Octubre 2006

61 7 2
                                    

Octubre 2006

"Las mareas y las estelas,

tienen cielo de tí

ojalá tuviese yo tu amor así

sin saber como entrar,

o cómo salir"

Luis Alberto Spinetta

Es difícil entender cuantas coincidencias ocurren en el mundo para que un hecho sea consumado. Para que Manjiro y yo nos conociéramos tuvieron que morir más de dos personas, ser enterradas contiguamente, que el olvidara flores y que yo fuera completamente exagerada al comprar eso. Pero no. Aún hay más coincidencias que no puedo contar, para aquel encuentro en la lluvia cuando finalmente nos vimos después de veinticinco mensajes intercambiados en papeles, tuvo que haber algo que lo haya hecho desviarse de su rutina original, si es que la tiene.

Me duele la cabeza y me aconsejaron tomar un baño "a la japonesa" así que aquí estoy en una bañera con agua caliente, el vapor inundando la habitación y completamente sola.

No he visto a Manjiro desde esa noche de los cinco tipos que casi mata. Cada vez que pienso en eso me estremezco como un pez fuera del agua.

Le pregunté a Daisuke como estaba y me respondió apáticamente, evitando el tema, que estaba bien. Los días en la escuela parecen más largos de los silenciosos que se han vuelto. Estoy castigada por dos meses y si quiero acortar la pena debo escribir una disculpa para Yasuda. Me niego.

Aun en la bañera los dedos me duelen de limpiar el aula de tercer año, mi castigo es encargarme de la limpieza de mi salón. El agua parece aumentar la temperatura con mi enojo, el dolor de cabeza persiste como mis ganas de ver a Manjiro. Me dijo que tenía cosas que hacer y no podríamos vernos. La ansiedad hace burbujas en el agua.

Me pregunto qué son esas cosas que hacer y por qué no me incluyen, en mis actos de egoísmo solo pienso en el placer propio. En lo que me genera su presencia.

Después de la noche que dejó tendidos en el piso a cinco tipos, con las manos y la cara llenas de sangre me dejó en la puerta de la residencia sonriendo. Imperturbable, incólume como si nada. Intercambiamos mensajes de texto en la madrugada hasta dormirnos aunque fue difícil, aún lo es, sacarme esa imagen de la cabeza.

Saqué la pierna derecha del agua con la intención de respirar por ella, el vapor parece abombarme. Me deslizo por la bañera para recostarme en ella con ganas de que este dolor de cabeza se termine de una vez por todas.

Volví a pensar en ese día, en las casualidades. Él me había invitado a su casa, vi su torso, su pecho, su fisonomía con una toalla al cuello. Ese recuerdo me llena de algo, algo lindo, algo indefinible pero lindo. Tengo calor y no es agua caliente. Cierro los ojos para volver a esa sensación adictiva. Imagino a Manjiro, con esa mirada vacía, la voz con un tono serio, sin camiseta viniendo a mi encuentro.

Siento algo entre las piernas. Me tiemblan pero no de pavor, tengo un hormigueo en mi vientre, no, está más abajo. Mis manos bajan solas hacia la sensación, buscando calmarla.

El estímulo de mis dedos es adictivo, me da placer pensar que es Manjiro quien tiene sus dedos en mi. No puedo evitar imaginarlo encima de mi.

Arqueé mi espalda casi por inercia, mis dedos están fuera de control, ya no duelen de limpiar, ya no duelen de nada. Solo hay placer, solo existe el en mi cabeza, no existen las casualidades. Esta escrito que debíamos encontrarnos, que debía verlo sin camiseta, que mis instintos más básicos y animales estuvieran en toda la bañera. 

Por qué nadie dice lo bien que se siente la masturbación, por qué se la asocia solo a los varones. Las mujeres también podemos tener un instinto puro. En este caso mi instinto me había tomado completamente, respirando con la boca abierta, las piernas separadas y la cabeza hacia atrás solo pienso en lo mucho que deseo a Manjiro, como hombre que me llene.

Después de entregarle mis fantasías a mis dedos me sentí extrañamente satisfecha, lo que sentimos al dormir con sueño, al comer con hambre. Había experimentado una sinceridad tal conmigo misma que empecé a reír. Como un chiste viejo y malo, la masturbación me había delatado todas mis intenciones.

-¿Ciel estás ahí? - Frances llamó a la puerta sacándome de mi victorioso descubrimiento.

-Si.. aquí estoy

-Alguien te busca, te espera en la sala común- concluyó Frances y yo no tuve más remedio que salir y vestirme.

Cuando llegué a la sala común, con mi cabello goteando, la presencia de Mitsuya me devolvió una sensación amarga. Casualmente y sin aviso los sentimientos perfectos pueden desmoronarse.

-¿Podemos hablar?- dijo Mitsuya de pie junto al kotatsu.

No pude hacer más que mirarlo con desconfianza. 

Regarde le Ciel - Manjiro SanoWhere stories live. Discover now