Chapter Three | Cuando el negro se cruzó con el café.

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Las mañanas eran las más dolorosas, no le gustaba como se sentía el peso del cansancio, aun cuando había descansado por más de ocho horas. Quackity no recordaba desde hace cuánto sus sueños eran más que viles reproducciones de su día a día, nunca fragmentos de recuerdos dorados que solo se escondían en su memoria.

Con el tiempo entendió que lo mejor era dejar de fantasear con lo que no fue y nunca será, nunca iba a poder vivir en paz con aquello que descansaba en su espalda. Odiaba los espejos, en su habitación no había ni un objeto reflector que le proporcionara la vista de su ser. Odiaba verse a sí mismo, las cicatrices que se movían a lo largo de su cuerpo escuálido era solo recordatorios de lo que si paso y lo que siempre será.

Fargan era consciente de ello, por lo que el único espejo que se encontraba en la vieja y diminuta casa se encontraba en su cuarto bajo llave. Desde que tenía memoria el chico pato sabía que no debía de cruzar ese umbral hacia el otro lado. La habitación del gran hubo era exclusivamente para él, en ocasiones cuando la inocencia aun lo persistía, imaginaba que ahí adentro había no más que tesoros infinitos de los cuales no quería compartir con nadie. Hoy en día solo pensaba que solamente había marcas de guerra que no quería mostrarle a nadie. Si tu propio cuerpo no podía ser un templo, al menos tu habitación podía remplazarlo.

A él mismo no le importaba si alguien entraba a su habitación sin tocar, no tenía nada de lo que esconder, su propio cuerpo era un reflejo de ello. Quackity recordaba como cuando era un niño de no más de trece años tuvo un gran accidente que involucro la gran cicatriz que tenía en el ojo derecho. Una resistente y larga línea que iba desde la mitad de su frente hasta la comisura de sus labios. Su ojo no se pudo librar del golpe, su visión se volvió más miserable de aquel lado, solo mostrando lo débil que era para defenderse.

No le gustaba caminar por las madrigadas en las vacías y sucias calles de lo que podía decir vecindario, ya que estas no era más que parcelas abandonadas y en mal estado. Que fuera pleno enero no mejoraba la situación, odiaba como el invierno le recordaba que apenas si tenía una vieja sudadera que lo resguardaba de las fuertes nevadas.

Lo único bueno de su trabajo de mierda era que su turno era el de apertura, lo que ocasionaba que solo tenía que salir a las tres de la mañana. Al menos por un corto periodo podía hacerle compañía a Fargan, a pesar de que el mayor también tenía trabajos nocturnos, él solía aprovechar sus mañanas, por lo poco que sabia él búho se iba a partir de las ocho de la mañana y regresaba alrededor de las dos de la tarde.

Nunca pregunto hacia donde se dirigía, tampoco vio iniciativa de Fargan por decirle.

Esa noche en particular se encontraba más solo, a veces a lo largo de su camino a casa, miraba de reojo a los compañeros de trabajo de Rubius o de los asaltantes que a la primera oportunidad de verte temeroso te atacaran como buitres.

Ojalá | LuckityWhere stories live. Discover now