II

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Clark intenta distraerse a sí mismo de su abrupta atracción por Bruce Wayne.

Clark despertó lentamente, sintiendo fragmentos de sus sueños como telarañas que se deshacían a su alrededor

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Clark despertó lentamente, sintiendo fragmentos de sus sueños como telarañas que se deshacían a su alrededor. Estaba vaga e inquietamente excitado, por lo que supuso que debieron haber sido sueños de Lois. Recordó la presión de su brazo la noche anterior mientras Bruce se acercaba a ellos, depredador e irascible.

Bruce.

Se despertó más completamente cuando sacudió los últimos jirones de sueños. Les debía a Dick y a Alfred, y a toda la comunidad de superhéroes, hablar de nuevo con Batman y llegar al fondo del problema. Clark se puso el traje, alisando el material brillante, y se deslizó hacia el cielo de la mañana, en dirección a la Mansión.

La cueva estaba vacía. No había ningún sonido de movimiento en ella o en la mansión de arriba, ningún susurro más allá del susurro incesante de los murciélagos en lo alto, ningún latido del corazón humano en absoluto. El silencio era profundo y, de alguna manera, más inquietante que de costumbre. Clark se movió a través de la cueva con el vello de la nuca erizado, para su pesar. Una extraña e irracional necesidad de huir golpeaba su cerebro, pero lo reprimió con fuerza. Aquí no había nada que temer, nada en absoluto...

—No deberías estar aquí —dijo una voz tan oscura como la medianoche detrás de él, y Clark se las arregló para no gritar con el mayor de los esfuerzos.

Él se giró —lenta y deliberadamente, no había necesidad de girar, no había razón para que su corazón palpitara con fuerza— para encarar a Batman. Su capa estaba envuelta alrededor de su cuerpo mientras sus ojos permanecían ocultos bajo los lentes blancos y planos.

—No puedes ocultarte de mí para siempre.

Batman ladeó la cabeza con una fluidez extraña, casi sobrenatural—. Podría si quisiera —dijo.

—¿Por qué despediste a Alfred? —Clark intentó forzar una nota jovial en su voz—. Sabes perfectamente bien que no puedes arreglártelas sin él. No puedes lavar la ropa, no puedes cocinar, probablemente morirás de hambre.

Bruce parecía estar mirándolo fijamente, aunque con las lentes cubriendo sus ojos era difícil saberlo—. Estoy... —Él pareció tragar saliva—. Estoy hambriento —dijo casi en un susurro.

Clark deseó poder ver los ojos de Bruce de nuevo, un deseo que parecía enrollarse con fuerza en su pecho. En cambio, se centró en la boca de Bruce: la suave curva del labio inferior, el agudo arco del superior. El brillo de la piel, oscuro contra la palidez de su rostro. Vio un débil destello de dientes cuando los labios de Bruce se movieron y se estremeció ligeramente, incapaz de apartar la mirada.

—Clark. —La voz de Bruce lo alcanzó como si atravesara un largo túnel—. Clark. Detente. —Bruce le dio la espalda bruscamente y Clark parpadeó, sintiendo como si alguna cuerda entre ellos se hubiera roto.

DOS CUERPOS, UN ALMAWhere stories live. Discover now