CAPÍTULO 7. HARRY

26 3 0
                                    

Juliette salió apresuradamente del local. Ni siquiera paró para despedirse de Charlotte. Yo, por mi parte, me quedé mirándola hasta que cruzó la puerta. Era la primera vez que una chica me rechazaba.

Bueno, no pasaba nada, tenía que dejarlo ir y aceptar que yo no podía gustarle a todo el mundo, por muy guapo o famoso que fuera. Y por muy difícil que se me hiciera entenderlo.

Me acerqué a la chica que le había mencionado a Juliette. Era verdad que ella me había estado lanzando miraditas durante toda la noche, pero yo las había ignorado todas, por lo que se sorprendió cuando me vio a su lado.

—Vaya, el famoso Harry Wilson —dibujó una amplia sonrisa. Era muy guapa, con sus ojos verdes y los hoyuelos que se le habían formado al sonreír. Se acercó a mi de forma tentadora hasta que nuestras bocas estuvieron a tan solo unos centímetros.

—Sí, el mismísimo Harry, en vivo y en directo.

Ella soltó una carcajada que me hizo pensar en Juliette. ¿No podía ella haber reaccionado igual?

—Y ahora mismo soy todo para ti.

—Vaya, no se tiene una oportunidad así todos los días. Habrá que aprovecharla, ¿no crees?—susurro justo al lado de mi oreja de forma seductora.

Cuando yo le devolví la sonrisa, no se lo pensó dos veces: acercó sus labios a los míos hasta juntarlos en un beso que profundizamos al instante. Me gustó esa chica, era directa, no se venía con rodeos, como a mi me gustaban.

Y así, entre beso y beso, dejé de pensar Juliette y pasé a disfrutar de aquel momento con esa chica que no conocía para nada pero tenía el mismo concepto que yo de "salir de fiesta".

Mike y Charlotte se acercaron a nosotros al cabo de un rato. La chica y yo estábamos en la pista de baile. Ni siquiera recordaba cómo habíamos llegado ahí. Solo sabía que sonaba de fondo una canción bastante movidita y ella movía el culo delante de mi, al ritmo de la música. Según me había dicho ella antes, la canción era de un tal Bad Bunny. No sabía quien era, pero ya me encantaba la música de aquel conejo malo , y el efecto que tenía su música en las chicas...

Lo malo es que la chica de la que aun no sabía el nombre, dejó de bailar en cuanto Mike habló y ella fue consciente de la presencia de mi amigo y de Charlotte. Se despidió de mi con un sonoro beso en la mejillaque deseé que hubiera sido en los labios, y se alejó de nosotros.

—Eh tío, ¿dónde está Juliette? —chilló , para que pudiera escucharlo por encima de la música.

Mi mal humor volvió. ¿De verdad tenía que haber mencionado a la única chica en toda mi vida que me había rechazado? Resoplé y le contesté encogiéndome de hombros para intentar restarle importancia.

—Se ha ido.

—¿Qué? ¿Cómo quese ha ido?—exclamó Charlotte.

—Sí, no sé, se ha querido ir y se ha ido, ya esta, no es para tanto.

—Oye, Harry, ¿porqué ha querido irse?—dijo Mike con tono serio mientras me mantenía la mirada, una mirada de advertencia. Oh, ya sabía lo que estaba pensando.

—Mike, no le he hechonada a Juliette, ni tampoco nos hemos liado ni nada. Simplemente se ha agobiado por la música alta y la gente o, yo que sé, cualquier cosa, y se ha ido. —Eso pareció calmarle bastante.

—Chicos, ahora tenemos un pequeño problema.— Nos llamó la atención Charlotte. Ambos la miramos, sin entender a qué se refería.—A ver, Juliette y yo nos estamos quedando en la casa de su tía abuela, que vive aquí en Londres. Pero yo no tengo las llaves de casa y a estas horas estarán durmiendo, no me podrán abrir. Además ni siquiera se cómo llegar hasta ahí. No puedo ir.—hizo una pequeña pausa para pensar qué podía hacer. Como no se le ocurrió nada, volvió a dirigirse anosotros.— ¿Que hago?

—Puedes venir con nosotros— le contestó Mike, que me miró a mi, preguntándome con la mirada si me importaba, ya que íbamos a ir a mi casa. Yo asentí y Charlotte dibujó una sonrisa.

Quinze minutos después estábamos los tres dentro de mi Tesla model 3 de color blanco. Yo conducía mientras que Charlotte y Mike iban en los asientos traseros. La chica estaba súper emocionada y no para de repetir lo bonito y moderno que era mi coche. Mike la miraba intentando aguantar la risa.

—Oye no te rías de mi. Es verdad que este coche es una pasada.

—Si, pero tu cara es un cuadro.

Ella le dio un pequeño empujón en el hombro y ambos empezaron a reír.

— Ya sé que vosotros estáis acostumbrados a la vida de ricachones, pero a la gente normal nos asombra todo esto.

—Pues díselo aJuliette, a ver si a la próxima quiere venir—intervine yo, con un tono de voz un poco más serio de lo que había pretendido. Ellos dejaron de reírse y vi a través del retrovisor que Charlotte se tensó un poco.

—Respecto a eso...Juliette es un poco delicada, no se lo tengas en cuenta.

—¿Delicada? Más bien negada. Ni siquiera ha querido hablar conmigo. ¿Tanto le costaba ser un poquito amable? —soné bastante alterado y me arrepentí un poco de haber explotado de esa manera. Al fin y al cabo Charlotte no tenía ninguna culpa.

—Si, si que le costaba. No la juzgues sin saber nada de ella ni de su vida.—Me cortó ella.

No dijo nada más. El ambiente estaba un poco tenso. A mi tampoco me apetecía seguir hablando sobre Juliette, así que dije otra cosa para cambiar de tema:

—Si el coche te ha gustado, ya verás lo que te parece mi casa.

Y así fue. Al cabo de unos minutos estábamos pasando por la enorme puerta de la mansión Wilson. Charlotte tenía la boca abierta del asombro. Entramos con el coche y seguimos por el camino recto de grava hasta parar delante de la lujosa fuente.

Nuestros increíbles jardines se extendían alrededor del camino, perfectamente cuidados por los mejores jardineros de la ciudad. Y, detrás de la fuente, se alzaba la grandiosa casa, de fachada blanca con zonas negras . La expresión de Charlotte fue máxima en cuanto atravesamos la puerta doble de color negro.

—¡Madre mía, esto es enorme! Enserio, pensaba que solo había casas así en las películas.

Le enseñamos un poco la casa y Mike la dirigió a la habitación de invitados que iban a compartir. Él estaba siempre en mi casa, así que no tenía problema en ensañarse la a ella porque la conocía perfectamente.

Yo me fui a mi habitación, mi sitio preferido en toda la casa. Era mi rincón personal y podía pasar horas y horas ahí, viendo series en la enorme tele de la pared de enfrente al mullido sofá, jugando en mi ordenador de tres pantallas o relajándome en mi elegante jacuzzi privado.

Me puse el pijama y me acerqué a la cama doble que había en el centro de la estancia. Pasé una mirada por las estantería que posaban encima de ella y me fije concretamente en una foto del primer equipo de fútbol en el que había entrenado.

Mi padre me apuntó por primera vez a fútbol cuando tenía unos 4 años. En cambio, me había regalado mi primer balón al cumplir los dos años, cuando apenas sabía andar pero él ya había decidido mi futuro: seguir si camino para convertirme en un gran futbolista.

Así que toda mi vida había estado envuelto de ese deporte. Algunas veces llegaba a pensar que yo vivía solo por y para el fútbol. Ni siquiera había tenido tiempo de tener amigos o novias a lo largo de mi adolescencia e infancia: entrenaba sin parar. Pero no me importaba, disfrutaba tanto de los entrenos como de los partidos. Al fin y al cabo, me tenía que gustar. Mi vida iba a estar basada en eso y mis padres no aceptarían replicas.

Miré también las otras fotos que tenía. Las pocas que no eran de fútbol, eran de comidas familiares o quedadas con Mike, mi mejor amigo desde que tenía uso de razón. Él y ello habíamos vivido toda la vida en la misma calle y nuestros padres eran muy amigos desde antes de que nosotros naciéramos. Así que ni siquiera recuerdo el momento exacto en el que nos vimos por primera vez.

Seguí mirando. En las estanterías también habían algunos trofeos y libros. Enseguida me cansé de verlos y me tiré a la cama. Estaba súper cansado después del partido y de haber salido de fiesta, por lo que me dormí al instante.

TE ESPERO A LA VUELTA DE LA ESQUINAWhere stories live. Discover now