1

538 47 12
                                    

El cuerpo abajo de él ya no se movía, no respiraba, no gritaba por ayuda ni piedad. No había sido consciente de sus acciones hasta ese momento, sólo entonces se detuvo a ver lo que había hecho.

El piso era un revoltijo de tripas, sangre y vómito. Totalmente asqueroso. La víctima de aquella masacre tenía la boca abierta dejando ver sus encías sin dientes, inflamadas, ensangrentadas; los dedos pulgares de ambas manos habían sido arrancados de aquel cuerpo cuando tenía vida. Se los arrancó con los dientes y se los comió, lo intentó, la sensación de la carne era desagradable pero debido a la adrenalina no podía parar. Después de intentar tragar la masa de carne y huesos en su boca fue que vomitó encima del sujeto que lloraba sin control. Se alejó, trató de recuperarse del mareo y se dijo a sí mismo que no actuará tan impulsivamente.

Acto seguido procedió a cortarle la lengua a su amigo. Creyó que de esa manera los gritos cesarían, pero no fue así. Los sonidos se hicieron más fuertes, sonidos guturales, pero al menos se ahogaban entre la sangre que brotaba de su boca.

Sintió lástima. Cuando el sujeto parecía muerto cometió el error de moverse. Pudo dejarlo así, pudo dejarlo con vida e irse, pero ya conocían sus caras y sus nombres, así que procedió a sacarle los ojos. Los sonidos que hacía le recordaban a cuando era pequeño y estaba en la granja con su madre y su padrastro. Su padre biológico había desaparecido mucho antes de que él naciera así que su padrastro se volvió su super héroe cuando su madre se casó con él, al menos hasta que cumplió ocho años.

Han Jisung no era un chico afeminado, no fue un niño delicado ni mucho menos; su madre amaba el arte, la pintura, escritura y música. Ella se lo inculcó muy bien y Jisung lo disfrutaba, pero también gustaba de jugar videojuegos y al fútbol. Desde que la señora Han se casó con aquel hombre algo cambió, no sólo en el hogar, su madre se volvió un poco retraída; distante. Le gritó por primera vez a la edad de siete años y lo golpeó a los siete por haber sacado una mala nota en la escuela a pesar de que nunca antes le había molestado.

Cuando Han Jisung todavía vivía en la granja con su familia odiaba a los cerdos porque hacían un ruido desgarrador cuando estaban en el matadero. Jisung tenía pesadillas con ellos, soñaba que cerdos gigantes lo perseguían hasta acorralarlo en la regadera y entonces se lo comían vivo. Jisung gritaba con desesperación, pedía ayuda, pero nadie lo salvaba.

Finalmente sucedió, a los ocho años que pesadilla se hizo realidad.

Un día específico Jisung estaba regresando a casa después de jugar con sus amigos toda la tarde. Su madre estaba drogada con pastillas para dormir en la habitación y aparte del hombre mata cerdos no había nadie más. Jisung se puso nervioso y dijo que tomaría una ducha, el sujeto le dijo que si, está bien voy a preparar la cena mientras tanto. Jisung se quitó su playera de Iron Man llena de tierra y sus pantalones cortos con manchas de caramelo. Se quitó sus tenis blancos, sus calcetines con perritos tejidos y su bóxer azul con estampado de barquitos pirata. Abrió la llave del agua caliente y después la fría para regular la temperatura, cuando se metió bajo el chorro escuchó la puerta del baño abrirse. Al principio no le hizo caso porque el pestillo estaba flojo y en ocasiones la puerta se emparejaba o se abría con el aire, pero después escuchó algunos ruidos extraños, pasos, ropas cayendo, estaba seguro que era el cerdo asesino, pero no. Un par de manos lo apretaron contra la pared y cuando giró el rostro para mirar al agresor vio que se trataba de su padrastro.

