† sediento pt. 1 †

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Cuando Batman se convierte en el objetivo de un par de cazadores de vampiros, Superman debe salvar a su amigo de un destino peor que la muerte.

Cuando Batman se convierte en el objetivo de un par de cazadores de vampiros, Superman debe salvar a su amigo de un destino peor que la muerte

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La luna rozaba la piel de Batman dolorosamente, pero el sol ardía dentro de él, calentándolo y protegiéndolo. Saltó sin esfuerzo de un edificio a otro, vigilando su ciudad, con sus entramados de sufrimiento y esperanza atrayéndolo como líneas ley por los tejados. Era una sombra entre las sombras, un cazador de depredadores que merodeaba por la noche, y un miedo elemental que le envolvía como un manto.

Cuando Batman cazaba, los corazones de los perversos latían más rápido y sus ojos cautelosos escaneaban la noche. Eran presas, y lo reconocían tanto en sus huesos como en su sangre.

Aterrizó frente a un asaltante y le quitó el arma de la mano con un manotazo casual. Los ojos del asaltante estaban llenos de terror mudo, como los de un conejo que se enfrenta a un lobo hambriento. Terror... y algo más, una extraña fascinación. Batman soltó una carcajada, un ladrido áspero, y el asaltante se estremeció. Su víctima se escabulló, pero él ni siquiera la miró, sus ojos estaban clavados en Batman. Bruce ató al hombre, que no ofreció resistencia, y lo dejó en manos de la policía.

Cuando Batman se lanzó en picado, alejándose, el asaltante cayó lentamente de rodillas.

Bruce no pudo evitar la mueca de desprecio que se dibujó en su boca. Le temían con un miedo visceral e instintivo reservado a los depredadores, pero el Caballero Oscuro nunca se ensuciaría con una presa tan insignificante. No, su presa no era nada tan burdo ni vil. Para él, sólo era...

Hubo un susurro de telas y el aroma de la luz del sol a su izquierda.

Batman se dio la vuelta y agarró al otro hombre por detrás, tirándole de los brazos tras su espalda—: Te he dicho que no vengas a Gotham cuando estoy cazando —susurró contra el cuello de Supermán. Se lo había dicho a Clark demasiadas veces. Eso nunca pareció hacer alguna diferencia.

Clark estaba relajado en su agarre, pero Bruce podía sentir su corazón palpitando, sentir la arteria carótida agitándose bajo sus labios. Presa. Amado. Presa—. Pensé que tendrías hambre —dijo Clark tan casualmente como si hubiera traído sándwiches.

Bruce se rió por lo bajo en su garganta y lamió el cuello de Clark; Superman se puso rígido en su agarre y siseó una fuerte respiración—. Estoy bien —dijo Bruce—. El hambre me mantiene alerta cuando estoy patrullando.

—Han pasado cinco días —dijo Clark. Todavía no había hecho ningún movimiento para romper el agarre de Batman sobre él—. Necesitas mantenerte fuerte. ¿Y si el Señor de Fiorella viene a buscarnos para vengarse?

—Ni siquiera sabemos si el Señor de Fiorella aún vive. Estoy más preocupado por los cazadores de vampiros. Mi ancestro [1] maldito... si no ha sido estacado [2] ya... puedo simplemente enterrarlo. Los cazadores de vampiros son humanos vivos y, por lo tanto, un problema más difícil. Además —añadió Bruce con ligereza—, sabes que puedo pasar fácilmente una semana sin alimentarme. —Clark olía tan bien. Como el vino más fino y la canela más dulce, con un toque de almizcle. Ningún toque de miedo en absoluto para contaminar el vertiginoso aroma. Bruce lo inhaló, saboreándolo.

DOS CUERPOS, UN ALMAWhere stories live. Discover now