4.

2.4K 324 114
                                    

Odiaba la pechera y había un sólo motivo: ¿los de utilería siquiera se dignaron a lavarlas? Tenían un olor raro y no dejaba de pensar que el sudor de alguien más estaba impregnado allí.

—Ya deja de quejarte, Son, es el jabón —defendía el entrenador, Augusto Conte, cuando oyó las quejas de Heungmin.

—Pues qué jabón más horrible —agregó Harry que también usaba la pechera fosforescente.

Aún así no había nada mejor que un partido de fútbol.

Los de siempre y unos cuantos del plantel que solían ser suplentes pasaron al equipo de "la pechera naranja", los posibles once titulares que jugarían en la primera fecha. Ordenados por el mismísimo Conte, este era uno de los partidos de prueba que solían ser comunes en la pretemporada.

Heungmin miró a sus compañeros, todos vestidos de naranja, posicionados y listos para empezar. Algunos se movían en su lugar, tratando de no perder el calor en los músculos que habían conseguido antes de empezar. Después, miró al equipo contrario –quienes seguían siendo sus compañeros, al final–. Del otro lado podía ver a Rodrigo que quedó fuera por su reciente llegada y, hablando de recientes, por ahí estaba Romero.

Un central, bien parado al medio. Era la primera vez que lo veía jugar en persona; de verdad le daba curiosidad ver la habilidad de Cristian, aunque estaba en el equipo contrario.

Se veía bien mientras se movía en su lugar para no enfriarse. No pudo evitar sonreír disimuladamente. De a poco se le iba de las manos.

—Hey, Son —Harry llamó su atención. —Recuerda: la de siempre —guiñó y con la seña del pulgar arriba, se entendieron.

Conte hizo sonar su silbato con todo el pulmón que pudo, sonando en toda la cancha. Kane tocó la primera pelota y el partido dio comienzo en el predio de entrenamiento.

Mientras la pelota paseaba por los pies de los defensores, Son aprovechó para subir por la banda, como solía hacer siempre. se movió hasta media cancha, y cuando la pelota por fin pasó al mediocampista, empezó a cerrarse al medio, en busca de un agujero en la defensa contraria. Kane también subió, más abierto por la izquierda, listo para pasar corriendo por el mediocampo y hacer la de siempre. Pelota de medio campo a campo ofensivo, donde Kane dio un pique de unos metros, recibir marca y, ahí, con el campo despejado, darle la pelota a Son que corra solo, busque el hueco y rematar al arco.

Pero esta defensa no parecía ser tan fácil de tontear. Sólo dos defensores fueron a su marca, incluso sabiendo que más pegado a la banda izquierda corría otro de los enemigos. El pase, de manera exigida, llegó a pies de Son, una de las mayores figuras del Tottenham y, quizás, de todo Inglaterra. Su modo de jugar tan suelto y veloz era lo que cualquier equipo necesita, era la pieza perfecta; además, su calidad de remate era arte. Un pase a sus pies podía significar un gol seguro o el mejor centro al área. Entre tres, cuatro defensores. Pongan el que quieran. La calidad de Son Heungmin era infalible.

Excepto ese día.

Apenas la pelota tocó su diestra y atinó a ir adelante, para cuando se dio cuenta, rodaba en el pasto fresco y terminaba acostado en el suelo después de un estruendo terrible. El cielo daba vueltas.

Silbatazo. Uno, dos, tres, sonaron varios en el campo de juego.

Unas figuras lo miraban desde arriba, opacadas por la luz del sol. Un montón de silbatazos se acercaban a él. Cuando estos ruidos no podían estar más cerca, apareció la imagen de Augusto separando la ronda que habían hecho entre todos.

Arrivederci | Cutison.Where stories live. Discover now