18. Punto débil

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—¡Vamos, más rápido! ¡Todavía no veo que les tiemblen las rodillas!

Juro que Jolyne en otra vida fue una duquesa con un palacio enorme lleno de esclavos a los que torturaba por mero entretenimiento. De lo contrario, no me explico lo mucho que nos hace sufrir con estos entrenamientos.

—Jolyne, me voy a desmayar.

—Si es verdad, descansa. Si es una exageración, al final del entrenamiento te tocan cinco burpees más.

Leo se desploma en el suelo dejando escapar un grito de derrota. Todos reímos. No sé cuántas veces se ha resbalado con las colchonetas mojadas, pero a partir de la quinta dejé de contar. No lo culpo, a lo largo de los años estas colchonetas azules han visto mi culo más veces de las que me gustaría admitir.

—No sean desagradecidos. Cuando yo entrenaba ni teníamos colchonetas, las flexiones las hacíamos en el suelo.

—Recordadme que nunca visite ningún club de Argentina —musita Julieta en mitad de su descanso.

—¡Diez burpees más por ofensa a mi patria!

Julieta abre mucho los ojos y se desploma al lado de Leo. Yo salgo de la piscina y me preparo para las veinte flexiones que me tocan. Los que ocupan las colchonetas se marchan a los podios y los demás que acaban de terminar los largos me siguen.

—Eres muy rápido.

Giro el cuello y me encuentro con el italiano a mi lado. Cómo no. Lo que me sorprende es que haya abierto la boca para otra cosa que no sea insultarme. Lo tomo como que está cayendo ante mis encantos.

—Lo sé.

—Pero te confías demasiado. Ese es tu punto débil.

Me lo quedo mirando con detenimiento. Él no tiene ningún miedo en sostenerme la mirada, es más, me reta con ella. Como si esto fuera una competición por ver quién aguanta más. Por desgracia para él, yo no me doy por vencido tan fácilmente.

—No me confío, soy consciente de mis posibilidades y doy todo de mí. ¿Es eso malo?

—Al parecer lo es cuando eres Hugo Castillo y llega alguien mejor que tú.

Se coloca en la colchoneta contigua a la mía y hace algunos estiramientos en tanto que el descanso finaliza. Yo no puedo hacer más que mirarlo, con ese cuerpo lleno de tatuajes que he contemplado más de la cuenta y el pelo mojado que se le pega a la nuca y deja su rostro completo a la vista. ¿Cómo se puede ser tan atractivo y a la vez tan hijo de puta? El contraste me fascina y aterra a partes iguales.

—Tú no eres mejor que yo.

Sus ojos gélidos me observan con atención. Su maldita sonrisa se entreve en las comisuras de sus labios. Es peligroso mirarlo tanto, lo sé, pero no hacerlo es un delito.

—Ya te lo demostré una vez y lo haré de nuevo. Me pregunto cuántas veces necesitarás para aceptarlo.

Aprieto la mandíbula y me coloco en posición de empezar las flexiones.

—Ninguna, porque no me vas a volver a ganar.

Lo último que escucho antes de que Jolyne pite es la risa de Mattia. Y debería joderme más de lo que lo hace, porque la está usando para burlarse de mí, pero también provoca un cosquilleo en mi espina dorsal que no me gusta nada.

No te dejes llevar, Hugo. Concéntrate.

Lo ignoro el resto del entrenamiento, lo que es bastante difícil. Mattia hace de todo para provocarme. Me mira mientras hago flexiones, me sigue a donde quiera que vaya y se coloca en el carril de al lado del mío en la piscina. Sé que la única forma de librarme de él es ser yo el pesado, pero hoy no tengo la energía. Solo quiero finalizar el entrenamiento, llegar a casa e irme a dormir.

Cuando Jolyne pita por última vez para hacernos saber que hemos terminado, todos soltamos un suspiro de alivio. Creo que nunca antes lo habíamos pasado tan mal en un entrenamiento como hoy. Nuestra entrenadora nos lo agradece con una sonrisa.

—Muy bien, chicos y chicas, lo han hecho genial. Recuerden que no podemos bajar el ritmo a partir de ahora.

—Necesito una semana como mínimo para recuperarme —se queja Pablo a mi lado y su hermano le da la razón con un gesto. No hace falta que los demás hablemos para dejar claro que pensamos igual.

—Por cierto, les tengo que hablar sobre la primera competición de la temporada. Ya todos están al tanto de ella, pero aun así. Va a ser el sábado de la próxima semana y pueden apuntarse en la lista que encuentran en el punto de información de la entrada. No es obligatorio, por supuesto, pero quienes participen recibirán la marca de tiempo que hagan en la piscina. Ya saben que si planean continuar compitiendo la marca es necesaria.

Mis amigos me observan y yo les devuelvo una sonrisa. Hablar de competiciones es lo que llevo esperando desde que empezamos la temporada. También le echo un vistazo al italiano, que está al otro lado charlando con una de las chicas del club. Sin dejar la conversación me mira y vuelve a sonreír. Ugh.

—¿Dónde es la competición, Jolyne? —pregunta Leo.

—Aquí mismo. Vienen un par de clubes de natación de la zona, así que con suerte también pueden socializar.

—Qué pesadilla —susurra Yoel. Yo aguanto la risa.

—Cada uno puede competir en el estilo que prefiera, por supuesto. Además de los cuatro estilos también va a haber relevos. Serán grupos de cuatro y cada integrante nadará 100 metros en uno de los cuatro estilos. Pueden ser mixtos si así lo quieren. ¡Eso es todo! Espero que disfruten del resto del día, nos vemos mañana.

Nos empezamos a quitar los gorros y las gafas mientras vamos andando con calma hacia los vestuarios.

—¿Hacemos grupo para los relevos? —propone Pablo, y no ha terminado de hablar cuando ya estoy asintiendo.

—Yo me encargo de mariposa.

—Yo brazada —dice Yoel.

—Yo...

—Ni se te ocurra decir espalda, Pablo. Haz estilo libre y tenemos la victoria asegurada.

El rubio rueda los ojos, pero termina asintiendo. Leo se nos une con visible emoción.

—¡Yo hago espalda! He estado practicando y he mejorado mucho.

—Perfecto entonces.

—Gracias por dejarme fuera —dice Julieta andando más rápido para alcanzarnos—. Pero entiendo que sois tan cerrados de mente que no creéis que una chica pueda ayudaros a ganar.

—Nadie ha dicho que... —empiezo, pero me interrumpe.

—Déjalo. Ya tengo grupo de todas maneras.

Alzo las cejas y miro a su alrededor.

—¿Y dónde está?

—Aquí.

Y el dueño de esa voz es Mattia, por supuesto. No sé por qué no se me había ocurrido. Le pasa el brazo por los hombros a la chica y nos sonríe con claro sentimiento de superioridad.

—Oh, perfecto. Así podré ganarte no solo en mariposa, sino en relevo también —le hago saber sonriente. Mattia se limita a reír.

—Ya. ¿Recuerdas lo que hemos hablado antes? Tenlo en cuenta el próximo sábado.

El chico de pelo blanco se despide de Julieta con un gesto y se pierde en la puerta de la izquierda en dirección a los vestuarios masculinos. La morena nos dedica una sonrisa y se marcha por el lado contrario.

—¿De qué estaba hablando? —cuestiona Pablo.

—De mi punto débil inexistente.

Sin añadir más entro a los vestuarios seguido del resto de mis amigos. 

A flote [Libro 1 ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora