02| El mísero amor de una dama

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Jungkook



     El aire es denso. Poco fresco pero abrumador; húmedo. Me recuerda a la tarde en la que conocí a Merin. Fue a los veinticinco años. Estaba en trámites para adquirir mi propia morgue y ella fue la abogada que me ayudó con el proceso. Éramos dos personas de mundos distintos que lograron hacer que funcionara una relación.

La primera vez que le dediqué una canción fue un mes después de oficializar nuestra relación. Había sido cuidadoso a la hora de tomar una decisión; tenía listas largas de canciones que quería dedicar, pero Merin nunca se vio interesada en el estilo de música que yo escucho, así que opté por una canción que no se saliera de mis gustos personales, pero que se apegara al estilo de música que había escuchado de ella.

For Your Love de The Yardibirds expresa aquello que en su momento busqué expresar yo; una especie de promesa sobre lo que me dedicaría a dar por nuestra relación, incluso la luna si fuera mía.

Ella escuchó la canción por semanas. La amaba, aunque destacara como diferente de lo que acostumbraba a escuchar. Decía que le recordaba a nuestra relación, a lo feliz que se sentía de estar con alguien como yo.

Aunque nunca lo dijo, supe que la decepcionó enterarse sobre mis problemas con la adicción.

Pasamos un año de intensas peleas. Llegaba a su casa drogado, le hice pasar momentos repugnantes. Jamás olvidaré su cara cuando le dije que había tomado la decisión de dejarlo, de salir adelante. Lloró por horas, me llevó a comer pastel y no dejó de repetirme lo orgullosa que se sentía de mí, lo mucho que me quería.

Así que después de tres años de relación decidí casarme con ella. Nadie me había aceptado con todos mis problemas, Merin fue muy paciente y la amo por eso.

Tres días después de casarme, con la compañía de la luna y el mar de Hawái, fumé el que sería mi último cigarro hasta ahora. Era nuestra luna de miel y Merin se había quedado dormida en el hotel. Salí a la playa y me despedí con el humo de mi cigarro de aquello que había conformado mi vida por veintiocho años. Me invade un sentimiento de melancolía al recordarlo.

Para bien o para mal, casarme fue un cambio radical inminente; perdí amigos, experiencias, y familia. Parte de mí se quedó en ese lugar, con esa colilla de cigarro y la luna brillante. Empecé a dejar de reconocerme en el espejo, de escuchar mi voz.

No volví a Hawái donde el Jungkook libre se perdió con un cigarro, pero hoy encendí otro, con la misma luna de testigo, y aunque no regresa lo que fui, sí me siento parte de eso por un rato, en lo que mi cigarro se consume y se lleva con él el brillo de mis ojos.

Lo entiendo, me sujeto a ello. Tenía que madurar y lo hice. Dejé todo lo que me hacía mal, todo lo que fui, todas las veces que estuve a punto de morir. Y pese a todo, a veces, en la oscuridad recóndita de mis pensamientos, de mi corazón, lo recuerdo. Recuerdo lo que fui, me tienta a encender un cigarro, a salirme de la cama en las noches y regresar antes de que Merin se levante.

La colilla del cigarro se apaga. Me provoca un malestar en el estómago, una palpitación en la cabeza. Llevaba años sin fumar y me decepciona; me decepcionan los meses de ansiedad, de deseo voraz por encender uno para que ahora, después de tanto, me sepa a pasto quemado. Quiero escupirle a la colilla, regresar a casa y esperar que un baño me quite el olor del humo, pero no lo hago, y en su lugar, enciendo otro.

Es tan reconfortante como repulsivo. Me quema la garganta desacostumbrada. Pocas veces fumo thc, es menos fuerte que el tabaco. La piel de mi garganta se siente virgen después de tanto tiempo.

clámame, vehemencia [KookTae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora