Junio 2006 III

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Junio 2006

"The time to hesitate is through

No time to wallow in the mire

Try now we can only lose

And our love become a funeral pyre"

The Doors

Mi primer acercamiento al concepto de la sexualidad fue a eso de los trece años, en mi primera menstruación. Estaba en casa de mi abuela en Pamplona días antes de navidad. Me desperté transpirada y con un dolor de estómago que nunca había sentido hasta el momento. Después supe que no era un dolor de estómago, claro.

Mi abuela Helena, una argentina exiliada y elocuente, fue quien se percató que no salía del baño. Aunque mi padre me había explicado, de forma médica, lo que me iba a pasar no pude evitar la conmoción al ver mi ropa interior y el borde de mis piernas llenos de sangre. Pensaba que me iba a morir, me metí a la ducha con ropa y todo como para que mi cadáver estuviera limpio cuando lo encontraran.

Sentada en la bañera con el agua cayendo pensaba en todo lo que había hecho la semana anterior, como para hallar una imagen de calma. Respiraba hondo con el agua crepitando sobre mi cabeza. Las mañanas de diciembre en Pamplona son terriblemente frías pero yo estaba a la misma temperatura que un horno.

Oí a Helena detrás de la puerta preguntando si estaba bien. Ella me dice "Cielito", reacia a que no me hayan dado un nombre más hispano o al menos uno con vocales al final, una sílaba con sentido. Eso le molesta del francés dice ella.

-Cielito, mi niña ¿estás bien?- Insistía después de golpear la puerta.

La ausencia de mi respuesta hizo que entrara, junto a mi tía Carol y mi padre. Les tuve que decir desde el otro lado de la cortina que estaba bien pero que estaba sangrando. Carol lo entendió al segundo y les dijo que se fueran, no sin antes llamar a mi padre "imbécil".

Mi tía me reconfortó con la delicadeza que la caracteriza. No parece ser hija de Helena, que habla fuerte, ni hermana menor de Adrien que apenas se comunica. Eso me dio la confianza para contarle los días que siguieron que me gustaba Sebastian, un chico de diecisiete años. Ella se sorprendió y se rió finito.

-Es muy grande para tí- me respondió mientras tomábamos el té en la sala de la enorme casa de la abuela.

-Pero eso no importa si lo amo ¿no?

-Es mejor que por ahora esperes un poco más.

-¿por qué?

-Porque los chicos más grandes quieren algo más que un beso, Ciel- añadió mi tía antes de empezar una charla vergonzosa, medica, sentimental y horrorosa sobre sexo.

Me pasé medio año escolar fantaseando con Sebastian, viéndolo en el parque de las tuileries, con su skate y ,para acortar esa espera que me aconsejó Carol, aprendí a usar uno. Eso hago al no saber esperar: aprender, reemplazar una obsesión con otra pero que esa obsesión se relacione, directa o indirectamente, con la anterior.

De mi fugaz enamoramiento de Sebastian solo me quedó eso: el skate. Quería mimetizarme con su mundo para que se diera cuenta de que lo miraba, de que quería gustarle tanto como me gustaba a mi su existencia. Sudaba de solo verlo pasar a mi lado, aunque hiciera frío, escribía su nombre en los bordes de mis cuadernos, nos imaginaba de la mano por el Champs de Mars.

Al año siguiente no supe más de él. O no quise, porque empezó a salir con Annie, la misma Annie que lloraba en el piso del preescolar. ¿Por qué yo debía esperar y ella no? pensaba furiosa, la miraba con su cabello todo colorado y largo, la sonrisa más abierta, las piernas más largas, las tetas más grandes que las mías. Las mujeres podríamos ser solo competidoras en este mundo. Esa fue mi conclusión y la que gana es la que no está dispuesta a esperar.

Regarde le Ciel - Manjiro SanoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz