CAPÍTULO 10. JULIETTE

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Volví a leer los apuntes degeografía. El examen final era el martes de la semana siguiente yestábamos a jueves, así que había pasado toda la tarde estudiando.Esta época, la de los exámenes finales, era la peor de todo elcurso: estaba agotada y aun no habíamos empezado la semana fuerte.

Cuando decidí que ya nopodía más, hice una videollamda con Charlotte.

—¿Tía, cómo llevas losexámenes?

—Prefiero no hablar de eso,llevo todo el día estudiando y no puedo más.—le contesté yo.

—Ya, yo estoy igual. Siquieres podemos hablar de que Mike sigue sin hablarme.—Estaba asídesde el martes, parecía que el mejor amigo de Harry se habíacansado de hablarle después de contestar un par de mensajes a lolargo del domingo y el lunes.

—Charlotte, olvídate de él,debe ser tan imbécil como Harry.

—Que va, él es diferente,fue súper amable y cuidadoso. Te aseguro que no es como Harry.—Esbozó una sonrisa tonta, supongo que recordando la noche quehabía pasado con él. —No dejamos de besarnos en toda la noche, noha podido olvidarse tan rápido de mi. Y ya no se que hacer, lo hechode menos.

Se quedó callada, esperandoa que yo le dijera algo, pero en realidad no sabía que decirle.Posiblemente Mike ni se acordaba de quien era ella, pero me sabíamal decírselo porque ella parecía bastante pillada por él.

—Vamos Charlotte, ni Mikeni ningún otro chico se merece que estés así de triste por él.Así que pasa de él, si no te contesta, pues tu tampoco. Y, cuandoacaben los exámenes, saldremos de fiesta y me aseguraré de queligues con el chico más guapo de la cuidad. Mike no será nada encomparación.

—Pues sí. Pero, tu lo hasdicho, antes tendremos que sobrevivir a la semana de exámenes. Tu,al menos, tienes tu pulsera de la suerte, ¿no?— me preguntóriéndose. Se refería a una pulsera que me había regalado una persona importante y quesolía decir que me de daba suerte. Ella no creía en esas cosas asíque le hacia gracia que yo confiara tanto en eso.

—Si claro, la tengo en lamochila que usé para el viaje.—Me levanté de la cama y fui hastami armario, donde guardaba la mochila, para comprobarlo. En cuantoabrí la mochila y rebusqué en ella, me quedé parada: la pulsera noestaba.

—Oye, Charlotte, yo mellevé la pulsera al viaje, ¿verdad? —dije aceleradamente.

—Si, claro, decías que ledaría suerte a tu hermano en el partido.

—Joder pues creo que la heperdido.

No, no, no podía ser.Llevaba esa pulsera a todas partes, era lo único que me quedaba de la persona que me la había regalado, así que no podía perderla. A parte desuerte, también me daba calma y seguridad.

 Corté la videollamada con mi mejor amiga y seguí buscandopor toda mi habitación. Abrí el segundo cajón de miescritorio que estaba lleno de pulseras pero ninguna era la de colorlila que tanto me gustaba.

Fui al salón a buscar a mimadre, que estaba leyendo un revista.

—Mamá, ¿has visto mipulsera? —Ella negó con la cabeza inmediatamente y le expliquéque la había perdido.

—Tranquila, Juliette, tieneque estar en alguna parte, no ha podido desaparecer de la noche a lamañana. ¿Dónde la viste por última vez?

—En Londres, en el partidode Ethan contra el Chelsea, la llevé para que le diera buena suerte.

—Uff, entonces ya es másdifícil. ¿Le has preguntado al papá si la ha visto?— negué y ledije que iba a preguntarle.— Vale, pero Juliette, si no laencuentras no te agobies cariño. Eres muy inteligente y hasestudiado muchísimo, así que en los exámenes de la semana queviene vas a sacar buena nota, con la suerte de la pulsera o sin ella.

TE ESPERO A LA VUELTA DE LA ESQUINAWhere stories live. Discover now