Naturalmente su madre nunca se enteró, tampoco se lo dijo, el hombre cerdo descubrió que, en el fondo, muy muy en el fondo, Jisung era un niño frágil, delicado, suave. En una ocasión escuchó al hombre cerdo reclamarle a su madre; se va a volver un marica por ti y todas tus mierdas sentimentales del arte, decía él. Su madre a veces lloraba silenciosamente cuando hacía la comida o mientras estaba en el baño por la madrugada. Jisung escuchaba los sollozos desde afuera. Le tomó cierto rencor, rabia. ¿Por qué era ella quien lloraba? ¿Con qué derecho? ¿Cómo se atrevía a sufrir más que él? Jisung no lloro cuando su madre falleció por sobre dosis cuando él tenía dieciséis años. Le reclamó, le reprochó por haber sido una mala madre y nunca haberse dado cuenta de que el hombre cerdo se lo comía vivo todas las noches mientras ella se sumergía en su propia miseria. Escupió en su tumba y regresó a casa para prender el pc.

Cuando Jisung cumplió los veinte años el hombre cerdo dejó de herirlo. Ya no era tan joven, ya no era puro y suave como a los ocho. No le servía. Las caricias se convirtieron en golpes por cualquier razón y por ninguna. Su padrastro lo golpeaba si llegaba tarde a casa, si llegaba temprano. Lo golpeaba si llovía, si no llovía, si era Lunes, si no era Lunes, si no iba a clases, si iba a clases. Este último año Jisung dejó la facultad de Música y se dedicó a estar en casa con ese hombre. No podía conseguir un empleo porque no se lo permitía, pero también lo agredía por estar todo el día en casa y no generar ingresos al hogar. Tres meses atrás ese sujeto vendió la granja de su madre y compró un departamento más pequeño y gris en la ciudad porque consiguió un empleo mejor pagado, según él. Hace una semana el tipo dejo a Jisung afuera de la casa durante tres días, sin comida, agua, resguardo. Hace dos días el hombre llamó a la policía diciendo que un vagabundo estaba molestando su hogar y Jisung fue arrestado. Tras comprobar que el hombre cerdo era su tutor legal no supieron que hacer y lo regresaron a casa. Cuando Jisung entró por la puerta lo vio. El tipo estaba en el sofá viendo televisión y comiendo una sopa caliente que probablemente se había pedido a domicilio. El hombre lo vio, le preguntó qué hacía ahí y lo mandó a ducharse porque estaba maloliente. Discutieron, Jisung pasó de largo hasta la cocina y tomo el cuchillo de sierra, ese que usan para cortar pan, y fue directo a clavárselo en el brazo al tipo. El hombre grito, cayó al suelo, le preguntó a Jisung si estaba loco, ¿Qué carajo estás pensando, enfermo de mierda? Jisung tomó una fotografía de su madre que estaba en la mesa de centro y golpeó al hombre con ella en la cabeza. Se desmayó.

Jisung era un hombre de veintidós años fuerte, no tan alto, pero sí bastante prominente. Cargó al hombre cerdo y lo ató a la mesa. Se sentó pacientemente a esperar que recobrará el conocimiento y cuando lo hizo lo golpeó. Lo golpeó en el rostro, en el abdomen, en los genitales. Lo golpeó con sus puños y después con un rodillo de amasar. Le clavó tenedores en las piernas y le arrancó los dientes con unas pinzas. Cortó sus pulgares con sus propios dientes y los masticó, pero sabían tan asquerosos que terminó vomitando sobre él. Le cortó la lengua y le sacó los ojos. Parecía muerto, pero Jisung sabía que no lo estaba. Tomó un cuchillo de rebanar jamón y le abrió el pecho, después el estómago, apretó sus intestinos viscosos entre sus dedos y trató de hacer que el hombre se los comiera pero para ese entonces ya había muerto.

El cuerpo abajo de él ya no se movía, no respiraba, no gritaba por ayuda y piedad. No había sido consciente de sus acciones hasta ese momento, sólo entonces se detuvo a ver lo que había hecho.

El piso era un revoltijo de tripas, sangre y vómito. Totalmente asqueroso.

Repentinamente alguien golpeó la puerta, tal vez no, tal vez habían estado golpeando desde hace mucho pero no lo había escuchado. Jisung se asustó, se arrinconó en una esquina cerca del refrigerador y comenzó a llorar.

dicks tree || ᵐⁱⁿˢᵘⁿᵍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora