CAPÍTULO 12. Juliette

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El aire luchaba por entrar en mis pulmones mientras corría por el Parque Montsouris. Había acabado los exámenes finales hacía apenas unas horas y ya estaba oficialmente de vacaciones, disfrutando de la tranquilidad de aquel jueves de principios junio mientras corría por aquel parque que tanto me gustaba . Es decir, casi tranquilidad, porque no me relajaría del todo hasta que me dieran las notas y supiera que estaba aprobada.

Cuando sentí que mis piernas no aguantaban más, paré y anduve un poco hasta sentarme en la hierba. Ash, mi perra, se había adelantado y me miraba inclinando la cabeza. Silbé y la border collie se plantó a mi lado en tan solo unos segundos, ¡ojalá tener su energía!
—¿Que pasa grandullona? ¿No estás cansada de tanto correr?.
Me lamió la cara mientras movía la cola y daba saltos efusivamente.
—Vale, tranquila, ya veo que no.
Al final se quedó quieta y las dos nos tumbamos para admirar al cielo. En ese momento sentí que era la persona más feliz del mundo, me encantaba mirar hacia el infinito, descubrir las oportunidades que tenía el mundo, todos los sueños por cumplir y las heridas por sanar. Me encantaba mirar hacia arriba y imaginar lo que me deparaba la vida.
Y no podía tener mejor compañía que la de mi perra Ash. A veces sentía que las relaciones con animales eran las más sinceras, no había intereses ni palabras falsas de por medio, solo un dueño, una mascota que lo acompañaba sin dudar y una confianza ciega y preciosa.
Estuvimos quietas un buen rato, sintiendo los primeros rayos de sol del verano en nuestra piel y finalmente nos levantamos para volver a casa.
—Al parecer se ha acabado nuestro momento de paz, Ash, tenemos que volver a la cruda realidad.
Empezamos a andar por el mismo camino que habíamos recorrido antes, pero esta vez lentamente y disfrutando de cada pequeño detalle. Ni siquiera le até la cadena, pero se portó bien y se mantuvo a mi lado.
Cuando llegamos a la calle Reille vi un cartel en una farola. “Se busca profesora particular para niños.” Abajo había un número de teléfono y pensé en apuntármelo, ya que no me vendría nada mal dar clases de repaso a niños y ganarme algo de dinero. Al fin y al cabo, si todo salia bien, el año que viene tenía que ir a la universidad, que no era nada barata. Y tendría que estudiar mucho para sacarme la carrera de derecho, así que no podría estar trabajando entonces. Otra opción era pedirles dinero a mis padres o a mi hermano, que conseguía mucho con el fútbol, pero no me apetecía depender de ellos, prefería valerme por mi misma.
Cogí el móvil y vi que tenía varios mensajes de Charlotte, del grupo de classe y alguno que otro de mis tías, que me preguntaban por los exámenes. Los ignoré todos y me apunté el teléfono que había en el papel de la farola antes de reemprender el camino a casa y abrir el chat de clase.
Antoine: ¡¡¡Chavaaaleeeees, que por fin hemos acabado los exámenes!!!
Alexander: ¡¡¡Siii, somos libres!!!

Todos les contestaron con aplausos y emojis de felicidad. Y Yo me eché a reír: me encantaba el buen royo que solía haber en mi clase.
Léa: Ey, tíos, esto se tiene que celebrar, ¿no?
Antoine: ¿Fiesta en mi casa el sábado que viene a las 9 de la noche?
Margot: Me apuntooo.
Louis: Yo traigo la bebida.
Alexander: Yo me encargo de la música.
Antoine: No se hable más, fiestón asegurado. Y si queréis invitar a más gente, sin problemas, cuanta más fiesta se monte mejor.
Solo me hizo falta leer hasta ahí para saber que iba a ir a la fiesta y me lo iba a pasar súper bien. Los mensajes continuaban conforme la gente iba uniéndose y poniendo su granito de arena y me hizo gracia el último mensaje:
Charlotte: Joder no es normal que haya más de 500 mensajes de este grupo, con razón no paraba de vibrar el móvil.
Charlotte: ¡¡Hacerme un resumen, vagoooss!!
Margot: Habló... Ahora los vagos somos nosotros y tu no quieres ni leer 500 mensajitos.
Charlotte: Iros a la mierda.

Al cabo de unos segundos me llegó otro mensaje de Charlotte, pero este era al chat privado. Me pedía un resumen de lo que habían dicho en el grupo de clase así que le expliqué lo de la fiesta en la casa de Antoine y ella no dudó ni un un mili segundo en unirse.
Al parecer la fiesta iba a ser un éxito. Cada uno se encargaría de preparar una cosa diferente y de traer más gente a la casa de mi compañero de clase.
———
Cuando llegué a casa estaba súper sonriente y alegre.
—Vaya, se nota que has acabado los exámenes— dijo mi hermano, que entraba en el salón en ese momento.
—¡¡Siii!! ¡Se ha acabado el infierno!—exclamé mientras me acercaba a la cocina para beber agua.
—Tampoco te pases, ir al insti tiene su punto divertido— enarqué una ceja lanzándole una mirada interrogativa a Ethan.
—Define ese “punto”. Porque debe ser tan  pequeño que ni lo he visto...
—A ver, no se, reírte de tus amigos si ellos han suspendido y tu no. Jugar a fútbol en el patio. Molestar a tu mejor amigo cuando tiene que hacer una presentación. Daros collejas por los pasillos. Bua, ojalá volver a esos tiempos, eran la ostia en realidad.
—Menos mal que soy chica. En general, nosotras nos animamos en los exámenes y presentaciones y no nos damos collejas. Casi parecemos personas humanas y todo, increíble ¿no crees?—ironizé—. Así que sigo sin encontrarle el supuesto punto divertido al instituto.
Me dirigí a la cocina para coger un vaso de agua y vi a mi madre preparando la cena. Dio la vuelta para saludarme mientras se apartaba unos mechones negros que se le había escapado de la coleta.
—Hola cielo, veo que estas cansada de tanto correr, si quieres ve a ducharte y luego cenamos y nos explicas cómo te han ido los exámenes. —Sonrió y señaló la paella que había sobre la vitrocerámica— estoy preparando crepes de chocolate, que se qué te gustan.
—¡Vuelvo enseguida!— exclamé mientras salía corriendo de la habitación y oía la risa de mi madre ante mi apresurada reacción.

Diez minutos después, me senté en la mesa donde me esperaban mi madre, mi hermano Ethan y, lo más importante, dos apetitosos crepes llenos de chocolate blanco que pedían a gritos que me los comiera. A ver, no me juzguéis, quiero mucho a mi familia, pero nada puede superar a los crepes de mi madre, están buenísimos y los hace pocas veces.
—¡Vaya, doble ración!— exclamé contenta.
— Si, hoy te los mereces más que nadie— contestó mi madre—. Pero vayamos a lo importante, ¿cómo te han salido los exámenes?
—Creo que bastante bien, pero no me quiero confiar.
Mi madre sonrió: me conocía demasiado bien y sabía que yo nunca me quería confiar cuando se trataba de los estudios, que siempre pensaba que suspendería o sacaría mala nota y luego acababa teniendo un sobresaliente. Por lo que se quedó tranquila y no preguntó nada más.
Luego pasó a preguntarle a mi hermano por el fútbol. Era jueves y el sábado el PSG, el que equipo en el que jugaba, tenía un partido contra el Chelsea. Era en casa, así que esta vez no tendríamos que viajar a Londres.
— Es verdad que la última vez perdisteis contra el chelsea, pero ahora seguro que ganáis— entré en la conversación.
—No lo sé, Juls, no tenemos mucha confianza en ganar y eso es muy importante. Además, desde que ficharon a Wilson son imparables, para lo joven que es, es muy bueno.
—Tu tienes 20 años, solo os lleváis uno. Y no es tan bueno, Harry está sobre valorado, créeme.— Me entro la rabia en el cuerpo solo con pensar en él, mi equipo no podía volver a perder por culpa de ese niñato.
—¿Y tu cómo lo sabes?— mierda, ¿ahora que podía contestar? No quieria decirle que Charlotte y yo habíamos estado con él y con su mejor amigo, Mike, seguro que le sentaría mal que nos relacionamos con sus rivales.
—Ehh... esto... se nota. Vamos, se cree que es alguien importante, pero en realidad seguro que es un pringado.
Debí de sonar convincente porque ninguno de los dos preguntaron nada más y siguieron hablando tranquilamente.

Antes de ir a dormir entré en Instagram y empecé a pasar historias: gente que iba de vacaciones por el inicio del verano, los de mi curso haciendo fiestas por el final del instituto... Paré en cuanto salió en la pantalla la historia de Harry: salía él haciendo las
maletas porque al día siguiente despegaba su vuelo hacia París para el partido. Me acordé de que aún tenía mi pulsera y decidí contestarle a la historia para recordarle que la cogiera.
Juliette: Recuerda devolverme mi pulsera este sábado antes del partido.
Harry: Siempre buscando una escusa para volverme a hablar, ¿eh?
Me sonrojé casi sin darme cuenta, ¿porque tenía que ser siempre así de arrogante?
Juliette: No, buscando una solución para no tener que hacerlo nunca más.
Harry: Si en el fondo te gusta que hablemos...
Juliette: Ni en tus mejores sueños.
Harry: Ahí es donde más estás, créeme pequeña envidiosa.
Sentí que se me erizaba la piel y ni siquiera le contesté: prefería ignorarlo. Pero, si hubiera tenido un espejo delante, hubiera podido ver el atisbo de sonrisa que se asomaba en mi rostro y luchaba por ser visto...

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⏰ Last updated: Jan 31 ⏰

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