimamente has sabido de Shinichi-kun? —escuché a Sonoko preguntar, cosa que me llamó la atención pues hablaban de mi.

—No. —escuché a Ran responder, su voz empezaba a alejarse por lo que sabía que estaba bajando las escaleras. —¿Por qué?

—Realmente no tienes remedio. —le contestó Sonoko, lo cual me confundió mucho. —¿Qué tal si abandonas a ese hombre cruel y saltas a los brazos de otro chico? —sugirió la detestable de Suzuki.

—¿Saltar? —fue lo único que le contestó, lo que causó un pequeño malestar en mi pecho.

—Por ejemplo... ¿Qué tal Araide-sensei? —esa afirmación fue como una patada en el estómago.

—¡¿Eh?! —su voz reflejaba sorpresa y nervios.

Entrecerré los ojos, su voz se había apagado bastante así que corrí hacia la habitación para verlas desde el ventanal.

—Es doctor y mayor, incluso podía ser más confiable que Shinichi-kun-kun. —logré escuchar gracias a mi buen oído.

Maldición, esa Sonoko... —pensé fastidiado, fue cuando noté sus mejillas color carmín mientras Sonoko seguía molestandola. —Tks... ¿podría ser que permanezca así por siempre y no pueda volver a mi cuerpo original...?

Entonces, habría perdido mi lugar como Shinichi Kudo y... también en el corazón de Ran.

Al tener esos deprimentes pensamientos negué. —No debo pensar así, no debo. —me recrimine a mi mismo.

Decidí de dejar de pensar en cosas inútiles regrese a mi futón. —Solo es el resfriado que me hace tener esos pensamientos negativos. —me convencí a mí mismo, que mi propia inseguridad era sólo producto de mi mal estado. —Tengo que recuperarme lo más pronto posible de este resfriado.

En algún momento me dormí, hasta que mi teléfono empezó a sonar, rápidamente lo tomé pensando que podría ser importante. —¿Hola? —hable, mi voz había salido débil, no estaba seguro si era por la gripe o por recién despertar.

—¿Estabas durmiendo? —me contestó Haibara sin siquiera saludar.

No puede evitar sonreír ante sus palabras, probablemente era por haber dormido que mi mente se aclaro pero escucharla me hizo sentir tonto con mis pensamientos anteriores sabiendo lo determinada que estaba ella por acabar el antídoto.

—Hmm, Haibara. —murmure, no quería hablar pero de mis labios salió su nombre aunque no quería salir el "si".

—Escuché que estás resfriado. —me dijo en su habitual tono neutral.

—Hmm. —volví a afirmar manteniendo los ojos cerrados.

—¿No es conveniente? —bajó ligeramente su voz, casi como si supiera que los tonos altos solo me desubicaría.

—¿Ah? —solté confundido abriendo los ojos.

—El antídoto contra aquella droga, he creado un nuevo prototipo. —exclamó.

—¿Aquella droga...? —repetí aún en trance, su tono suave me traía somnolencia pero abrí los ojos de golpe al entender sus palabras. —¡¿El APTX-4869?!

—¿Quieres probarlo? —me preguntó. —Si te sientes demasiado mal, puedo mandar al profesor a buscarte. —sugirió.

Abrí los ojos con sorpresa ante su proposición, pero aún así una sonrisa se deslizó en mis labios. —No, iré de inmediato. —le dije enseguida. —¿Estás en la casa del profesor, no? —le pregunté pues debería estar en la escuela.

—Si, acabo de regresar de la escuela. —me respondió casi como si leyera mi mente.

Sonreí abiertamente a nadie. —Espérame ahí, iré enseguida. —afirmé antes de cerrar mi teléfono, cambiarme rápidamente y correr escaleras abajo.

Nunca espere que en ese momento, el tío fuera un borracho responsable y se levantara para llevarme la comida, claro que al no encontrarme dudo si estaba enfermo hoy o si no fue ayer y de esa forma volvió a beber.

Al pasar por mí casa me devolví para tomar mi ropa, al entrar en la casa del profesor pude notar a Haibara sonriendo suavemente tomando una taza de té, lo que me subió aún más el ánimo.

—¿Dónde está el profesor? —pregunté acercándome a ella.

—Tenía algo que hacer y salió. —contestó sin más, en un tono de diversión probablemente al verme emocionado. —¿Ese es tu uniforme escolar? —me preguntó extrañada.

—Si. —conteste alegre. —¡Pensé en aparecer en las últimas horas y sorprender a todos!

—Eso es tonto. —me empezó a reprochar, todo el ánimo que veía en su rostro desapareció para mostrarme una expresión aburrida. —¿Qué vas a hacer si después de eso empiezan a circular rumores sobre ti?

—Les diré lo de siempre. —le contesté restándole la debida importancia que tiene. —¿Me lo vas a dar? —le pregunté emocionado extendiendo mi mano a ella.

Ella miró mi mano y luego pasó a mi ojos, el momento duró más de lo que ambos esperábamos, sus ojos verdes mirándome directamente me hicieron sentir como mi rostro se calentó aún más de lo que estaba en un principio.

—Primero un control de temperatura. —me dijo al fin en voz baja, dejando un termómetro en mi mano.

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